lunes, 27 de noviembre de 2017

Plug and Play: el amor en la era de Internet

Videojuego/ Vídeo interactivo
Título: Plug and play
Plataforma: Móvil. Para Android e IOS.

------

Dios mío, ¿estoy hablando de esto como una forma desesperada de reinvertir los 3 euros ¡3! que me ha costado una experiencia que apenas dura diez o quince minutos, como los coches de choque de la feria?

 ¿Qué es Plug and Play? Pues un juego sobre la dificultad de conectarse (no a Internet, sino al alma de otra persona) en el siglo XXI, o quizás sobre la artificialidad del amor en red. Sin apenas palabras, se deja todo el contenido a la libre interpretación de su espectador.

Nuestro viaje comienza con música episcopal, un ser corre en la oscuridad sin saber a dónde ir. Los diferentes sonidos del juego (puertas que chirrían al abrirse, ruido seco de pasos) consiguen transmitir una limpia y absoluta frialdad.

El dibujo, más básico imposible, en blanco y negro, nos lleva al simbolismo y abstracción. “Personas” indistinguibles, unidas por un entramado de cables que no parecen comprender (el jugador tampoco). Supongo que la idea es que nos preguntemos, ¿soy yo diferenciable entre la multitud? ¿Y si no tuviera rostro, o éste fuera las patillas de un enchufe?



Tráiler de la obra


Por sentido común, seremos mayoría los que nos quedamos con la sensación de habernos cruzado con una obra original “y poco más”, aunque ese poco podría ser muy interesante, sobre todo aquellos diálogos estilo Ok Computer (Radiohead, 1991), que para quien escribe suponen el pequeño pero latente corazón de la obra.

Diálogos cansinos, repetitivos y artificiales (de fondo, ahora suena lo más natural posible, unos pájaros en el bosque); gente que engatusa a otra para acercarse a ella, que utiliza al otro porque lo necesita. Vacío.

Y soledad. Mucha soledad. Tanto de quien busca desesperadamente atraer la atención del otro a través de una actuación fingida, como de quien es asaltado de repente y sabe que le están mintiendo. Soledad en solitario, y peor todavía soledad junto a otros, soledad siempre al fin y al cabo.

Máquinas prediseñadas haciendo cosas prediseñadas. Fantasmas de cartón piedra, un laberinto de ‘nadas’ y sentimientos sin casi sentimiento ya; como quien, al marcharse la inspiración, termina por pintar siempre el mismo cuadro o escribir esta frase sin fin o escribir esta frase [...]

 Una larga cadena de montaje de emociones en serie que no acarician y terminan cuando la luz se apaga. Unos buscan acercarse, otros huir; todo el mundo está dando vueltas, todo el tiempo. Internet ha matado la hora del cierre.


NOTA: 7


sábado, 25 de noviembre de 2017

Breaking 2: Una maratón en 1:59:59


Docuemental
Título: Breaking2
Duración: 55 minutos
Año de publicación: 2017


--------------


Es difícil explicar el valor de Breaking2 a alguien que no practique atletismo y, por tanto, nunca se le escaparán lagrimillas de la emoción. Pero, aún así, lo intentaré. Huyendo, claro está, de conceptos científicos como el lactato, el VO2 Max o la economía de carrera. 

Uno debe aclarar en todo momento que esto de Breaking2 (es decir, un hercúleo intento de bajar de 2 horas en la maratón), no es sino una gigantesca campaña de publicidad de Nike, así como un ejemplo de que los que cortan el bacalao y por tanto ejecutan los más costosos proyectos hoy día son antes las grandes corporaciones que los estados, recordemos el caso ruso. 

A nuestros vecinos del norte parece ser que les dio un poquillo por el dopaje. Por el contrario, en este proyecto se entiende que los atletas iban limpios, pero eso no quita que no utilizaran otro tipo de trampas, por lo que la marca final de Kipchoge, 2:00:25, no se puede considerar válida federativamente hablando.

Porque no están permitido el calzado utilizado, ni las liebres intercambiables, ni correr detrás de un coche que te marca el ritmo con un puntero láser, así que estamos entre el atletismo federado y el frikismo, aunque no tanto como Justin Gatlin sancionado por dopaje corriendo delante de ventiladores gigantes, un montón de japoneses gritando su récord del mundo (menos oficial que unos gallumbos Adike). ¡Vaya celebración! ¡Sugoooooi! Que vuelva Humor Amarillo ya, por favor.


