sábado, 26 de diciembre de 2015

¿Hay que ir a ver Star Wars?

Sí, el otro día un colega y yo nos gastamos más de 20 euros entre los dos y entramos en una sala de cine a ver la última película de George Lu…perdón, Disney. La pregunta que se hará el profano es si debe ceder o no a toda esta vorágine publicitaria.
 Mi respuesta es depende, ir si queréis y si no no, porque...


(alerta spoilers)


... Star Wars es como el Slanted and enchanted de Pavement, a la vez una creación soberbia y una mierda empaquetada. La diferencia estriba en que al disco le ocurre en el buen sentido (fabricación chapucera, vitalidad pasmosa); mientras que el Episodio IV+III de Star Wars pertenece al lado oscuro del arte, es decir, no lo hay por ningún lado. Un cúmulo de explosiones en el espacio desafiando las reyes de la física y rodeando la nada.; que precisamente por eso suenan: para que no nos enteremos mientras nos roban. 
En vez de personajes, hay actores disfrazados. No busques verdadero drama, aquí hay gente haciendo cosas, yendo y viniendo de forma más o menos verosímil.
Digo Episodio IV+III en vez de VII porque no tenemos mucho nuevo que ver, aparte de tres nuevos protagonistas. Éste es un pseudoremake descarado y no declarado de la primera película, sueño húmedo de integristas religiosos que se hacen tostadas con la forma de la estrella de la muerte y cortan el pavo a sablazos láser. Parece ser que lo del fan de la saga que mató a un hombre por contarle spoilers sólo fue al final un bulo, sea como sea debería hacernos reflexionar no sólo de la facilidad (y felicidad) con la que se propagan gilipolleces por Internet, sino también del estado de cosas en que nos movemos.




El mayor problema de la película no es ya que se hiciera para fans, sino que hay dos tipologías, los espiritualistas y los fetichistas, y se ha pensado en los segundos, convirtiendo a la saga (aún más) en una mercancía, cosificando lo que debería ser una bella y épica metáfora en una parida prolongable ad infinitum. La empresa del ratón se dirige aquí a quienes compran muñecos de R2-D2 y se excitan si su novio/a se viste de algún personaje de la saga en su noche de bodas, así que yo he pasado de pedir nuevas películas a la hora; deseando que esto acabe antes de que ya sean malas hasta las primeras, por contagio. Menos mal que a Harrison Ford todo esto le importaba un carajo y quería irse lo más rápido (y bien pagado) posible: así al menos muere alguien.

Tenemos una factura técnica impecable. La BSO, a la que en lo principal no se ha añadido una sola nota respecto a anteriores entregas, sigue teniendo la misma fuerza. El problema empieza cuando descubres que al guión tampoco se le ha añadido una línea. A esta gente les debieron contar mucho de pequeños aquello de "la historia se repite", y de esos barros estos lodos. Fijaos en esta comparación:




EPISODIO IV
EPISODIO  IV+III (que vienen siendo Rey, Finn y Ben)
Comienzo en un planeta desértico, donde hay seres feos que se dedican a la chatarra. De allí sale un jedi con un aún desconocido por él (pero enorme) poder de la fuerza.
Comienzo en un planeta desértico, donde hay seres feos que se dedican a la chatarra. De allí sale una jedi con un aún desconocido por ella (pero enorme) poder de la fuerza.
Si me apuras, también es prácticamente lo mismo que el Episodio I, todas las trilogías parten de un personaje principal nacido del desierto. Quizás la arena rozando sus partes al nacer despierta la Fuerza en ellos.
Rápida aparición del Imperio y su chico de los recados (Darth Vader), que desde el principio se vea lo malos que son, aquí no hay sitio para matices en cuanto a bandos. Guerras como las pensaría un niño pequeño.
Rápida aparición del Imperio y su chico de los recados (Kylo Ren), que desde el principio se vea lo malos que son, aquí no hay sitio para matices en cuanto a bandos. Guerras como las pensaría un niño pequeño.
Robot (R2-D2) que contiene una información de total importancia y desencadena la acción en el personaje principal.
Robots (R2-D2 y BB-8) que contienen una información de total importancia y desencadenan la acción en el personaje principal.
Bar alienígena con música en directo en el que se conoce a alguien importante, pero hay indeseables que causarán problemas.
Bar alienígena con música en directo en el que se conoce a alguien importante, pero hay indeseables que causarán problemas.
Estrella de la Muerte
Joder, me imagino a los de Disney pensando sobre ello, concentradísmos:
JEFE:¿Qué arma del Imperio así guapa metemos en la peli?
GUIONISTA 1: ¡Una estrella de la muerte!
JEFE: Pero eso ya lo hemos hecho.
GUIONISTA: Pues una estrella de la muerte más grande.
JEFE: ¡Eres el puto amo! ¡Ascendido!
Por cierto, en el Episodio VI ya tuvieron la misma idea.
Joda
Maz Katana
Ganan los buenos pero el mal es poderoso porque quedan dos pelis más.
Ganan los buenos pero el mal es poderoso porque quedan dos pelis más.


