lunes, 30 de enero de 2017

Sonic Youth: Murray Street

Disco
Grupo: Sonic Youth
Estilo: Rock progresivo, noise rock.
Duración: 45 minutos 40 segundos
Año: 2002

A la hora de recomendar la mastodóntica, tan inabarcable como difícil de digerir obra de Sonic Youth, he decidido comenzar por su duodécimo disco. No es de los que cimentaron su leyenda escapista -a un mundo paralelo sobre columnas de feedback-, ni siquiera describe especialmente quiénes fueron y cuál era su estilo, pero precisamente por ello es algo más accesible, quizás uno de los álbumes más "limpios" de su carrera, con temas progresivos de diez minutos y una canción pop que apenas suma tres. 

Si alguna vez se pudo decir sobre Sonic Youth "una delicia para los oídos", es aquí; y lo mejor de todo es que esta suavidad nueva no significa un producto domesticado, y los pasajes sonoros son tan inesperados como siempre, a pesar de los años. El único referente similar en su carrera es el también triunfal Washing Machine, entregado siete años antes.


S.Y. en directo: revolucionarios y revolucionados

El disco menos combativo de los neoyorquinos lleva como nombre el lugar de aterrizaje de un motor de los aviones del 11-S; aunque también se denominaba así el estudio de grabación de Lee, Kim y compañía. Murray Street fue importante para ellos, pues llevaban cinco años algo flojos, quizás la época más "apagada" de su trayectoria, y esta entrega les devolvió a su puesto privilegiado en la vanguardia dentro del rock.

Muy lejos de la abrasión de Sister o Dirty, ya no digamos del Confusion is Sex, la única canción "incómoda", Plastic Sun, dura dos minutos. Todo comenzó con The Empty Page, una joya extraña en la obra de esta banda, ¿Sonic Youth entrando con un tema pop melancólico? Aunque luego inunden la melodía con sus característicos solos de guitarras rotas, ya es demasiado tarde para no sentirse sorprendidos. 

Aunque no sea su estilo, cumplen de sobra; no por nada Murray Street es el triunfo de la versatilidad y la madurez, una pequeña muestra de lo aprendido tras décadas de carrera (y carretera). Disconnection Notice ya presenta la estructura lenta y progresiva que anunciábamos antes, aunque no sea su mayor exponente. Llena de parones suaves y paisajes impresionistas, nos introduce en el verdadero sonido del disco: es un amistoso saludo. 


Llegamos con buenas sensaciones a Rain on Tin, tercer tema seguido que canta Thurston Moore, y ya al nivel de sus grandes éxitos. Una baño espumoso, lentolentolento y lleno de giros como caricias. 

Toma el testigo al micro Lee Ranaldo en la canción más larga (dura una cuarta parte del total), Karen Revisited. Bastante melódica al principio, quiebra en una parafernalia ruidista -¡bienvenida!-; mal demoníaco del que nuevamente, de forma brillante, resurge la canción tras unos minutos de purgatorio, cual Thom Yorke saliendo del agua en el videoclip de No Surprises. Está agotada, revive medio muerta, la alegría vuelve pero ya en otro corte, Radical Adults Lick Godhead Style, punzante, directo, criminal. El solo es digno de la viola de John Cale en su época con Velvet Underground. Implosiona en la locura extraña de Plastic Sun Kim Gordon conduce el aquelarre, que nos lleva de la manito a la calma juguetona del último tema, Sympathy for the Strawberry. Se toma su tiempo en comenzar, en terminar, en apasionarnos. Ala, esto va por todos aquellos que afirman con pesadez que desde el 2.000 sólo se ha hecho mala música. 

Un disco notable... y quizás tengan unos diez todavía mejores.


Kim Gordon: guitarra, bajo y voz a lo largo y  ancho de la calle Murray 


The Empty Page: 8,3
Disconnection Notice: 7,5
Rain on Tin: 9,1
Karen Revisited: 8,2
Radical Adults Lick Godhead Style: 8,1
Plastic Sun: 7, 3
Sympathy for the Strawberry: 8,4
NOTA: 8,2



Fotografías extraídas de Photopin, créditos:


Fotografía el grupo en directo:    
photo credit: spiralstares <a href="http://www.flickr.com/photos/80052968@N00/175245622">sonic youth</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-nc/2.0/">(license)</a>

Fotografía de Kim Gordon: 
photo credit: [carlo cravero] <a href="http://www.flickr.com/photos/41718896@N00/830115778">sy_08</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/">(license)</a>