Como he reflejado ya, este documental no se trata sino de publicidad por parte de una empresa, pero de la buena oye, ojalá a alguna marca le de también por encontrar la cura de enfermedades, sería otra excelente campaña de promoción. Lovemarks les llaman. Además, es de valorar que no sean tan tontos como para restregarte por la cara sus zapatillas, sí, son muy bonitas, son parte del proyecto, pero ya está.
Los de Nike supieron "camuflarse" muy bien, sin tratar al espectador como un consumidor idiota, y logran producir algo artístico, humano e histórico.
La elección de los tres corredores que intentarían bajar de 2 horas en la maratón (recordar que el récord del mundo está en 2.02.57) parece de lo más cinematográfica, y queda muy chula en el documental, pues se trata de tres perfiles distintos que dan bastante juego.
 Por un lado, tenemos al mejor y el más veterano, la estrella Eliud Kipchoge (2.03.05). Por otro, al joven Lelisa Delisa, que ha ganado importantes maratones como Dubai y Boston, en dos ocasiones. Tengo que reconocer que me emocionó imaginar la felicidad culpable que debió sentir el atleta etíope tras su victoria y el posterior atentado, su difícil elección entre el egoísmo y la tristeza.
Aún hoy, Delisa busca asaltar del todo la gloria, superando sus 2.04.45. Por último, contamos con alguien tan interesante como Zersenay Tadese, a un abismo de ellos en maratón con sus 2.10.41, pero siendo quizás el mejor corredor de media maratón de la historia. 
Pero todos, en realidad, cuentan con muchas más semejanzas que diferencias: nacieron en la más estricta humildad. Tadese quería ser ciclista, pero no tenía dinero para una bicicleta; Kipchoge ya partía de una situación complicadísima para un niño, así que supongo que pensó "¿por qué no un poco más"? y se puso a correr.
Él, Kipchoge, es el verdadero protagonista, no solo por sus marcas, sino ya por su forma de expresarse a través de su propia vida. Este hombre tranquilo, que mantiene la calma aún al filo de la navaja, no tuvo padres, pero confiesa "nunca me he quejado y nunca me quejaré"
Es algo así como un héroe con el inestimable poder de la risa, con ella le plantó cara al diablo de la extenuación, y al entrar en meta más rápido que nunca nadie antes, pero por encima de su objetivo; al mismo tiempo destrozado y derrotado, sonrió. 
Que conste que habrá poca gente más escéptica que yo con las frases de auto-ayuda. Escucho a una proeza sobrehumana de deportista, con una calidad natural como para desplazarse a 2.40 minutos el kilómetro saludando a ambos lados sin sudar, decir que "no se corre con las piernas, se corre con el corazón", y me quedo así:
Pero te va ganando poco a poco. Es como la tortura china ésta de la gota en la cabeza, gesto humilde a gesto humilde se va dibujando la silueta de un personaje histórico, poseedor de una rareza extraña, casi divina, en este mundo de gente brillante por fuera y vacía por dentro, experta en imponerse por encima de los demás, por dichos, no por hechos. El mundo de la política, que lo ha contaminado todo, digamos.
Kipchoge ha declarado, y a estas alturas es poco menos que Jesucristo: "No puedes entrenar solo y esperar correr más rápido. Hay una fórmula. El 100% de mí no es nada en comparación con el 1% de todo el equipo". 
Ha triunfado, es uno de los mejores fondistas de la historia, pero vive humildemente con su familia, demostrando una superioridad moral apabullante al no mostrar, físicamente, ninguna. Su casa es como la de cualquier obrero. Ahí está. Es que Kipchoge, trofeos, medallas, campeonatos y todo, ES un obrero, y la maratón muy jodida. Ponte chulo que no llegas al décimo kilómetro. 
Este señor respalda mi teoría de que las experiencias de sufrimiento intenso, si no te matan, ni te traumatizan y te convierten en una sombra amarga de lo que podrías haber sido, acercan tu espíritu a algo parecido a la plenitud. Y puedes encontrar una astronomía cercana en el sabor del día a día. 
Eliud Kipchoge, sentado a la mesa con sus hijos, parece un niño pequeño, y, un rato después conversando afuera, un respetable anciano, tras las arrugas que abonaron en su rostro los años, la delgadez y el duro esfuerzo. Entonces, ¿qué es? ¿Un héroe? ¿Un obrero? Un extraterrestre nacido en la Tierra.

NOTA: 8,3


miércoles, 22 de noviembre de 2017

El triunfo para siempre de Heavy Rain


Videojuego
Título: Heavy Rain
Plataformas: PS3, PS4 (remasterización)
Género: Drama interactivo, thriller 

---

Blood. Intense Violence. Nudity. Sexual Content. Strong Language. Use of Drugs. Todo esto hay en Heavy Rain, pero no es lo que hace a este videojuego único y especial, sino simplemente lo que lo aleja de los más pequeños de la casa. Fue lanzado en febrero de 2010 para PS3, y para PS4 (remasterizado) durante la primavera de 2016. 

Una eternidad ha pasado, sobre todo en lo que a la industria del videojuego se refiere, con el punto de mira (nunca mejor dicho) más centrado en acelerar los ciclos de innovación/ obsolescencia, que en conceptos de calidad y perfección, que escapan al paso del tiempo.

Si la mayoría de la gente piensa todavía que el videojuego no es un arte, las culpas recaen precisamente en esta gigantesca industria y sus predecibles consumidores, no en los videojuegos como lienzo en blanco, con tantas capacidades expresivas como cualquier otro arte. Discutir cuáles estar por encima y por debajo sería un debate estéril, apegado a la subjetividad.

Esta concepción terrenal, de los juegos como sillas o tomates, simples medios para el fin del entretenimiento, parte también de un argumento hipócrita y poco razonado de la masa social: como la grandísima mayoría de cómics o videojuegos son un producto comercial, se trata de soportes sin trascendencia alguna. 

Pero, en realidad, esto ocurre en todos los formatos. También la mayor parte de canciones que suenan en las radios, películas que emiten las cadenas de TV, fotografías de Instagram, o construcciones arquitectónicas que encontramos paseando, son de lo más plano y estandarizado. 

La diferencia es que nunca perdemos la noción artística de esos instrumentos expresivos porque sabemos de un Beethoven, o, más popular, Beatles o Pink Floyd; Stanley Kubrick, el Partenón.




Una vez uno ha visualizado 2001: Una odisea en el espacio, aunque pasara 50 años sin  más soporte intelectual que porno barato y reposiciones de Gym Tony o algún otro paraíso de la sobreactuación y los chistes malos, nunca perdería la conciencia de que la sucesión de imágenes es un vehículo para el arte.

 Esta larga pero necesaria argumentación desemboca en que, una vez has jugado Heavy Rain (o The Secret of Monkey IslandThe Stanley Parable, tantos otros), nunca dudas, jamás, de este arte, el arte de jugar, y sumergirte en historias y emociones de una forma nueva, única.

Cuando salió al mercado Heavy Rain, fue todo un bombazo. Se trataba de una superproducción, con unos gráficos de primera línea, y un novedoso estilo de juego, basado en dos conceptos claros.

Por una lado, saber tomar las decisiones correctas, en cuestión de minutos o segundos, entre la ética más racional y el salvaje afán de supervivencia; por otro, unos buenos reflejos en secuencias de botones y gestos (por ejemplo, girar el mando a la izquierda para abrir una puerta, gracias a los sensores de movimiento). 

Cuando llegó la revisión para la siguiente generación de consolas, en 2016 como he dicho, aún hubo quien criticó al juego porque ya no representaba el no-va-más gráfico, además de que su jugabilidad ya había sido utilizado en otros títulos, como Beyond: Dos Almas, de la misma compañía, Quantic Games.





La cuestión es que aquellos gráficos, además de excelentes para su época, eran necesarios, porque de otro modo no serían posible crear una historia foto-realista, basada en personajes que parecen humanos y se sienten como tal. 