Lo peor de todo es que después de acabar esta crítica he visto alguna otra y recalcan esto mismo: vamos, que es jodidamente obvio, no es que yo esté inspirado. Al final, lo que podría ser una experiencia increíble resulta un film fallido; porque entre la autoparodia por un lado, y la concesión plena al cine palomitero y sus reglas por otra, sabes lo que va a pasar antes de que ocurra. Una pena, desaprovechar uno de los universos más icónicos y maravillosos del cine fantástico. Y qué decir del villano principal que se saca la máscara y no parece sino un pringao, y lo siento por el actor pero es la sensación que transmite, le va muy grande. Se quejaban de Hayden Christensen...Por no hablar de la desfachatez principal, consistente en que casi todos los protagonistas, pese a proceder muchas veces de planetas distintos y a lo "grande" que es el espacio, sean familiares entre sí.

Cuando salió la precuela, los "fans" se quejaron porque no era buena, que perdía el espíritu de la saga...Paparruchas. Lo que les pasa es que no quieren ver cine, sino la misma película una y otra vez, volver a tener de frente a la estrella de la muerte, y no sólo desayunando. Puede que la precuela no fuera una obra maestra (tampoco la trilogía original) pero suponía un vehículo extraordinario para la imaginación humana, y las posibles carencias no importaban. Este nuevo capítulo no estimula dicha capacidad del intelecto, sino que la mata. Vagamos en la continua decepción de lo previsible a lo largo de horas de metraje. Si queréis hacer un remake, hacerlo, sería entendible dado el progreso de la tecnología digital. Pero una cosa es eso y otra repetir las situaciones 30 años más adelante en la línea temporal, destruyendo el equilibrio de la Fuerza...y del sentido común.

Es que tiene bemoles que los críticos en general estén diciendo que esta película es mejor que las vilipendiadas precuelas: aquellas contaban indudablemente con mejor música (Across the stars es oro puro), una historia más transcendente y original y personajes menos planos. Eso por no hablar del poderosísimo asunto central que allí había: la conversión de un niño bondadoso al mal, por culpa de una virulenta mezcla de confusión, ira y decisiones equivocadas, cóctel molotov que desencadenería inevitablemente en Darth Vader. Era impactante ver cómo Anakin iba cediendo ante el lado más oscuro de su alma. En el Episodio VI en cambio los personajes no evolucionan, parece como si  El Quijote nunca se hubiese escrito. Y la fascinación por el lado oscuro es inexistente, representado como está por un pajillero, un nazi y un aborto gigante. Palpatine ya estaba en el límite de lo humano: al intentar ir más allá han creado un sinsentido con el que es imposible identificarse.
La gracia de la precuela era caminar al lado de Anakin desde sus primeros días, para gracias a la magia del cine "suplantarlo", como si fuera uno mismo el que tonteara con el poder y la oscuridad: en el fondo, todos anhelamos ser los líderes de algún Imperio. Y al final, en un Walter White que lo ha perdido todo, en un Anakin que no sólo asesinó a quien quería supuestamente proteger, sino que fue derrotado para siempre, yace la conclusión de que las ambiciones mesiánicas sólo llevan, más tarde o más temprano, a una inmisericorde, patética derrota. Eso es CINE con mayúsculas, eso es verdadera tragedia, lo demás: merchaidaising.

Pero lo que para mí define esta película es cómo pusieron veinte minutos de anuncios (sí, en el cine) antes de que empezara, y eso que nos habíamos gastado más de diez euros en la entrada. Podía ser perfecta, pero no es ni verdadero arte, sólo el medio para conseguir un fin. Eso sí, la Fuerza, el espacio, los jedi molan, siempre molarán tanto que a pesar de todo no puedo bajar del notable...


  Puntuación: 7 (como dirían los burlaos, me he vendido a VEVO).
Te gustará: si te mola el Madrid de Florentino.


martes, 22 de diciembre de 2015

PSYCHOCANDY




Hay muchas formas de llamar a la puerta, cada uno lo hace a su manera. Pero Upside Down es pasarse. Esto es lo más perturbado que puede escuchar un cuerdo. Echarle una gota más de salvajismo haría imposible volver a tu vida capitalista y sedentaria como si no hubiese pasado nada. El día en que todo el mundo escuche este disco, nadie venderá trajes.

Best friend I've ever had/Uh-huh-huh/Feels like I'm going mad”; “Doesn't matter to me/
Doesn't matter to me/Knowing you can't see”




