lunes, 12 de diciembre de 2016

Populistas


Desde el principio me llamó la atención, y cada día parece estar más de moda, el insulto por excelencia de la política moderna. Se utiliza al hablar de Podemos, al hablar de Trump (qué diablos, algunos periódicos parecen querer decir que son una misma cosa), con el Brexit de marras, lo del referéndum en Italia, grupos neonazis varios y para el todos contra todos.

 Es el comodín de la llamada (a la hipocresía). Porque me resulta gracioso/ irónico ver a líderes de distinto signo denunciando a sus rivales como “populistas”, siendo el populismo, en su justa dosis pues todo en exceso sobra, base ineludible para el éxito electoral en cualquier democracia. Es imposible llegar a la Moncloa, o a la Casa Blanca, sin algún toque de este ingrediente X. Claro que hay diferencias de grado y unos son más demagógicos que otros, pero no deja de ser como miopes difamando a tuertos.

 Todos los partidos mienten, porque el pueblo llano no se conforma con poco. Preferimos votar a alguien que prometa diez y cumpla uno, antes que a quien permanece callado. Vamos a por el de perfil alto. 

¿Qué sentido tiene que un partido que ha incumplido la mayoría de su programa, incluso ha mentido sobre su propio eslogan de campaña, acuse a otros de populistas? Es como si un cíclope gigantesco te cogiera del brazo y dijera al oído, salivando: “cuidado con los (...), son monstruos terribles, no te fíes de ellos, deja conmigo esta noche a tus hijos.”. 

 En cuanto a los grandes medios de comunicación, me parece bien que acusen a algunos de populistas, porque para empezar, como acabo de decir, si tienen algún peso en la agenda mediática, en mayor o menor medida seguro que lo son. El problema es cuando luego defienden el populismo de "los suyos", copiando a rajatabla las mentiras que escupen como si fueran una correa que trae y lleva los mensajes del líder.

 Al ganar Trump, los medios se mostraron aterrados. Ahora parece que ya se han calmado un poco las aguas; pero he llegado a leer, entre las escasamente diversas columnas de opinión de un medio de cuyo nombre no quiero acordarme; que al día siguiente de ganar el empresario las elecciones, su hijo -el hijo de quien escribiera esas líneas, se entiende- lloraba en el colegio porque no quería que le mataran; que los niños en la escuela lloraban ante la visión apocalíptica de sus compañeros que se iban a ir; mientras, las niñas se abrazaban aterrorizadas (…) Todo correcto. Lo malo es que si hubiera ganado su adversaria, lo habrían vendido como una grandísima victoria "de la democracia";  y no saber realmente si se critica a Trump desde las páginas de nuestros diarios por su racismo, machismo, etc. o por simples intereses bancarios, empresariales.

No caeré en el relativismo: sí que hay políticos mucho mejores que otros, estoy convencido. Eso sí, todos son populistas. Así que habrá que buscarse otro insulto. Radical está bien. O extremista. No todos lo son. Pero un partido que no fuera populista desaparecería a los dos días de nacer, mucho antes de que le saliese barba. Y usarlo como arma dialéctica: llamar la atención en la fealdad de los demás para disimular la propia.


Fotografía extraída de Photopin


photo credit: Mike Licht, NotionsCapital.com <a href="http://www.flickr.com/photos/9106303@N05/25532420181">Trump Rally: Torches & Pitchforks</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/">(license)</a>

sábado, 10 de diciembre de 2016

10 razones por las que deberías ver Banksy: Salida por la tienda de regalos


Nombre original: Exit Through the Gift Shop
Duración: 1 h 27 min

Hacía tiempo que no  me "tocaba" hablar de una película de la que se pueden decir tantas cosas y a la vez tan compleja de explicar, sobre todo sin incurrir en los malignos spoilers. Así que dividiré la entrada en dos partes, gracias a una fotografía del "Muro de la Verguenza" israelí, que Banksy, artista urbano y director de esta cinta, osó grafitear. 

En la segunda hablaré sin cortarme de la película, así que recomendaría que la vieseis primero. No querría ser yo quien le quitara la magia a los trucos del hombre misterioso, o mujer, quizás sean varias personas. Banksy -que no Bansky, como yo pensaba en un principio- es un pseudónimo tras el que sólo Dios sabe lo que se esconde. 



En estos primeros párrafos, básicamente os intentaré convencer de que la veáis, y si queréis ya volvemos luego a reflexionar todos juntos. ¿Por qué os la recomiendo? Haré una lista de esas que tanto se llevan ahora:

1- Porque está a un click, en realidad. La podéis encontrar en You Tube doblada al castellano, basta con poner el nombre de la cinta en Google y ya aparece. No hace falta navegar por esas webs tan molestas de películas online, en las que te saltan sin parar ventanas emergentes de gente que se ha hecho rica y mujeres dotadas que viven cerca de tí y quieren conocerte.