Pero no hace ninguna falta más potencia, al igual que, pongamos, con PS2, Game Cube y Xbox se llegó al nivel de gráficos requerido para exprimir las posibilidades del plataformas en 3D (por ejemplo, con Super Mario Sunshine) y todo lo que se añada es bienvenido, pero no parece indispensable a priori, salvo para casos concretos.

Criticar a Heavy Rain porque le han adelantado técnicamente por la derecha y la izquierda es una boludez: sería como decir que el Episodio VII de Star Wars es más importante o mejor que El Retorno del Jedi. El valor de estas obras corre por otros raíles.

Porque aunque los gráficos hicieron posible, lo importante es precisamente lo que se logró: que unos seres intangibles sean tan importantes para nosotros como alguien de carne y hueso, aunque sólo sea durante el espejismo de un momento.




El viaje inicia tras la presentación de un padre de familia normal y corriente, levantándose en gallumbos de su cama, es el cumpleaños de uno de sus gemelos. Qué sabiduría la de las obras que en lugar de comenzar en medio de la tragedia, retroceden un poco más. 

Así, todo gana una dimensión. Si sólo existiera desolación y drama, parecería el único destino posible. Pero Heavy Rain nos anima a añorar la calma, desear con toda nuestras ganas que las cosas vuelvan a ser como antes, y deje de llover.

Tiene defectos, como el excesivo fan-service o alguna secuencia de acción imposible de creer, pero Heavy Rain es un videojuego que duele, y eso hay que celebrarlo. Duele, hasta la puñetera lluvia.

Todo un descubrimiento: podemos implicarnos aún más con un personaje de videojuego que con uno cinematográfico. En una película muere, en Heavy Rain, puedes matarlo tú, por torpeza o a causa de malas decisiones. 

En teoría, se ofrece aquí una gran rejugabilidad, puesto que puedes alcanzar finales diferentes según discurra la trama, que a su vez descansa en la acción del jugador. Pero yo no volveré a jugar, nunca más. Sería algo falso, perdería para mí todo lo que hace grandioso: que es, se siente como la vida. Y sólo se vive una vez. 

Así que os animo a echar una partida a Heavy Rain, una sola, sabiendo que vuestras decisiones lo implican todo. Y, una pregunta: ¿seríais capaces de contestar sí a la oración córtate la falange? ¿Fácil, no? Ahora intentadlo durante vuestra partida. 

¿Hasta dónde llegarías por salvar a tu hijo?

----------------------------------------


NOTA: 9 (OBRA MAESTRA)


martes, 21 de noviembre de 2017

El rey de los deportes


La vida es un partido de fútbol muy importante. Llevas meses preparándote. Has comprado una bufanda del equipo que apoyas, un cojín pequeño porque los asientos están sucios y fríos, pipas para los nervios, tabaco, cerveza. Llenaste al completo el depósito del coche, hace un par de días. 

Hoy abandonaste tu casa sabiendo que no era temprano, pero no que fuera demasiado tarde. La carretera, muy lejos de mantenerse fija con respecto a su eje, serpentea incansable. Furiosa, burlona, da igual, los kilómetros se vuelven millas.

Y, por si fuera poco, llegas a un callejón sin salida, o a un campo que no es el que buscas, allí animan personas diferentes con distintas camisetas y bufandas; ellos, como en una dimensión paralela del Universo, insultan a otros árbitros, otros linieres que han levantado o no han levantado el banderín.

Alcanzas tu destino mucho más tarde, cuando ya ha terminado la primera parte, ambas porterías  encajaron muchos goles. Casi todo el pescado está vendido ya, la pasión de la mayoría de aficionados se ha convertido en ganas de irse; cabeza gacha, ojos fríos de olvidar, los hombros arrejuntándose como para no sentirse solos.




Esto es la vida. Un partido al que llegas en la segunda mitad. Te has perdido cosas, cosas importantes. Quizás una chilena, mejor todavía, el entrenador contrario ha llamado ¡hijueputa! a alguien, o le han partido la nariz a un defensa. 

Y puedes quedarte ahí, quieto y abatido y qué mierda, lo que queda pensando en lo que falta, echarte las culpas encima como una lluvia que a veces cae fina y otras inunda el pecho. Y perderlo todo, también lo que todavía tenías, sufrir el segundo tiempo más aburrido de la historia, golpeando las vallas casi sin fuerza, gritando con pocas ganas cosas que no ofenden a nadie.

Hay una broma muy buena de decirle a un amigo, cuando no ha querido ir a un sitio, "tío, lo que te has perdido, fue brutal esta vez, mejor que nunca, vino Roberto Carlos e hicimos un rondo". Pues esto lo hacemos nosotros con nosotros mismos. 

Y aunque hubiera aparecido Roberto Carlos, o Pelé, o Beckenbauer, la otra opción es:

disfrutar lo que queda, lo que toca. Aplaudir cada balón recuperado, increpar y hacerle el corte de mangas a la grada rival con la ilusión de un crío maleducado, preguntarle en amistosos gritos al árbitro si consiguió el carnet en una tómbola, recriminarle a niños de trece años que son unos inútiles, que salgan del campo, y, en fin, todas esas cosas que amamos y convierten al fútbol en el rey de los deportes.


-----------------

Fotografías extraídas de Photopin, créditos:

1- AUTOR: Armando G Alonso 
TÍTULO: The Sun says goodbye: game is over.

2- AUTOR: Keko Click 

lunes, 20 de noviembre de 2017

Cuando los Pixies tocaron el cielo con Doolitle


Disco
Grupo: Pixies
Título: Doolitle

Año: 1989
Duración: 38 minutos
Estilo: Rock independiente, noise- rock

-----------------------------------------------------------------

Los Pixies son originales. Esta sentencia es para mí casi tan innegable como una función matemática. Da lo mismo el tiempo que pase por Doolitle, la cantidad de grupos posteriores que surjan intentando imitarlo: siempre sonará revolucionario para los oyentes que vienen.

Pero éso no es lo mejor de todo, sino que parezca también nuevo al oído viejo. Independientemente de las veces que lo escuches, se mantiene como aquel disco raro como un perro verde, y uno distinto cada vez, siempre lleno de susurros y alaridos.