Y luego llega Psychocandy. Unos reconocidos amantes del pop como son los Jesus muestran aquí su bello cadáver e inmediata resurrección. El mensaje es claro, esencial: para qué estar triste si puedes estar cabreado. El álbum perfecto para escuchar en soledad mientras caminas hacia ningún lugar. Con él, las metáforas vienen solas, te acuchillan por la espalda: la dulzura pop como una turgente sombra sobre la que se arrojan un montón de cosas afiladas, el disco definitivo del sonido indefinido, la M80 pillando interferencias al pasar por el averno. Ruido y melodía. ¿Fomenta la violencia? No, la mata desde dentro.
Psychocandy comienza echándose un farol, acariciando tus mejillas antes de golpearlas. Just like honey es una “preciosa” balada rock, al menos para lo que representan estos tipos: canta Jim Reid aquello de “I´ll be your plastic toy/yo seré tu juguete de plástico”.
Esta canción asciende sobre los personajes en un momento culminante de Lost in translation, melancólica obra maestra de Sofía Coppola y que recomiendo más que este disco, la verdad, de una radicalidad tan pura que sólo puede encantarte o espantarte, no caben las medias tintas, y menos cruzando como cruza la frontera de lo insano e incluso doloroso, en un equilibrio que no se volverá a conseguir. En cambio, en la cinta de 2003 yace el reflejo de cualquier alma romántica.
Pero prestemos atención todos y todas al videoclip: eso sí que es puro Jesus and Mary Chain, medicina para jodidos de la mente. Jim Reid aguanta su guitarra simplemente para que no se le caiga, más perchero que guitarrista; el bueno de Douglas Hart toca sólo dos cuerdas de su bajo, para qué más, según él mismo llegó a decir; a los veinte segundos Jim, imagino que agotado tras su gran esfuerzo, se sienta para empezar a cantar, más desganado que la cigarra de aquella fábula, y con tan poco sentimiento que éste parece real (gran hallazgo). Bobby Gillespie, que pasaba por allí, golpea un par de tambores, que eso no es batería ni es nada, de pie y apático, como si no fuera con él. En realidad, las bases rítmicas simples y primitivas, rollo tribu aborigen de Oceanía, son uno de los puntazos del disco.Inevitablemente se repiten a lo largo del disco algunas de las escasas combinaciones posibles. Y mola. De algún modo (habrán vendido su alma al diablo) consiguen que nunca aburra.
A lo que íbamos, Just like Honey era sólo la trampa para cazar al oso: The living end comienza a tiro de escopeta y acaba como atroz apocalipsis, adrenaĺítica, anfetamínica; una canción sobre pillar tu moto a toda velocidad y sentirse enamorado de uno mismo, porque “I cut the road like a sharpener knife”. 


 

  Taste the floor es algo más lenta, pero a cambio mucho más sucia, guitarras que chirrían y relampaguean antes de resquebrajarse. La letra es extraña y deprimente, aunque con estos genios bastardos de la música contemporánea uno nunca tenga la sensación de tristeza: aquí hay demasiada energía para ello. A veces, cuando se me da por filosofar y Heráclito, Parménides y Tales de Mileto despiertan en mí, pienso en que, en realidad, las únicas diferencias entre la tristeza y el enfado son cuestiones de aceptación/resignación, la posición subjetiva de uno frente al problema y la energía disponible.  
¿Sigue alguien leyendo o ya se han ido todos? The hardest walk fue la primera canción que escuché del grupo. Aún recuerdo cómo me resultaba jodidamente molesta, y eso que es de las más amables de todo el disco. Aquellos que no tengan unos oídos inquietos, quizás incluso algo masoquistas, dudo mucho que logren ver el dibujo que hay tras las zarzas. Porque eso entiendo que es Psychocandy: un conjunto de piedras angulares, sólidas e imperecederas de la historia musical (léase Beatles, Stooges, la Velvet...); sobre las que se superponen hiedras venenosas y tojos enmarañados, los árboles no dejan ver el bosque y eso es lo que mola: el bosque ya lo habíamos visitado mil veces, ahora que alguien nos enseñe las espinas. Así, construyen sus canciones gracias a  las supuestas (¿hay algo absoluto en el arte?) imperfecciones que los demás grupos llevaban evitando desde los anales de la música popular, a excepción de Lou, Cale y compañía; que en vez de ser hijos de su tiempo son padres de todo lo demás.
 Aquí hay más defectos de sonido que sonido, pero sigue estando ahí. Cuando pillas la broma del asunto, y al fin te decides a escarbar, terminas satisfecho por lo descubierto a pesar de tener las manos llenas de sangre. 

 


Lo mejor de Psycochandy es descubrir al final cómo, después de tanto escándalo, es un disco muy similar a lo que habíamos visto hasta ahora. Le dan un giro de 360 grados al pop: es decir, lo retuercen, literalmente lo violan (con consecuencias palpables décadas después, en una legión de imitadores más inagotable que los soldados imperiales de Star Wars), pero luego lo dejan como estaba; aunque destrocen tu habitación, todo lo realmente importante está en su sitio con una precisión científica. El Método utilizado es juntar una base sólida, melodiosa y perfectamente rítmica con un mundo subversivo y anárquico de distorsiones, empalmes y todo tipo de intromisiones ilegítimas al honor de los instrumentos musicales, y dejar que se peleen: de este imposible intento de unión nace la química emocionante y misteriosa de In a Hole,Taste of Cindy, la nihilista Never Understand (mi favorita), o Inside me, la más brutal de todas.
La producción de Cut dead o Some Candy Talking es prácticamente limpia, pero se integran sin problemas en un conjunto musical que nunca dejará de ser un milagro de la alquimia; cómo con los peores elementos y los errores del pringao amateur conseguir uno de los discos decisivos del fin de siglo.¿La respuesta? Actitud.
Por cierto, ¿JAMC triunfaron gracias a asumir que nunca lo conseguirían y crear música sin preocuparse por nada ni nadie? Qué va. Estaban tan idos cuando sacaron el Psychocandy que su objetivo era escucharlo en radios comerciales, lo cual resultará de lo más sarcástico al que le dedique a esto quince minutos de su tiempo.