El conflicto del grafiti: PARTE 2/2

A pesar de la experiencia de Talos, Gatos no cree que el grafiti sea, de todos modos, un negocio rentable. “Como mucho sobrevives. Además aquí no hay mercado, son ciudades relativamente pequeñas. Si un solo grafitero pintara cada semana un local, a final de año no le quedarían locales por pintar. ¿Y para el año siguiente?” Aunque puede haber un nicho de mercado en la relación entre grafiti y el tatuaje. Gatos fue a Asturias a una concentración y diez de quince eran tatuadores. Todos estaban tatuados. El tatuaje te da la oportunidad de unir tu trabajo a algo artístico, y además las mejoras se retroalimentan. Estima que sólo tres o cuatro personas viven del grafiti en Galicia, como Pou (pinta en Luar) o Talos. Lo que se hace es compaginar con diseño gráfico, tiendas de tatuajes… Pero sólo pintar suele ser algo muy precario y mal visto. Como comenta Gatos, “El Correo Gallego habla negativo continuamente, y eso que Santiago es una de las ciudades menos pintadas de Galicia.”


Por Gatos

 Los primeros dibujos que hizo Gatos eran de Astérix y Obélix. Rápidamente fue desarrollando su estilo, llegando a formar parte del colectivo artístico Dios Ke Te Crew. Dos de sus miembros organizan ahora el festival de Carballo (Rexenera) y Desordes Creativas (Ordes), referentes clave del grafiti en Galicia.

Para Gatos no todo lo que se pinta en un muro es grafiti. “En Vigo, en Tui, están decorando. Pero para muchos, entre los que me incluyo, el muralismo no es grafiti, lo que se está haciendo en Vigo ahora mismo no es grafiti. Ni el propio Concello le llama grafiti a los murales que encarga.”

Gatos es de la postura de que la raíz del grafiti son jóvenes que pintaban su nombre en la calle de mil formas. Van mejorando el relleno, el 3-d, los colores… Para acompañar las letras, empiezan a meter dibujos, muchos relacionados con el cómic. En los 60 empezó el grafiti en Filadelfia, en la criminalidad. Luego, ya en los 70, en Nueva York los marchantes de arte se interesan por el grafiti, y empiezan a llevar a los artistas a museos, de repente lo que estaba fuera de los canales comerciales se compra y vende.

Muchas veces no tienen demasiado que ver alguien salido de Bellas Artes con un callejero como Gatos o la crew B12. Tienen visiones distintas. Para ellos, pintar en la calle es el fin, para el artista gráfico de Facultad quizás el muro sea sólo un lienzo más.

El fenómeno del grafiti ha sacudido diversas manifestaciones de la cultura popular. Además, gracias a Internet, ahora es mucho más fácil dar a conocer las obras. Las pintadas, si son ilegales, tarde o temprano serán borradas, así que la fotografía es un recurso imprescindible para el grafitero clandestino. Así inmortaliza lo que ha hecho. Muchos no salen a pintar si no tienen la certeza de que podrán sacar la foto.

Arturo Pérez Reverte les dedicó un libro, El francotirador Paciente, en el que se evidencia una gran labor de investigación: las marcas de los aerosoles –Belton, Montana-, boquillas de distintos tamaños para trazos diferentes, válvulas para controlar la salida de pintura, tags (la firma del grafitero) más cortos o largos según la valentía de su dueño, trenes pintados de punta a punta, palancazos (frenarlos para pintar mejor las paredes)…

Y en algunas de sus frases, el libro sostiene lo dicho por nuestros entrevistados: “Decir que sin grafiti las calles estarían limpias es mentira. Mancha el humo de los coches y mancha la contaminación, todo está lleno de carteles con gente incitándote a comprar cosas o a votar por alguien. Las puertas de las tiendas están llenas de pegatinas de tarjetas de crédito, hay vallas publicitarias, anuncios de películas, cámaras que violan nuestra intimidad (…) Según las autoridades, el grafiti destruye el paisaje urbano, pero nosotros debemos soportar los luminosos, los rótulos, la publicidad, los autobuses con sus anuncios y mensajes. Hasta las obras de restauración de edificios se cubren con lonas de publicidad.”