Te escupe. Porque Doolitle no es un lugar cómodo para vivir, más bien un campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial, alambrado y siniestro. Algo esconderá, algo que hace necesario volver, para rebotar fuera de nuevo, tan rápido (aunque lo recorras entero, dura 38 minutos escasos), y saltar otra vez dentro, sin saber muy bien cómo ni por qué, atraídos por magnetismos que no conocemos.

 Es un lugar, repito, incómodo, sopla el viento y caras amables se convierten en fauces llenas de ira entre soplido y soplido. Pero retornas, como a una patria querida. Debaser está a medio camino entre sonar irónica y trascendente, en ese término medio que los Pixies tanto practicaron y convirtieron en una fiesta.




Son expertos en construir canciones de rock alienígena utilizando los mismos instrumentos que cualquier otra banda, pero argumentos bien distintos, desbordándolos de imaginación. Ese bajo gruesísimo de Kim Deal, la batería a cargo de David Lovering, las imaginativas guitarras propuestas por Joey Santiago (principal) y Black Francis (rítmica).

Y los coros, porque todos los miembros prestan su voz en una u otra canción; lo cual alcanza su máxima expresión acompañando las respiraciones de bestia moribunda en "Tame", o el tono bromista de "La La Love You".

"Here Comes Your Man" parece ser una canción compuesta por Francis en su infancia, aprovechada para la ocasión. Desde luego escucharla lo confirma de alguna manera. Una simple e inocente (al menos dejando de lado la letra) canción de pop. 
Lo que nos lleva desde el minuto 1: 45 en adelante es ya historia pura de la música popular. Una pequeña demostración de lo que pueden llegar a hacer un puñado de jóvenes con talento y sin sentido del ridículo. 




De hecho, este disco, en comparación con aquel difícil Surfer Rosa, destaca por cómo enlaza las temas más experimentales e incluso, podríamos decir, "incompletos", con pasajes para todos los públicos, siendo más asequible (gracias también a la brevedad) pese a no prescindir de elementos como son el grito, su Spanglish inventado, los cambios de tuerca repentinos o el simple caos. 

Dead es un claro ejemplo al respecto: un poco de masoquismo sonoro, culminado por aquel riff adictivo como el que más, en forma de compensación. Las geniales "Crackity Jones" y "La La Love You" vuelven a incidir en el salvajismo y lo infantil, lo surreal.

Cada año, alguien da por muerto al rock. Ellos, cuando tocó su turno, lo convirtieron en lo que siempre fue: un juego único y precioso. De paso, también demostraron la capacidad expresiva del ruido dentro de este género; pues grupos como éste, Sonic Youth o The Jesus and Mary Chain poco o nada tienen que ver.

----------------------------

Debaser: 9,5
Tame: 9,2
Wave of Mutilation: 9
I Bleed: 8,8
Here Comes Your Man: 9,5

Dead: 8,9
Monkey Gone To Heaven: 9
Mr. Grieves: 8,7
Crackity Jones: 9
La La Love You: 9,3

No 13 Baby: 9,1
There Goes My Gun: 8
Hey: 9,1
Silver: 8,5

viernes, 17 de noviembre de 2017

La posibilidad de una isla: ¿cómo valorar un libro de Michel Houellebecq?



A lo largo de gran parte de su historia, la literatura mundial se ha caracterizado por textos cultos y trabajados que mostraban de forma idealizada las relaciones e impulsos humanos, así como nuestra forma de expresarnos. 

Por ejemplo: "La mayoría de los hombres son como hojas que caen y revolotean indecisas mientras que otras son como los astros: siguen una ruta fija, ningún viento los alcanza y llevan en su interior su propia ley y trayectoria". (Siddharta, Herman Hesse, sacada de Actualidad Literatura).

De este modo, es lógico que surgieran escritores con el objetivo de reflejar lo que había permanecido oculto hasta entonces: el estilo dialectal propio de los barrios marginados, los encuentros sexuales o incluso el libre (y grotesco, claro) fluir del pensamiento.

Así, que partimos de la base de que en el siglo XXI, que alguien hable de genitales en un libro no constituye originalidad ni rebelión ninguna, puesto que está "permitido" desde hace mucho. Hemos leído a J. D. Salinger (El guardián entre el centeno)Charles Bukowski, Chuck Palahniuk... 

El francés Michel Houellebecq nació hace más de medio siglo (1956), pero no publicó hasta 1994 su primera novela, Ampliación del campo de batalla, y en 2005 la que ahora nos ocupa, La posibilidad de una isla.

Houellebecq está considerado como un defensor de lo "políticamente incorrecto", un artista "que siempre da en la llaga". En la página de Libertad Digital, se defiende a esta obra como un análisis de "el problema de la clonación humana, el afán de inmortalidad (...) y la desmitificación de la faramalla feminista, comunitarista e izquierdista"

Tengo la sensación de que hay quienes sólo buscan (y encuentran) en los libros una confirmación de sus propias ideas, aunque su contenido no tenga demasiado que ver. Yo he encontrado estas 400 y pico páginas, a nivel moral, más cerca de un alegato a favor de las relaciones sexuales sin precaución que otra cosa.


                             

El protagonista de La posibilidad de una isla es Daniel, un humorista que hace bromas sobre aparatos reproductores, minorías étnicas y pederastas, pero a lo largo de la trama es aclamado como un gran artista. 

Los capítulos aparecen divididos por los "comentarios" al texto de clones futuros de Daniel, llamados neohumanos, sin emociones. Así que intercalamos básicamente escenas de sexo, redactadas de forma amena, pero continuas (cada vez que una vagina se contraiga, chupito), y monólogos de ciencia ficción, en general tan documentados como infumables. 

Claro que aparecen a lo largo del volumen frases de gran calidad literaria, y sentencias ciertamente astutas, entre otros temas, sobre el sinsentido y la estupidez en la que se cimienta tantas veces la fama:  "Lo que te hace falta es tener a la chusma de tu parte. Con la chusma de tu parte no habrá quien te ataque"; "En cuanto al éxito de público, el arranque fue un poco lento, hasta que Bernard Kouchner se declaró personalmente asqueado por el espectáculo, lo que me permitió terminar la temporada con el cartel de no hay entradas".