 


Toda esta impetuosa construcción se sostiene gracias a un puñado de caramelos cuidadosamente ubicados: de otro modo, el quinto hit destrozatímpanos seguido haría claudicar al más testarudo. Para nosotros, los melómanos de oído menos refinado, existieron directos como el celebrado en el Electric Ballrroom un 9 de septiembre de 1985 que ya nos queda lejos (está en You Tube). Casi hace justicia a la leyenda que les precede, referente a entre otras cosas tocar de espaldas tres o cuatro canciones, crear disturbios y pirarse.La mecha de una revolución que, habéis adivinado: no lleva a ningún sitio. Pero es excitante verla.
Luego también está por ahí el Barber Wire Kisses, con caras B de la época, pero eso ya es para viciosos. No se puede llegar más lejos caminando el anguloso sendero del noise pop. Aquí empieza y termina todo.

           

  PUNTUACIÓN: 9,7               AÑO: 1985                DURACIÓN: 43 minutos 10 segundos

Just Like Honey (9,5)
The Living End (9,7)
Taste the Floor (9,3)
The Hardest Walk (9,2)
Cut Dead (9,5)
In a Hole (9,8)
Taste of Cindy (9)
Some Candy Talking (9,5)
Never Understand (10)
Inside Me (9,7)
Sowing Seeds (9,5)
My Little Underground(9,2)
You Trip Me Up (9)
Something's Wrong (8)
It's So Hard (7,5)



lunes, 21 de diciembre de 2015

¿Cómo se hace un periódico?

                                

                                  Título: Primera Plana (The Front Page)
                                  Año:1974
                                  Duración:105 minutos
                                  País: EEUU
                                  Director: Billy Wilder





Ahí va una (anti) crítica que podría suscitar muchas críticas, un comentario más cuadrado que redondo a la comedia periodística Primera Plana.
Si hay bastantes formas patéticas, egocéntricas y perniciosas de analizar una película, desde luego una de ellas es ponerse a repetir las frases y diálogos que más te hayan gustado como espectador.

-“¿Qué te parecen esos titulares?
(Williams dances on air, entre otros)
-Todos son una birria. Lo malo es que no se le puede sacar mucho partido a la horca. Si por lo menos tuviéramos silla eléctrica en este estado…Williams en alta tensión. Williams se fríe. Williams asado vivo…”

También hay bastantes formas patéticas, egocéntricas y perniciosas de ejercer el periodismo, una de ellas es la que aparece en Primera Plana:-“Necesitamos las últimas palabras de Williams mientras sube los trece peldaños. Algo con mucha garra. Si quieres te lo inventas.”
 “-Por eso eres un buen periodista. Porque estás en el lugar y el momento oportuno.
   -Pero nunca en casa”.

“-Voy a ser la envidia de todos los periodistas. Un atajo de pobres diablos con los codos raídos y los pantalones llenos de agujeros que miran por la cerradura, que despiertan a la gente a media noche para preguntarle qué opina de fulanito o menganito, que roban a las madres fotos de sus hijas que han sido violadas en los parques para hacer las delicias de un montón de dependientas y amas de casa, y al día siguiente su reportaje sirve para envolver un periquito muerto”.

Venga, una más (que esto es un vicio) y empiezo en serio:
“-La muerte de ese policía forma parte de una conspiración anarco-bolchevique que pretende socavar nuestras instituciones democráticas.

Williams no es un loco. Es un infeliz que ha tenido la mala suerte de matar a un policía de color en un año de elecciones.”

Y una última de regalo para las fotos provocativas, más o menos sexualmente explícitas que cuelgas en Instagram: “que el viento te impulse , pero no te derribe”.
Hablando en plata, Primera Plana son un puñado de periodistas decrépitos, machistas y retrógrados, tipos asquerosos en general y por vocación que se sientan en una mesa a jugar a las cartas y le tocan el culo a la señora de la limpieza (intenté buscarle un término menos machista a la pobre limpiadora y me salió un montón de porno).

Por la ciudad y los escenarios se pasea un asesino que no es sino la excusa para mostrar la incompetencia de nuestras instituciones y todo lo que creíamos más sagrado: los políticos (representados por el sheriff, personaje lamentable que cierra burdeles la semana antes de las elecciones para ganar el voto de las familias); la policía, que aquí tiene más peligro que el asesino; el psiquiatra obsesionado con los símbolos fálicos y sobre todo, sobre todo los periodistas: Williams sale de su escondite, todos los medios están ahí para verlo, y cada uno cuenta lo que le apetece en una innecesaria espectacularización de hechos ya de por sí espectaculares. El morbo vende más.
Unos periodistas que crean y esconden las noticias según les convenga, y agitan la realidad hasta que caigan monedas.

La ironía de esta película es tan brutal y etorcida que puede desquiciarte: el amoral, saulgoodmaniano* Walter Burns da conferencias sobre ética en la Universidad de Chicago después de estropearle la boda a su mejor redactor, sublime la última escena del reloj. El periodismo como una secta en la que si entras ya no saldrás nunca, teniendo que renunciar a todo lo dulce de la vida; bajo la dictadura del LID y la pirámide invertida (nadie se lee el segundo párrafo, nadie se ha dado cuenta de que me salió un pareado).