2- Porque la realidad supera a la ficción. Arturo Pérez- Reverte escribió un libro sobre el mundo del grafiti, llamado El francotirador paciente. Uno de los personajes principales es un grafitero encapuchado y tenebroso. Sí, más sanguinario, pero menos interesante que el propio Banksy, pese a los esfuerzos del académico. Al Sniper reverteriano se le ocurren "gamberradas" pero ninguna con la iconicidad de encarcelar un muñeco vestido de preso de Guantánamo en una atracción de Disneylandia. 

3- Porque lo bueno, si breve... Pues eso. Traicionaría este principio si ahora me extendiera dos párrafos explicándolo. El metraje no alcanza la hora y media.

4- Porque como no está sujeta a nada ni nadie, puede sorprenderte. La libertad creativa de Banksy y su equipo les permite jugar con tu mente. 

5- Es una interesante iniciación al grafiti y todo tipo de arte urbano, así como el interés que empezaron a tener por él los galeristas a partir de los 80 y cómo esto pudo influirle.

6- Y sobre todo porque es una genial disertación sobre la mercantilización del arte... incluso sobre qué es el arte.




Bueno, pues eso, os haya convencido o no, me dispongo a analizar más profundamente. No cruzar los no iniciados.


¿Cómo ordenar nuestra confusión tras ver este documental a medio camino entre lo falso y lo real; con la veracidad, anécdotas y personajes supeditados a la plasmación de una idea, ya desde el título? 

No os engañéis: Salida por la tienda de regalos, aunque puede que no nos demos cuenta en un principio (a mí me ocurrió) es el título perfecto. No puedes salir de un museo, supuesta cuna del conocimiento, el arte y la cultura, si no es por su tienda: lo comercial entrometiéndose en cualquier esquina, intentando cubrirlo todo hasta en los últimos reductos del pensamiento libre y puro de influencias.

 Empecemos por el final. Banksy dice: "puede que el arte sea una especie de broma". Y es el director de la cinta, habrá intentado construir arte aquí. ¿Es este supuesto documental una broma? Todo apunta a que sí. Una broma intencionadamente enmarañada, una trampa para hacernos pensar en lo que nos rodea.

Las demás declaraciones en el ocaso de la obra apoyan esta tesis digamos macabra. Mr. Brainwash, seudónimo de Thierry Guetta, se defiende: "con el tiempo veremos mi creatividad, si soy un verdadero artista". Como éste es la viva encarnación del arte carente de todo significado, el que en realidad está hablando tras los hilos seguramente sea un Banksy atemorizador: el verdadero arte (significado) pronto se confundirá con la mercancía (banalidad, arbitrariedad), si no tomamos conciencia. 

La aventura se había iniciado con Banksy hablando con chulería tras su capucha, y con la voz tratada, una suerte de Bane sin batidos proteicos. Se supone que sería una película sobre él, pero no. Y sí, en realidad. "La película es la historia de lo que pasó cuando este tipo intentó hacer un documental sobre mí. Pero él resulta mucho más interesante que yo. Así que ahora la película irá sobre él." 

Desde el minuto uno, ya da coletazos el juego entre realidad y ficción. Se supone que es una película dirigida por Banksy (carajo, lo pone en la carátula); pero una voz en off presenta al tipo del que hablaba el grafitero, un ocioso comercial llamado Thierry, intentando grabar un documental sobre arte urbano, o sobre todo lo que se cruzaba en general. Todo intencionadamente confuso. Aun sabiendo de antemano que es una broma, ¿dónde empieza y dónde acaba? ¿quién está tras la cámara?

Banksy no quiere hablar sobre sí mismo -¿no perdería acaso parte de su magnetismo?- en lugar de ello nos trae la historia de un don nadie que probablemente sea invención suya, Thierry Guetta, quien necesita grabarlo todo con una cámara porque su madre murió sin previo aviso -bueno, él era el único en no estar enterado, le ocultaron su enfermedad- . Ahora utiliza el vídeo como una forma de volver eternos a los momentos. Y no puede parar de grabar. Él mismo lo reconoce como una droga. 

Más tarde, Guetta descubre que su primo hace arte urbano -es Space Invader-; comienza a seguirle por gusto a filmar de noche, al peligro, vivir sus vidas y ser un fantasma. Pronto ya no sólo captura las andanzas y obras de su primo sino también las de Shepard Failey, Buffmonster, Swoon... Estas figuras son reales, y por tanto la primera parte del documental puede entenderse como un repaso de Banksy a los grandes figuras del arte urbano, una forma de decir "no sólo existo yo". Aparece después, cuando Guetta le conoce y se convierte en su ayudante. 