Esta última sentencia me recuerda a los vídeos musicales de mierda que critica AuronPlay, los pone a caer de un burro, y por ese mismo motivo aquellos vídeos de mierda multiplican sus visitas. Y al final el catalán monta un espectáculo en el que invita a los susodichos que no saben ni utilizar el auto-tune y todos amigos, porque todos se han ayudado. 

Mientras, obras maestras se pudren en las estanterías de tiendas de discos a punto de cerrar, porque son demasiado buenas como para que alguien se ría de ellas. La culpa no es del youtuber, que hace bien su trabajo y nos podemos reír un rato, sino de una sociedad para la que es más importante la burla de lo malo que la defensa de lo bueno, y al final todos terminamos salpicados con un poco de Belén Esteban. Porque reírnos de unos adolescentes desvergonzados nos hace sentir importantes, pero escuchar a Boards of Canada nos convierte en enanos (aunque gozosos) ante la inmensidad.

Retornando al volumen de Houellebecq, también presenta otras ironías certeras, aquí a la insatisfacción como norma central de Occidente: "Aumentar los deseos hasta lo insoportable y a la vez hacer que satisfacerlos resultara cada vez más difícil: ése era el principio único en el que se basaba la sociedad occidental". 



"I dannati" (El Condenado) 
de Lorenzo Paolini

También ha reflejado aquí Michel la inutilidad que conllevan tantas veces las obras de arte reivendicativo, por esa posición tan pasiva que adoptamos sus espectadores: "Era un invierno muy frío en Nueva York, todas las mañanas encontraban en la calle vagabundos muertos por congelación;yo estaba convencido de que la gente cambiaría de actitud en cuanto viera mi trabajo (...) la gente acudía, asentía con la cabeza, decía cosas inteligentes y se iba". 

Pero estas consideraciones son realmente un oasis, la mayoría es sexo, sexo y sexo; además de ciencia ficción muy desarrollada técnicamente pero tampoco te creas a nivel filosófico y moral. La secta que aparece en el libro parece más bien una excusa para ofrecernos escenas pornográficas.

Y esto pone en riesgo la idea del personaje protagonista, Daniel, que comenta durante toda la novela en primera persona lo que se le viene a la mente, y la cuestión es: ¿hasta qué punto no es Daniel un alter-ego de Michel, que se ha introducido en su propia novela para soltar perlas tan suyas como "Empiezas por sentirte un poco incómodo con tu vida, y acabas por aspirar al establecimiento de una república islámica"? 

Teniendo en cuenta que el autor francés ha declarado que "cuando lees el Corán, se te cae el alma a los pies" y ha mostrado ideas muy similares en otros trabajos, para muchos/as será algo bastante claro que Daniel es Michel. Sin olvidarnos de que el escritor mintió sobre su edad, alegando que había nacido en 1958 en lugar de 1956, y escondió que su madre estuviera viva, lo cual va en sintonía con el machismo y fobia a la vejez de su personaje.

Algo que conlleva una serie de problemas. Porque Daniel no es sólo un tipo que atraviesa encuentros sexuales, es que literalmente está OBSESIONADO con el sexo, hasta el punto de reducir a las mujeres a meros objetos: "En el fondo, como todas las chicas guapísimas, sólo servía para follar, y habría sido una estupidez ponerla a hacer otra cosa". Recalco el todas.

Para Daniel, los humanos somos "principal y casi únicamente, cuerpos, y el estado de nuestros cuerpos es la verdadera explicación de nuestras concepciones intelectuales y morales". Bueno, en realidad este apunte es interesante, en el sentido de cómo nuestro estado físico condiciona la forma de mirar más o menos lejos en el futuro, el corto; es decir, medio o largo plazo para nuestras aspiraciones. 

Pero también esconde, claro está, un hondo pesimismo, una atadura imborrable con nuestra biología: "La vida de los animales salvajes no había sido más que dolor, con algunos momentos de repentino alivio, de felices embrutecimientos ligados a la satisfacción de los instintos, alimentarios o sexuales. En conjunto, la vida de los seres humanos había sido parecida, y había estado sometida al poder del sufrimiento, con breves instantes de placer".


Autor: Vanecta

Daniel, quitando alguna otra jovenzuela desprevenida, sólo tiene encuentros con dos mujeres: Isabelle y Esther. Isabelle es de su edad, y, como él y cualquiera, envejece. Así que a Daniel comienza a asquearle (además ella no tenía un gran apetito sexual, al menos en comparación con el suyo). 

En cuanto percibe que sus tetas están comenzando a caerse, la abandona por una chica veinte años menor que él, que nunca lleva bragas y está interesada en poco más que follar. Supongo que esta parte explica sin problemas que el libro venda entre adolescentes y hombres de 40 años en adelante. Aunque la alegría le dura al pobre Daniel hasta que, rodeado de jóvenes, comienza a obsesionarse con cuántos de ellos lo ha hecho ella.

Y claro, Esther, qué sorpresa, en cuanto nuestro protagonista envejece un poco más, se marcha también. La última vez que Daniel la ve, está puesta con cocaína haciendo un trío. Así que aquel señor tiene que contentarse con "admirar" de forma obsesiva jóvenes en la playa, vuelve a ver a Isabelle, que se avergüenza de su propio cuerpo, persigue a Esther un tiempo en plan psicópata y después se suicida.

Alguien dirá: qué bella y malvada metáfora de un hombre que se equivocó, que abandonó a alguien que amaba por un pecado (envejecer) y luego fue patéticamente rechazado por alguien que ni siquiera le amó nunca, por ese mismo pecado que él, aunque quisiera ocultarlo, también padecía. Pero no tengo yo tan claro eso. 

Más que nada porque Daniel se siente un héroe, por abandonar a una mujer embarazada, desinteresarse por su hijo y acostarse con aquella chica que podría ser hija suya. "Tal vez éste fuera el único gesto noble, el único acto de auténtica rebeldía (...) la conciencia de mi heroísmo me hizo pasar una tarde excelente".