O, en cuanto a los tan famosos toys, al menos dentro del mundillo: “Pintar en cualquier sitio era de toys. De niñatos. Había que buscar lugares difíciles, planificar, romper o saltar vallas, pasar por los respiraderos, infiltrarse…Sentir el subidón de adrenalina mientras el resto de los mortales estaba de juerga o dormía (…) Llegar a una ciudad y pasar dos días sin comida ni dinero, durmiendo en cajeros o bajo un puente, para escribir allí… Los que nunca han tenido que currarse esas cosas son toys. Aficionados”.

Además, Reverte menciona a través de sus personajes cómo las piezas pintadas se insertan en algo mucho más grande, la ciudad, que también forma parte de lo que haces; y que el grafiti urbano no tiene, al menos, la perversión del mercado.

Grafiti de la crew viguesa B12, con su icónico dinosaurio

Respecto al debate de si el grafiti es arte o no, lo que se defiende es:  ¿no es acaso la definición de esta frontera el gran dolor de cabeza para la cultura del siglo XXI, cuando hemos visto ya la obra de un Warhol o de Duchamp? El protagonista de El francotirador paciente, Sniper, dice que ahora el arte nos hace más estúpidos, mencionando el caso de Marina Abramovic en Nueva York.

En cualquier caso, no todos los grafiteros piensan siquiera que sea arte lo que hacen, ni que deba incluirse a esta actividad dentro de las clasificaciones artísticas. Gatos se dedica a poner su nombre, no cobra por pintar y no lo hace para que le guste al resto de la ciudad, sino para él y para la gente que también hace lo mismo. Lo que no quita que se defienda ante las acusaciones de que se dediquen a hacer siempre lo mismo: “los estilos pictóricos y los movimientos de cada época son repeticiones de mismos elementos por distintas personas”.

En cuanto a documentales sobre el tema, podríamos destacar Style Wars, un punto de partida perfecto para quien quiera conocer el mundo del grafiti, un arte o una plaga, o ambas cosas a la vez. Les llaman writers, porque eso hacen, escriben sus nombres. Se habla del inicio del grafiti en Nueva York, y cómo en su mayoría son chavales muy decididos y muy jóvenes, de quince años, dieciséis… Esto también ocurre aquí en Galicia: alguien que comenzara con veinte años sería ya una rara avis.

Jóvenes que bombardean los trenes para que se vea su “tag” en toda la ciudad; escriben para ellos y para los demás que escriben, por el respeto de su comunidad. Lo hacen “cuando todos los toys están en casa abrazando sus almohadas”. Coges un nombre –o te lo dan- y ves cuán alto lo puedes llevar. Hasta que ocurre algo. En todos los lados ocurre, aquí también, que un tag alcanza un gran prestigio y su dueño tiene que cambiarlo por otro y volver a empezar, al ser especialmente buscado por obras anteriores.

Se retrata el conflicto entre los flecheros o “bombers”, que marcan compulsivamente el territorio, y los artistas del grafiti, dos estilos que tratan de coexistir. Dice una fuente en el documental: “es por ello que el grafiti se está jodiendo. La línea 2 y la 5 serían una galería de piezones con toda esa peña de El Bronx y Brooklyn con sus wild style tan guapos. Ahora está todo destrozado.”

Este enfrentamiento ideológico se puede palpar incluso en los comentarios del vídeo en You-Tube: “una cosa es un boludo con lata y otra un grafitero” frente a “una cosa es un grafitero y otra un boludo que se cree artista del Renacimiento”.

Este documental, y Salida por la tienda de regalos, alegato de Banksy a favor del arte espontáneo y libre, en contra de su mercantilización; están a un click para quien quiera unas clases rápidas.

Al comenzar este reportaje, hemos dibujado unas coordenadas que retomaremos ahora.
Style Wars habla de grafiti artístico frente al callejero, que entiende sus iniciativas como misiones donde valorar el riesgo, pisar a los otros y desatar una “guerra”, cabrear a todo el mundo y estar por todas partes. En cambio, Salida por la tienda de regalos enfrenta al grafiti elaborado en la calle con el que se vende al mejor postor en una galería de arte: calidad/cantidad, ilegal/ comercial. Y, por si alguien se ha quedado con ganas de más,  también en You Tube el colectivo 1 UP muestra sus internadas en los trenes para quien quiera verlas.