Llega un punto en el que Guetta tiene tanto material grabado -se supone que estaba elaborando un documental- que vuelve a casa para poner orden en los miles de cintas rellenadas muy por que sí, sin ningún proceso de selección. No lo consigue. 

Comenta Banksy, tras ver la obra del de las patillas: "en ese punto, me di cuenta de que Thierry no era un director, sino alguien con problemas mentales, que por casualidad tenía una cámara. Eran hora y media de trailers de mierdas imposibles de ver."  ¿Quería decir aquí Banksy que muchos de los que hoy en día se creen artistas son en realidad locos a los que el destino les ha dado folios, cámaras, pinceles; y no saben muy bien lo que hacen ni ellos mismos, pero por pedantería humana un puñado de adinerados les dan el valor que estiman oportuno; una especie de ruleta rusa?

Después, Mr. Brainwash/ Thierry se dedica a hacer sus propias obras. Así que la cinta se convierte en una crítica del proceso por el cual el arte se convierte en una nadería; y una defensa simultánea del concepto detrás de la obra, algo quizás sutil pero que la sustenta y le da peso, sentido.  La mezcla de realidad y ficción sigue siendo enormemente confusa: la exposición de Thierry existió de verdad -supongo que él no-; realmente le hizo la portada de un disco a Madonna, éste.



El momento que lo resume todo es Thierry, ya auto-apodado como Mr. Brainwash, y su promesa de que a los 200 primeros visitantes les regalaría una obra original. Está en silla de ruedas, así que lo que hacen es empujarle alrededor de las fotos. Mientras pasa, mancha con un bote de pintura doscientas fotos iguales. Como esos supuestos artistas con obras que valen miles de euros simplemente por tener su firma detrás, siendo vulgares copias unas de otras. Los infinitos seguidores de Warhol. Uno tenía gracia, vale. Más no. 

Un artista selecciona, conceptualiza, simboliza: Mr. Brainwash graba sin parar, en serie; y lo mismo cuando pinta. Pequeñas diferencias, sutiles, casi imperceptibles, convierten una labor incuestionable en la vacuidad más absoluta, un comercio y encima, para estúpidos.

  Life is Beautiful es su eslogan perfecto, para un arte carente de contenido y denuncia, ¿y qué es el arte sino una denuncia política (1984; The Clash...), social (Oliver Twist) o emocional (El guardián entre el centeno; Radiohead)?... La vida es maravillosa: simplemente paga una pasta por mis obras incluso antes de verlas. Al principio de todo, Thierry se dedicaba a comprar ropa vieja y venderla mucho más cara: con el arte hace lo mismo, especular. Copia al pop-art y mancha los dibujos de pintura, para que parezca original un proceso que en realidad es en serie. Arte en cadena para una sociedad que no mire atrás, que no reflexione: todo como siempre y hacia delante. Y echadle un vistazo a su página web cuando podáis: http://www.mrbrainwash.com/

NOTA: 8,8





jueves, 8 de diciembre de 2016

Cuidar los libros




Desde pequeños se nos inculca, tanto o más que leerlos. Pero esos que hablan de cuidar los libros, ni los pasan ni repasan, no han deletreado una sola frase: los tomos son para ellos adornos pasivos -intercambiables- de estanterías. Los tocan una vez al año, para limpiar el polvo del anaquel. Por eso no saben que el progreso del caos es inexorable: mejor desgastar ahora leyendo que se arruinen luego solos sin nunca nada, de puro pasar del tiempo. 

El libro inmaculado, impecable, es  una realidad terrible. No ha sido nunca ni hojeado siquiera, muerto antes de nacer, sin heridas ni cicatrices.

Son...

Una manera útil o inútil de dar buena imagen a las visitas que tampoco leen. A esos compendios perdidos de verdades y mentiras jamás le han acariciado unas manos y una respiración. 

-maceta en la cabeza, piernas enterradas-

Yo sí desgasto, yo aniquilo lo más lentamente posible un libro que amo, disfrutando del trayecto que somos: arrugo las páginas, garabateo y completo márgenes con trastorno de publicista, emborrono desordenadamente, termino la invisibilidad de toda frase maravillosa que me encuentre. Las condeno al furioso estigma de mis bolígrafos negros destintados, goteando, chorreando tinta.

Ilumino escondrijos, denuncio divinidades y tristezas satánicas.