No contento con eso, encuentra una "terrible" conspiración contra los ancianos: "En cuanto quisieran acercarse al cuerpo de los jóvenes, serían perseguidos, rechazados, condenados al ridículo, al oprobio; y en nuestros días, con cada vez más frecuencia, a la cárcel. El cuerpo físico de los jóvenes, único bien deseable que el mundo ha sido capaz de producir, estaba reservado al uso exclusivo de los jóvenes, y el destino de los viejos consistía en trabajar y sufrir. Ése era el verdadero significado de la solidaridad entre generaciones: consistía en un puro y simple holocausto de cada generación en beneficio de la siguiente". 

"En el mundo moderno podías ser aficionado al intercambio de parejas, podías ser bi, trans, zoófilo, sadomaso; pero ser viejo estaba prohibido (...) los viejos ya no tenían derecho a follar" es otra de sus sentencias. Con no tener derecho a follar, se entiende con púberes, porque en ningún momento muestra Daniel la menor intención de acostarse con una mujer de más de 25 años. Su punto de vista es ridículo. 

Es como si me pasara el instituto pegando a mis compañeros, y cuando llego a la universidad, como los hay más fuertes que yo, condeno la violencia. Su condena al trato negativo a los ancianos es mero capricho tardío e interesado, ahora que ya no está en condiciones para "dar la patada" a nadie.

Además, apela a hacer como él y abandonar a los hijos, retratados como enemigos mortales: "Por mucho que los hombres sean desgraciados, se oponen con todas sus fuerzas a lo que podría cambiar su suerte; quieren hijos, hijos semejantes a ellos, para cavar su propia tumba".



Daniel (y Houellebecq, vamos) muestran en todo momento una concepción patética de la vida, una constante derrota, porque todo se reduce a sexo, entonces cuando no hay sexo, no hay nada, ya toca suicidarse."Toda energía es de orden sexual, no principalmente sino exclusivamente, y cuando el animal ya no vale para reproducirse, ya no vale para nada más. Con los hombres pasa lo mismo; cuando muere el instinto sexual, escribe Schopenhauer, se consume el verdadero núcleo de la vida".

Al menos, reconoce la futilidad de su existencia: "Durante toda mi vida no me había interesado más que por mi polla o por nada; ahora mi polla estaba muerta y yo la seguía en su funesta decadencia, sólo tenía lo que me merecía"; "Es el sufrimiento de ser el que nos hace buscar al otro, como un paliativo".

Porque Daniel es un ser humano terriblemente incompleto, que necesita a otros (encima, a otros que no quiere, simples instrumentos) para ser. Es una pieza de puzzle casi siempre desencajada, excepto por un puñado de minutos. Deambula desesperadamente buscando calmar angustias que no sabe gestionar por sí solo, paranoico, muerto en vida, volvamos a la frase de Sidharta que apunté al principio. 

Daniel está tan necesitado, (aunque tuviera a todas las mujeres del mundo a su alrededor, seguiría estando necesitado) que es incapaz de querer, por mucho que nombre la palabra amor: cuando eres tan incompleto, se hace imposible no utilizar a los demás, no envenenarlos, porque el veneno eres tú.

Define al sexual como el superior de los placeres, y los demás "compensaciones irrisorias y desesperadas, mini-suicidios que no tenían el valor de presentarse con su nombre, intentos de destruir más deprisa un cuerpo que ya no tenía a su alcance el placer único". Es decir, su concepción de la vida es: sexo, y cuando no puedas tener acceso a él, más vale morir.




Los mejores momentos de la novela son precisamente los escasos en los que se olvida de tanta pornografía y se acuerda del amor, o sobre todo de su opuesto: 

"El amor te vuelve débil, y el más débil de los dos acaba oprimido, torturado y finalmente muerto a manos del otro, que por su parte oprime, tortura y mata sin intención de hacer daño, sin sentir placer alguno por ello, con una total indiferencia".

"Paseaba por las habitaciones encendiendo un cigarrillo tras otro, de vez en cuando caminaba hasta el mar, luego regresaba y me daba cuenta de que no había visto el mar, que habría sido incapaz de confirmar, en ese instante que el mar estaba allí".

"Estaban todavía en ese momento encantador en el que uno descubre el universo del otro, en el que uno necesita maravillarse con lo que maravilla al otro, divertirse con lo que le divierte, compartir lo que le distrae, lo regocija, lo indigna".

"Esther seguía sin llamarme y era lo único que parecía tener importancia (...) El amor no compartido es una hemorragia".

Daniel, en fin, es un tipo con tantas carencias emocionales que el ser que más estima ha de ser, como él mismo reconoce, un perro: "por poco agraciado, perverso, deforme o estúpido que sea el ser humano, el perro lo ama".

Daniel vive atrapado en un mundo de seres egocéntricos que sólo piensan en ellos, pero no debería quejarse pues él es tan malo o peor que cualquiera: "Hasta la víspera de mi partida no conseguí hablar con Esther: me explicó que había estado muy ocupada, que había interpretado el papel protagonista en un cortometraje, un golpe de suerte, la habían cogido en el último momento y el rodaje había empezado justo después de los exámenes, en los que además había tenido unas notas excelentes; en resumen, sólo me habló de sí misma".


Autor: Pacian~commonswiki 


En conclusión, éste es un libro que no sé muy bien cómo valorar, puesto que uno duda entre si realmente critica o ensalza lo asqueroso de su protagonista, y su enfermizo ideal de vida. Cuando Michel habla a través de sus personajes, ¿lo hace irónicamente o en serio?

Está claro que Daniel fracasa, pero ¿porque se equivocaba y aprende una lección; o porque la sociedad es cruel y está mal vista la pederastia? No me ha quedado muy claro.