Y además me invento palabras, porque como he visto entera Breaking Bad, y ahora estoy comprobando que la genialidad no se acaba en Better Call Saul, me lo puedo permitir. Y encima hablo de series que no vienen a cuento. Verdaderamente, esto es una chapuza de análisis, un despropósito desprovisto de propósitos; palabras, palabras, palabras, dijo Hamlet. Cuando son sólo letras que se unen, es que algo falla. Juntar letras no es periodismo.

Afortunadamente, no todo este oficio es patético, egocéntrico y pernicioso, ni todos los comentarios de películas. Pero desde luego éste sí. Alguien debería hacer una dura crítica a la crítica de esta película.




                                                         Puntuación (The Front Page): 7,7
 *No os lo creáis si no queréis, pero goodmaniano ya existía, por un tal Nelson Goodman.

viernes, 11 de diciembre de 2015

NOWHERE



 Nombre: Nowhere. Se traduciría como "en ninguna parte, en ningún sitio". Un lugar con sus propias reglas, desconectado del resto del Universo, insumiso a sus leyes y degradación. El País De Nunca Jamás particular de unos chicos de Oxford. Quizás también el tuyo.

Grupo: Ride. Formado en 1988, disuelto en 1996 tras años de crisis interna. Se reúnen en 2014, en principio solamente para hacer directos.

Estilo: Es una propuesta de shoegaze (o shoegazing) no muy exigente ni radical, con reminiscencias de psicodelia, jangle pop o dream pop; paradójicamente considerado una de las obras cumbres del estilo a base de calidad, aunque no termine de identificarse con él.

Duración: 37 minutos 27 segundos la versión original de 8 canciones;  se le irían añadiendo hasta 7 más: Taste, Here and Now, Nowhere, Unfamiliar, Sennen, Beneath y Today. Aunque inevitablemente desdibujen la imagen sonora del disco, continúan de forma más que digna la obra de los ingleses.

Miembros: Laurence Colbert a la batería y Steve Queralt al bajo; Andy Bell y Mark Gardener como guitarristas, vocalistas y compositores principales. Bell incluso prueba al piano y con la armónica. De hecho surgirían, más pronto que tarde, conflictos tan inevitables como irresolubles (hasta la reunión del grupo en 2014, claro) entre el liderazgo musical de Andy Bell y el "social", interpersonal de Gardener: era el que daba titulares y salía en las revistas. Fue incluso portada de NME. Como es obvio, este protagonismo no le sentaría nada bien a Bell, y mucho menos las tensiones al grupo, que pronto entraría en declive, no por falta de calidad, sino de unión, "que hace la fuerza", componiendo cada uno su parte en lugar de realizar el brainstorming excitado y titánico que (imagino) daría lugar a...
  
Seagull, aún más brutal que el corto homónimo de Cyanide and Happiness, es como cruzar un tsunami nadando por debajo, la batería la toca un pulpo.Al final rompe. Ya habían tocado el cielo con sus EP's anteriores, ahora se trataba de atraparlo.

Vapour Trail, sobre todo en acústico, supone -para las almas románticas- regresar a la infancia que nunca volverá, cuando buscábamos la plenitud en el futuro y no en otro mundo, al desconocer todavía la ineluctable finitud, la imperfección de lo terrenal.

No sentíamos tan lejana la felicidad, victoria final de nuestras sufridas almas caídas: bastaba con que pasasen un par de años. Pero esa perfección llegó hecha trizas, en pequeños suspiros de gloria: amores que se tenían por perdidos, discos como éste. Y por lo demás tenemos un mundo contradictorio.  Sigue siendo una hermosa representación, pero ahora puedes ver a través del telón, donde la mugre se acumula. Los ideales no eran más que eso. Los imperios son oscuros, los reyes también se sientan al trono.

Cuando algún representante de esa secta milenaria que critica todo lo novedoso, y ya diera nombre, de puro escozor, al barroco o el impresionismo, vio por primera vez a alguien con la mirada fija en el suelo mientras tocaba, imagino que debió de darle un vuelco al corazón.

Y cuando decidieron, reunión secreta en unas catacumbas mediante, llamarle shoegaze a esa escena incipiente, por su uso reiterado, quizás neurótico, de los pedales de efectos -colocados en el suelo, lo que les obligaba a bajar sus cabezas-, jamás pensaron que llegarían tan lejos. No en un sentido de éxito (nunca, ni en sus más recientes revivals, saldría del underground; y de hecho sería aplastado sin piedad por el britpop que estaba a la vuelta de la esquina, y hasta ese momento había sido también eclipsado por lo que Cobain, entre otros, traían de América, etiquetado como grunge); no en cuanto a éxito sino a calidad artística.

Las connotaciones evidentes de timidez, apatía y debilidad de su postura, como cuando tienes cinco años y tu profesor de Sociales te regaña, debió de generar indiferencia y burla en un primer momento, cuando aún no se sabía que, en realidad, se estaban elevando, en una primacía innegociable de la experiencia mística sobre la interacción con el espectador.  Para dar botes sobre el escenario ya había un montón de artistas dudosos y rockeros sudorosos ofreciendo poco más que eso. Ellos (Slowdive, My Bloody Valentine, Ride, Chapterhouse) querían transportarte, y, en el peor de los casos, reventarte los oídos con la distorsión. Culpa tuya: en los conciertos de My Bloody Valentine, por ejemplo, se repartían tapones.