E intento releerlas luego, aprehenderlas como si se me clavaran, escribirlas de nuevo.



(para acotar un mundo basto, enorme hasta lo perverso; elaboro una guía turística de ideas y capítulos para viajeros con prisa).

Marco los libros que marcan. Es una relación recíproca. 

Este es un llamamiento. 

Nunca me dejéis un libro. Podríamos destrozarnos.

viernes, 2 de diciembre de 2016

SILENCIO




Una de las cosas que más se han valorado históricamente en el arte es la capacidad de salirse de la corriente dominante que triunfa en un momento concreto, para construir algo transgresor e imperecedero. Una obra que aguante el paso del tiempo e influya a los artistas de generaciones posteriores, ya preparados para comprender el futuro. 

¿Y qué son la inmensa mayoría de piezas musicales que escuchamos a diario sino la sonoridad más o menos editada de unos músicos y los instrumentos/ máquinas que tienen bajo su control... o les controlan a ellos? Pues John Cage en 1952 hizo todo lo contrario a los demás. 

La pieza se llama 4.33; pues es lo que dura (y mucha más descripción no se puede extraer de ella). En lugar de tocar él, se paraliza a sí mismo durante casi cinco minutos divididos en tres movimientos; y en ese silencio casi absoluto (remarquemos lo de casi) permanece inmóvil mientras deja que los ruidos externos actúen. Me refiero al señor bostezando de la segunda fila, el taconeo suave y apresurado de una joven tras la puerta, murmullos indescriptibles, los ¿aplausos?...

 No existe el silencio absoluto, ni dos iguales o remotamente parecidos. Cada vez que Cage interpretó 4:33, lo sintió como algo distinto, y el resultado también lo fue. Imagina escuchar este tema con los audífonos, por la calle. 4:33, obra inhumana, (in) finita, podría ser el repicar de la tienda de los chinos al entrar alguien, la bocina de aquel camión, el sonido intermitente de la lluvia al caer, el fulgor de los rayos de Sol sobre las hojas de los árboles. 

 Cage dejó dicho que todo lo que hacemos es música. Tenía razón, pues cualquier mínimo gesto del mundo emite una vibración audible por un oído lo suficientemente fino, y ¿dónde está la frontera entre  música y el ruido? Nunca dejará de ser algo plenamente subjetivo. Creo que un Dios, fuera de la prisión de todas las subjetividades, sentiría hasta el más tímido eco como parte de una sinfonía antigua como el mundo; bifurcada hasta lo interminable en el estertor solitario de una mosca, la fricción pequeña de sus patas, el bailar al viento de cada pelo suyo y el desintegrarse átomos de esos pelos. Todo movimiento es un Movimiento. 


El público interpretando 4:33 -o intentando interpretar por qué este señor se queda quieto delante de un piano- en McCallum Theatre

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En teoría es una obra para el instrumento de 88 teclas aunque podría ser representada con cualquier otro  y sobre todo con ninguno, o más bien el de la conciencia. Se trata precisamente de tener la capacidad del pensamiento, y despertarla a lo externo, a lo que nos rodea. 4.33 es un ejercicio de humildad por parte del músico, en realidad. ¿Qué es todo cuanto pueda hacer yo o el más virtuoso, en contraste con la indescifrable armonía del Cosmos?
¿Qué es la música? Se supone que una combinación entre sonido y silencio. Ninguno existe de forma pura: el otro lo invade sin compasión. Hasta 1952, el músico intentaba un sonido, y se pedía al espectador que contribuyera con algo cercano al silencio. 
Cage, y esto no es baladí, ingenió una suerte de música inversa, o más bien la descubrió, pues ya estaba ahí. Él simplemente acotó lo inabarcable en un tiempo fijo: 4.33. Es el único control que posee sobre una obra que se supone como suya: determinar cuándo empieza y cuándo acaba.
 
Intentó el silencio, los presentes -sabedores de la trampa o no- con sus muecas de incredulidad, sus quejas, los susurros (o gritos) de "¡qué (...) es esto!" hicieron el trabajo sucio a lo más puro que existe: el arte. 
Supongo que si conoces el truco pierde la magia. Pero acudir en su época a un concierto de este compositor renombrado, sin conocer sus intenciones, y que se dedicara a ser algo estático y mudo, para luego finalmente comprender el concepto que quería transmitir, tuvo que ser una experiencia memorable. O surrealista, desquiciante. La veneración de algo tan poco Occidental como el silencio.

Fotografía extraída de Photopin. Créditos:

photo credit: ROBERTO CABRAL PHOTOGRAPHY <a href="http://www.flickr.com/photos/121188812@N04/29903522843">Under the silence</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/">(license)</a>