Pero en fin, que interprete la dirección moral del libro como errada no quita que no cuente con grandes aciertos y alcanzara altura artística. Éstos se podrían haber mostrado en menor número de páginas, cierto, pero os dejo con el para mí mejor párrafo de la novela, porque sí existe el amor, pero no es ni una isla en medio de aquel océano depravado, es, más bien, la posibilidad de una isla:

"No es el hastío lo que pone fin al amor, o mejor, ese hastío nace de la impaciencia, de la impaciencia de los cuerpos que se saben condenados y querrían vivir, esos cuerpos que en el lapso de tiempo que les queda no querrían pasar ninguna oportunidad, ninguna posibilidad, que querrían utilizar al máximo ese tiempo de vida limitado, decadente y mediocre que es el suyo, y que por lo tanto no pueden amar a nadie porque todos los demás les parecen limitados, decadentes y mediocres"

---------------------------------------------------------------

Primera foto (bebés), créditos: 

AUTOR: MUESCA61; TÍTULO: Niños jugando

Las demás fotos han sido extraídas de Wikimedia Commons



martes, 14 de noviembre de 2017

The Room: la peor película de la historia


Película
Título: The Room
Director: Tommy Wiseau
Año: 2003
Duración: 1 h 39 minutos

Los extremos se tocan. El drama peor ejecutado de la historia puede convertirse en la mayor comedia involuntaria de todos los tiempos. 

Yo venía de buscar una gran experiencia cinematográfica con Man From Earth, pero nada. Así que tocaba intentarlo por las malas, con una "trash movie"; es decir, una cinta tan absurda que puede conquistar a uno, ya sea a partir de "surfistas nazis", tiburones voladores o la caspa que surja.

Pero hoy he descubierto que incluso las obras pésimas pueden ser vencidas por las expectativas. Me esperaba The Room tan terriblemente patética, de un absurdo tan brutal, que me he sentido decepcionado. Quizás esta obra sólo consiga su mayor efecto cuando realmente esperas un drama; no un esperpento que se hizo viral.



Una de las escenas más olvidables (y recordadas)

En realidad es dificilísimo conseguir una película mala. Lo fácil es hacer algo mediocre, repetitivo. Que sí, The Room es ridícula, pero creo que yo lo podría hacer peor. No sé si peco de orgulloso. Aquí abajo la tenéis, para los más atrevidos/as. De pena. Digo, de nada.

Decía antes que los extremos se tocan: fracasó tanto el bueno de Tommy Wiseau, (principal culpable de este despropósito; como su director, productor y actor principal), que consiguió multitud de vídeos parodia en You Tube, festivales en su honor, quedadas de amigos para verla que debían beber ron-cola si reían, e incluso una película autobiográfica protagonizada por James Franco, The Disaster Artist, que aún no ha sido estrenado en España (para el 29 de diciembre) pero parece bastante buena. Buena de veras, me refiero.



La película, completa y subtitulada


Wiseau consiguió 6 millones para el presupuesto de ésta su "ópera prima" vendiendo chaquetas de cuero, y las malas lenguas, visto que casi toda la película transcurre en el escenario de una simple casa, afirman, no sé si en broma o en serio, que se lo gastó en drogas.

Algo poseído debía estar el hombre para rodar una película que ya en su primera media hora incluye 3 eternas escenas de soft-porn barato (con candelabros, rosas tiradas por la cama, vestidos rojos y  un camastro directamente extraído de las Mil y Una Noches). Cutre e insustancial.



Un remix "musical"

Pero es que los personajes ya no es que sean cutres, es que claman al cielo, sobre todo las dos mujeres protagonistas, madre e hija, ambas egoístas y malvadas hasta la médula, tanto que no son ni creíbles. 

Da la sensación de que Wiseau odia tanto a las féminas que intentó mostrar la existencia en el mundo de mujeres malas (que obviamente, claro que las hay) y les salieron con cuernos, rabo y tridente. 

Desde la madre materialista mala pécora que sólo piensa en su cuenta corriente y tiene cáncer como quien pierde un zapato, sin que aporte nada al suceder de la historia ni le importe a nadie (¿?); hasta su hija, la novia, Lisa, que no es que le ponga los cuernos a su futuro esposo, tras 7 años juntos, es que lo hace cada vez de una manera más absurda, y lo trata aún por encima con una estupidez y falta de humanidad que no se lo cree nadie. (O quizás sea yo demasiado optimista).

Pero en fin, toda la pantomima, toda la gran desfachatez de "The Room" puede describirse al profano sin problemas a partir del ladrillo que Wiseau tiene por rostro. Da el pego en los momentos calmados, aún más soso que una noche sin estrellas, pero cuando estalla el drama... Bueno, no hay ningún drama.
Al final es inevitable la conclusión de que no se debe valorar una obra artística por las intenciones, sino por qué produce en quienes las contempla. Y aunque este intento fracase estrepitosamente en todos y cada uno de los apartados en los que se trabajó, consigue ser única. Sólo una alineación muy concreta de los astros permitiría la llegada de un veneno como éste.

NOTA: 7,5

domingo, 12 de noviembre de 2017

Sugar: Copper Blue


Disco
Título: Copper Blue
Grupo: Sugar

Estilo: Rock alternativo, pop-punk
Año: 1992 (Votado por la revista NME 
como mejor disco de ese año)
Duración: 44:58

Se acerca la Navidad, por qué no un poco de pop alegre y potente para combatir el frío. Sólo será un momento.

Existen pocas etiquetas (ya no demasiado positivas, de por sí) más mancilladas que la del pop-punk, y pocos olimpos más injustos que el suyo, el cual debió permenecer a Bob Mould, The Replacements y otros olvidados, siempre copado por formaciones cada vez más ligeras y comerciales como Blink182, Sum41, Green Day, los cuales también tuvieron su momento y su lugar, pero, ¿sonaron alguna vez como Sugar en Copper Blue?

 Necesitamos retroceder sólo un poco: Bob Mould, Grant Hart y Greg Norton fundaron en 1980 Husker Dü, uno de los grupos que definieron para siempre el hardcore punk y el "rock alternativo" en general, con su gran influencia en bandas como Nirvana.

Bajaron las revoluciones, se dignaron a colorear sus melodías, y poco a poco abrazarían el pop sin perder calidad musical, pero la mala relación entre sus dos principales compositores, Mould y Hart, que falleció a causa de un cáncer el mes pasado, terminó con la banda.

Y, como suele ocurrir en estos casos, la suerte fue dispareja para ambas partes. Aunque ninguno de los dos alcanzaría un gran éxito, Mould sí que pudo conquistar parte de lo merecido al mando de su siguiente grupo, Sugar, sobre todo con el disco que hoy reseñamos, Copper Blue.

10 canciones en total. Potencia y contención a partes iguales. Copper, con una o, Cooper es un coche. Significa "cobre azul". (Sí, me lo digo a mí mismo, al principio lo escribía mal).