Resumir el estilo no debería ser difícil, si se tienen a mano un buen puñado de sinónimos de etéreo. En los casos más radicales, la voz, transformada en hondos suspiros entre lo dulce de la belleza y lo amargo de la pérdida, es transformada en un instrumento más, y todos ellos se funden en un todo, naciendo un sonido nuevo, líquido.

De todos modos, Ride no fueron quienes más lejos llevaron estas premisas, y lo descrito en el anterior párrafo aparece en Nowhere como intención, tendencia; pero no como algo consolidado. Luego incluso se pasarían al "lado oscuro" del britpop y las peleas internas, y separarse fue lo mejor para todos:en la búsqueda de una mayor comercialidad, perdieron su esencia (escuchar Like a Daydream o Close your eyes), y ni siquiera lograron un éxito en ventas.

Después de un par de buenos intentos en formato corto como Play o Fall, antes de un CD con canciones poderosas todavía como es Going Blank Again, Nowhere constituye el epicentro artísitico en la trágica historia de Ride: cuando estaban en la cresta de la ola.

Aunque es un disco que acaba perdiendo fuerza con las escuchas, siempre nos quedará su belleza nostálgica, que a unos remitirá al sentir húmedo y cálido del primer beso, a otros al último; o a aquella Navidad  olvidada, cuando miraba por la ventana esperando la triunfante llegada del capitalismo, vestido de rojo y volando sonriente por el cielo nocturno.

O quizás sentarse en la arena de la playa, en la orilla de todas las orillas, cara a cara con el insondable misterio del océano que vence a la tierra y retrocede para hacerlo una vez más, y rompen las olas, epítome de lo furioso y lo inagotable, mientras la tormenta cae. Te metes en el agua porque se está más caliente que fuera.

Sí, eso es escuchar Nowhere: hacer el muerto, suspendido en el agua, en medio de una tempestad, sobre el rugido de las profundidades. Una gaviota se posa a tu lado y vuelve a empezar.

Sigue pareciéndome extraño que Oasis no volviera a despegar tras la llegada de Andy Bell. A fin de cuentas, era un compositor tan bueno como Noel Gallagher (podríamos comparar Live Forever y Vapour Trail, Perfec Time y Morning Glory, Champagne Supernova o All Around the World con Leave Them All Behind).


Disfrutad.

PUNTUACIÓN: 9

Seagull: 9,5
Kaleidoscope: 8,5
In a different place: 9
Polar Bear: 8,5
Dreams Burn Down: 9
Decay:8
Paralysed:8,5
Vapour Trail: 9,5

Si te ha gustado, escuchar: Smile (1990), recopilatorio de algunas de sus primeras canciones, incluidas Like a daydream o Close your eyes, mencionadas en el post.




lunes, 7 de diciembre de 2015

SIAMESE DREAM (Crítica disco)




Autor: The Smashing Pumpkins
 (es su segundo disco, entre Gish y el doble álbum Mellon Collie and the Infinite Sadness)
Estilo: Rock Alternativo, Indie
Año: 1993
Duración: 1 h 4 min 50 seg

 

Soñé con tener un hermano siamés, y compartir mis penas.

Puede que la voz de Corgan no sea  ortodoxa, pero sí bella, porque nadie más suena así. Un individuo (único y cualquiera), que ha escrito un diario sonoro en trece partes: sus miedos, sus fracasos, anhelos y frustraciones; todo está aquí en pleno esplendor, expuesto a la luz de lo atemporal. No quiere que los descubras; así que pasarán rápidos y rabiosos.
Trece trenes de mercancías cruzan a toda velocidad.
Las enigmáticas letras son incomprensibles, pero la música no miente. El sonido denso, profundo: han ido al infierno y están de vuelta, más cargados que Papa Noel. El característico dolor y guitarras crujientes, lastimosas, del grunge; los chispazos cacofónicos y estructuras a punto de estallar del noise rock, lo más directo y crudo de los Stooges, una gota de shoegaze, para que suene etéreo, lazos con el pop. Tenemos un poco de todo, así que sólo podemos calificarlo como rock independiente o alternativo.

Los nuevos tonos de la portada de la revisión de 2011 dan buenas pistas de de quién son deudores. Influenciado por la visión casi mística de Loveless (My Bloody Valentine, 1991), Billy Corgan intentó darle un color similar al  conjunto, consiguiendo un Loveless furioso, perdiendo abstracción en pos de lo terrenal.  Aquí, aunque ya sabemos qué se está diciendo, aún no sobre qué se habla. Un misterio cuidadosa y meticulosamente inexpugnable: sabed hoy que existo, jamás quién soy. Laberintos donde te van golpeando para que no choques contra las paredes. Basta con ver los nombres de las canciones: Hummer, Rocket, Silverfuck. Pero esto no es todo, amigos.