Todo inicia con "The Act We Act". Es buena, es rabiosa y suena especial, pero las cosas se ponen verdaderamente de cara a partir de "A Good Idea", el ejemplo perfecto de retroalimentación. 
Mould, como parte de Husker Dü, influyó en los Pixies. Ahora que éstos y el "grunge" han logrado saltar a la primera página de las revistas, exige su parte de la tarta, y se beneficia del rebufo tras demasiado tiempo avanzando en solitario, con una canción que no solo comparte introducción y línea de bajo con "Debaser", uno de los temas más atemporales del mejor disco de Pixies, ¡es que, aún como copia, por momentos, consigue parecer incluso mejor! 



Una: A Good Idea (Sugar, Copper Blue)

Nada de disputas y patentes, tú recojes lo mío y yo lo tuyo, y los aficionados a ambas bandas nos limitamos a disfrutar. Más tarde, en "Slick", esos coros tan locos sólo puedo entenderlos como un préstamo de los "duendecillos", Black Francis y compañía, y de hecho el comentario en "voz en off" al final de la canción parece burlarse de esto mismo.


Y otra: Debaser (Pixies; Doolitle)

Ahora tocan tres emotivas y adictivas canciones pop, siempre en el tono alegre del disco; para llegar a la solemnidad de "The Slim", que precede a la entrañable "If I Can´t Change Your Mind", el perfecto tema de amor desesperado."Si no puedo hacerte cambiar de opinión.../ entonces nadie". Fortune Teller es sobresaliente ya solo por ese ¿riff? y el final. Y "Man On The Moon", el broche de oro.
The Act We Act: 8,6
A Good Idea: 9,4
Changes: 8,7
Helpless: 9
Hoover Dam: 9,2
The Slim: 7,4
If I Can´t Change Your Mind: 9,4
Fortune Teller: 8,9
Slick: 7,5
Man On The Moon: 9
NOTA: 8,9

domingo, 5 de noviembre de 2017

Pan Sonic: gracias por acojonarme


Disco
Título: Kesto (234.48:4)
Grupo: Pan Sonic
Estilo: Música experimental, minimal techno

Se iban a llamar Panasonic, pero cierta multinacional les sugirió que cambiaran de idea. Y mejor que mejor. 

El prefijo -pan-, tomado del latín, significa "todo". Así, una religión panteísta, según la RAE, es la que afirma que el único Dios posible es el que forma cada esquina del universo. Al grupo de música electrónica Pan Sonic, entonces, lo podemos interpretar como un anuncio de ese "sonido del todo".  

La profundidad y el volumen son las primeras consideraciones necesarias para entender este disco, que es (ni más ni menos) un ataque directo a su oyente. Un ataque en tres dimensiones, que te pilla siempre a contrapié durante cuatro horas de golpes inesperados. 

El conjunto se divide en 33 temas titulados en finlandés, que ya mete miedo de por sí, y sorprendentes, tanto porque podemos escuchar hasta una cisterna, como porque en ciertos puntos es superado el límite de lo directamente incómodo, y cada minuto amenaza con hacerlo. 

Esto es música en el sentido más amplio de la palabra. Una combinación triple de silencios, sonidos agradables y molestia sonora. Siempre con la pregunta de fondo de qué es el arte, y qué es lo que conforma la grandeza de una obra. 

¿El tamaño? Casi de forma burlesca, desde el título se alegran de su propia desmesura, casi 4 horas divididas en 4 discos.

Lo reconozco: escuché un cuarto de hora y paré. Escuché un par de veces más la primera parte de Kesto y después encerré este disco en un cajón perdido, como si tuviese un maleficio. Pero unas semanas después volví a él, sin demasiado ánimo, y fue como si todo encontrara su sitio. 

Efectivamente el comienzo de Kesto es abrasivo y salvaje en plan criba, como una carrera universitaria con un primer año difícilísimo. Y cuando quedan la mitad, los verdaderos fans, digamos, el álbum despliega todo su potencial. Una chistera llena de trucos.


Una pequeña muestra de la vertiente más espacial


Poco más había al principio que los dientes del can en la portada. Pero afortunadamente sus fauces metálicas van abriéndose y tropiezas con ellas, cayendo a un pozo inabarcable. El disco va abriendo sus referencias, suavizándose, pero nunca deja de ser oscuro e inquietante. Los alambres de espino, convertidos en marisma. 

Un flasback: la primera y única vez que me había asustado escuchando un disco fue con el Psychocandy, el debut de The Jesus and Mary Chain, que tengo en poco menos que un altar. Tendría unos 15 años o 16. Y esa gente gritaba con las entrañas y tocaba la guitarra de una manera que no había visto en mi vida, colocando al ruido por encima de todo. 

Al principio, la pregunta con ese disco era ¿por qué me gustan tanto unas canciones tan estridentes? En primer lugar, por la violencia irracional que todos escondemos dentro de nosotros. En segundo, porque aquella avalancha de zumbidos escondía unas canciones de pop muy bien pensadas, de una calidad poco común. 

Es decir, que habían dibujado una bellísima ninfa a lápiz y le habían tirado por encima un tonel de pintura, a lo Polock. Dejadez y precisión, implicación y nihilismo trabajando juntos y creando un 
cóctel molotov de confusión. 

Todo aquello fue para mí un himno adolescente, y discos como Kesto, más inhumano pero a la vez más consciente, como visitar las ruinas de una civilización extinta, pueden ser los que marquen el futuro. 

En una industria que trabaja en bucle, en base a la repetición de lo que funciona, algunos (D.E.P. Mika Vainio) se atrevieron a construir un disco único, desorbitado, imperfecto desde su chulesca concepción que se olvida tanto del espectáculo como del espectador. 

Porque Kesto es inhóspito. Podría engañar a un ingenuo enviándole fragmentos del disco y defendiendo que se trata de ondas alienígenas detectadas por nuestros satélites. 

Esta es una obra imposible, como lo fue el Ulises de Joyce, difícil de tragar y casi imposible de entender y valorar, una gran desesperanza que lo confirma, sí, todavía hay esperanza en el futuro del arte y la originalidad.

NOTA: 8,7