También hay momentos para ya no sólo la típica calma que precede a la tormenta (Pixies, Nirvana); sino lo ambiental, delicado, una música más visual y contemplativa, la carne se duerme y deja paso al espíritu, sonidos lejanos: como si de repente les hubiesen abducido mientras tocaban. El fluir del  dream pop. Pero no temáis, porque más pronto que tarde las guitarras se solidifican de nuevo. Al final comprendes cómo en esos oasis melódicos se esconde el centro de gravedad del disco, lo que en realidad nos querían contar: tras fatigarse en la rabieta, llega la confesión. Elevarse a partir de fuerza bruta, luego planear y admirar las vistas, como en la alfombra de Aladino. La cabeza de Corgan tiene una mecha: la enciende, explota y el suelo te enseña los trocitos, lo que había dentro, mientras él se agacha avergonzado a recogerlos.
Un disco nacido del dolor, pero que a base de fuerza y vitalidad artística consigue no ser deprimente, excepto en la dolorosa Disarm, acto catártico brutal. Se cosen con grapas las heridas y por poco no mueren. ¿Es necesario el sufrimiento para el arte? Para éste, sí. Como en Nevermind, al final la mayor virtud de todo esto es que es real: “I used to be a little boy”, canta Corgan acompañado con cuerdas en Disarm, la canción perfecta para el fin de año perdido.

Continúa sosegándose un poco (Spaceboy, Sweet Sweet), pero no se resiste a irse sin abofetearte: Silverfuck haría las delicias del metalero más intransigente. También hay algo de heavy aquí. Corgan se vale de todo lo que está a su alcance para completar su sinuoso (maravilloso) puzzle.


VALORACIÓN: 8,8

Cherub Rock:8,2
Quiet:9
Today:8,5
Hummer:8,5
Rocket:8,5
Disarm:8,5
Soma:9,5
Geek USA: 9
Mayonaise:8,2
Spaceboy:8
Silverfuck:7,5
Sweet Sweet:8,2
Luna:7,5

lunes, 30 de noviembre de 2015

Wall-E (crítica)

 
Año: 2008
Duración: Aparentemente media hora, 108 minutos de reloj.
País: EEUU
Director: Andrew Stanton
Guión: Andrew Stanton, Jim Reardon sobre una historia compuesta a dos manos por el primero y Pete Docter
Música: Thomas Newman
Género: Animación, ciencia ficción, distopía, cine familiar.

                                              (AVISO: no leer si no se ha visto la película)


Wall-E comienza con música alegre y montones de basura, montañas, como en aquella canción: "qué va a pasar, si me entrego y no funciona (...) si decido dar el paso y sale mal, aguantaré, podré escapar, podré volver...mi vida..."
Y es que la película es un acto de riesgo y entrega: por parte de Pixar, de su protagonista, de una Humanidad que, como diría el Mark Renton de Trainspotting, elige la vida, finalmente se arroja a sus ineludibles abismos e incertidumbres, la tierra árida antes que paraísos de celofán.

Los primeros minutos del largo subsisten en el delicado equilibrio entre las vicisitudes propias del cine familiar y los deseos de plasmar un mundo en ruinas, despoblado, inerte: cucarachas y chatarra.
Al paso de WALL-E despiertan hologramas que anuncian un mundo mejor en el crucero Axiom, continente metálico, la última nación de una especie humana huyendo de su propio destino, errante en las profundidades del espacio; el paraíso de las comidas en vaso, donde no hace falta caminar y todo es diversión.

Una de las maravillosas ideas de la cinta son los vídeos con personas reales llamando a una felicidad voluptuosa, o incluso a la tranquilidad de los ingenuos. Estos cortos, perfectamente incrustados en el paisaje y trama de WALL-E, no sólo dinamizan un poco el necesario cine mudo de la primera media hora (el cuál no deja de ser un genial ejercicio de estilo donde Pixar demuestra contar con el músculo artístico del cine más clásico), sino que aportan un toque de crítica social que resulta clave para la película. No se habla de mundos fantásticos, sino del nuestro. La diferencia entre la imaginación pura y la fantasía más comprometida.

Esas escenas en imagen real, a las que me he referido en el anterior párrafo, parecen obra de los mismísimos Trey Parker y Matt Stone, que ya utilizaron técnica semejante para castigar la superficialidad y pantomima de la publicidad de las marcas y las acciones de nuestros políticos: ejemplos de ello en la  actual temporada de South Park, con esos anuncios del nuevo barrio alternativo en el pueblo; o en otras anteriores, con aquel dirigente de una conocida petrolera pidiendo disculpas maniática y estúpidamente como si sirviese de algo). Volviendo a WALL-E, es sublime la interpretación que el actor y cómico Fred Willard hace del "último presidente americano", al borde del caos más absoluto, con el logo de la Casa Blanca torcido y sus asesores gritando ¡corten! porque todo se va a la mierda. Me ha recordado incluso al Presidente Drek del primer Ratchet and Clank (y pronto último, pues está en marcha su remake), hablando a los habitantes de la galaxia Solana desde su nave, con la mayor tranquilidad posible, y eso que está a punto de destruir buena parte de sus planetas.

Quizás la mayor conquista de la película sea trasladar nuestros comportamientos, miedos y anhelos a un robot, en otras palabras: que WALL-E sea partícipe de las mismas convenciones sociales, debilidades y emociones que la Humanidad a lo largo de sus siglos de Historia. El tiempo pasa, pero las emociones básicas son siempre las mismas. Nos sentimos más identificados con este desdichado robot que con los personajes de carne y hueso de otra película como The Martian.

WALL-E tiene un trabajo esclavo y alienante, que quizás odie pero realiza con una rutina implacable, llega a su casa, enciende las luces, se quita los zapatos, acumula una serie interminable de objetos inservibles pero a los que les tiene apego, enciende la televisión para que le haga compañía, anhela ser amado, mira al cielo buscando respuestas, y se acuesta esperando tiempos mejores; levantándose cansado, prácticamente resacoso. Después de calzarse, sale afuera, y su curiosidad le pone en peligro.

La cinta basa sus logros en una gran fortaleza metafórica: las partes de soledad y romance se podrían haber rodado con personajes humanos, en el mundo de hoy día, cambiando totalmente el sonido, las imágenes y muchas situaciones; pero guardando éstas las mismas raíces profundas e implicaciones psicológicas; sería todo distinto en su superficie, y en el fondo exactamente igual.

Esa chica cruel sin el menor interés, un tipo patético y avergonzado de sí mismo ante la visión de su amada, casi divina: todo parece sacado de una canción de Los Planetas, expertos en ese amor de dimensiones cósmicas pero conclusión forzosa y temprana; voces que se lamentan, guitarras que crujen, todo grabado con prisas, mientras todavía sienten las cuchilladas.

WALL-E no es una vieja máquina, sino un chaval de 17 años enamorándose verdaderamente por vez primera, sintiendo aún el amor con toda su fuerza, sin las contradicciones y sinsabores de la edad adulta. Es ante todo un ser solitario, habitando un mundo desolador, entregándose a un nuevo y poderoso sentimiento con toda su bella ingenuidad. Eso explica los riesgos que toma al principio (ella le quiere matar). Y es que no puede evitar entregarse, tratando de llamar la atención de la distante EVA sin conseguirlo. Caerá así en un irremediable patetismo.

En una escena inmediatamente posterior, estando ambos en casa de él, miran la película de los bailarines (como todos nosotros, cuando nos enamoramos, echamos un vistazo, consciente o no, a las "películas" que tenemos en nuestra cabeza, porque las vimos, porque las soñamos). Entonces, intenta hacerlo real y coger su mano, fracasando una vez más.

Al principio, a ella, la avanzada sonda EVA,  WALL-E sólo le causa gracia, pero empezará a valorar su importancia al encontrar algo en él relevante para sus propósitos y objetivos vitales; que en este caso es la planta, pero podrían ser éxitos artísticos o empresariales, una buena situación social....

Aunque sin enamorarse de él en absoluto, quien está dispuesto a ir a buscarla, allá donde sea: África, el País Vasco, la casa de sus padres, un crucero en el espacio. Se encontrarán no en París ni Venecia, sino en un lugar donde la gente no mira más allá de sus propias narices; y la tecnología domina, ordena y explica el sentido de la existencia. Donde la tierra, la vida (esencialmente sucia) es contaminación. Sintiéndose triunfantes por un bienestar y un progreso tecnológico llevados a su límite. "Creo que nuestros antepasados estarían orgullosos de saber que 700 años después estamos haciendo lo mismo que hacían ellos", afirma el Comandante de la nave, último reducto de la vida humana.

Pero no somos máquinas, y las contradicciones primitivas, arcaicas, que viven en nosotros desde antes de que fuéramos lo que somos, siendo imposible librarnos de ellas sin perdernos a nosotros mismos; todas esas fuerzas profundas e inasibles nos empujan hacia afuera, hacia la violencia, la lucha, la poesía. En cierto sentido, El club de los poetas muertos y ésta son la misma película. La vida como algo a ratos miserable, pero siempre lleno de rabia y amor.

También hay en WALL-E una inevitable rebelión de las máquinas, algo tan manido que ni los propios guionistas le prestan demasiada atención, como debe ser. Ya hemos visto Yo, Robot, Terminator, Matrix... En todo caso, la especie humana, representada por el Comandante, se levanta, volviendo a tomar el control.

Pero WALL-E ha sido destruido, cosa que EVA no puede aceptar; pues entre medias, en una de las más bellas escenas que Pixar pudo recrear, ella observó atentamente los celosos cuidados que el bonachón del robot le proporcionó cuando ella era vulnerable (o al menos así pensaba él), cómo la protegió por encima de su propia vida; y aquel patetismo inicial no era sino un cóncavo reflejo de la veneración que profesaba por ella, hasta la desaparición de sus egoísmos, fundido su yo en la etérea visión del amor, desaparecido de sí mismo. Distorsión. Amor.

Y una vez ella se dio cuenta de ello, no pudo otra cosa que sentir lo mismo, rendida al fin, "vencida" por el mayor de los desdichados, el lastimoso WALL-E, que se podría llamar Jose, o Juan, o Pedro, o...sufridor sobre una tierra enferma, bajo el Imperio de un sol implacable, días y días acumulando basura sin sentido aparente.

En cuanto a la música, es inteligente, atmosférica; cumpliendo sobradamente en sus funciones, aunque raramente ocupe el primer plano. Es una película visual y emocional, lo cual no significa la inexistencia del sonido o la lógica (aunque se colonicen sin más planetas supuestamente tóxicos o una planta sobreviva a una avalancha de obesos espaciales).

Resumiendo: una película donde los robots son humanos y los humanos son robots.
Para que los niños viajen lejos y los adultos vuelvan pronto.
Y también es graciosa, pero visto lo visto es lo de menos.


                                                                   Puntuación:8