Tren pintado por Hylos, de la crew B12

 La búsqueda de una salida profesional frente a salir de casa a las tantas –tres, cuatro de la mañana- cuando todo el mundo duerme, con los botes tintineando en la mochila, negro para los bordes, rojo y verde con los que rellenar, la adrenalina de lo prohibido y de dejar el propio nombre. Cuando la ciudad despierte, será diferente.


miércoles, 25 de enero de 2017

El conflicto del grafiti,PARTE 1/2

-REPORTAJE-

Si le preguntásemos a la gente que va caminando por la calle (y de forma más o menos consciente, mira las “pintadas”), la gran mayoría dejaría entrever una visión negativa de ellas; pero lo que no podemos olvidar es que existe una doble división dentro de este particular mundo, bastante cerrado para los no iniciados.

Conviven un arte urbano clandestino, ilegal, de vigilar y si se tercia silbar, avisando a tu crew –pandilla con la que compartir firmas, iconos e incursiones nocturnas- de que se acerca la policía, a veces incluso toca correr; y otro grafiti que actúa a plena luz, y tanto decora un establecimiento como la ciudad en sí, por encargo de los poderes públicos. Que persiguen a los primeros, claro. Obviamente, las líneas no siempre son tan claras: a veces un mismo grafitero actúa como profesional y en las sombras en distintos momentos de su vida o incluso de la jornada.

Por otro lado, están quienes se dedican al “bombing”, bombardear el máximo número de paredes, llenar la ciudad de sus propias huellas; y los que buscan un buen muro e intentan desarrollar un estilo propio y un trazo estético en él.


“Ahora, gracias a Internet, es más fácil dar a conocer las obras. Muchos tienen cuentas de Instagram”.


Hoy, Carlos (Talos) pertenece al segundo grupo en las dos clasificaciones. Para él, el grafiti empezó siendo una forma de escapar de todo. Ahora, tras quince años, es una forma de vida a la que se dedica plenamente y de manera profesional.

Comenzó a hacer esbozos en papel en los primeros años de la ESO. Ponía los nombres de sus colegas o el suyo. Un día cogió unos botes y empezó a firmar por ahí y, en sus propias palabras, “hacer un poco el vándalo”. Poco a poco fue haciéndose con más botes. Empezó con encargos pequeños, gente que sabía de su faceta con los aerosoles y tenía locales para que pintara. Talos trabajaba en el sector de las Telecomunicaciones, pero los encargos de grafiti empezaron a generar más beneficios, y cada vez costaban menos tiempo de elaboración.

Un día le surge la posibilidad de montar una empresa de diseño con un amigo fotógrafo y a partir de ahí corta de golpe con su empleo anterior para dedicarse plenamente a pintar. Realiza unos seis o siete encargos grandes al año, aunque es una cifra muy variable. Puede encontrarse con que en un mes abren tres locales que necesitan sus servicios y luego tirarse dos meses parado. Cree que poco a poco son vistos con mejores ojos, pero aún así la imagen que la sociedad tiene de los grafiteros no es positiva. No piensa que haya grandes diferencias entre uno “de calle” y uno profesional, más allá de que uno pinta sólo cuando quiere, el otro también cuando se lo encargan.

Defiende al gremio: “al final, hay mierda por todos lados y depende de lo que la gente considere que le molesta más o menos. Personalmente, a mí me incordian tantos coches y demás. Todo depende de la mentalidad que tenga la sociedad. En realidad, lo que la gente pide es que los grafiteros hagan algo bonito, pero eso es muy difícil cuando tienes detrás a la policía. Convivimos constantemente con carteles publicitarios. Lo único que nos diferencia es que ellos han pagado por estar ahí. Nosotros lo que hacemos es plasmar obras artísticas de manera gratuita, para que la gente lo vea. En definitiva, regalamos arte mientras nos jugamos nuestra integridad y economía.”

Grafiti de Talos

Aunque reconoce que hay muchas perspectivas del grafiti. La parte egocéntrica, por así decirlo, del grafitero bombardero, que sólo quiere ver su nombre en todos los lados; y luego está el que encuentra una esquina apropiada y busca realizar algo más artístico. “Al final todo depende de quién lo vea, quién lo haga y cómo lo haga”.

Talos mantiene que dentro de cien años se va a estudiar el arte urbano, aunque ahora no guste, como movimiento artístico de varias décadas y generaciones. “No hay otro que haya revolucionado como este. Traspasar todos los tipos de arte –el dibujo, el cómic…- y llevarlos a la calle.”

Defiende también que hay propuestas que pueden ser beneficiosas para la ciudad y los grafiteros, pero normalmente se tumban por su visión negativa e ilegal. “Quizás, si fuese una persona de Bellas Artes, aún pintando peor, tendría más cabida.”Al preguntarle si hay asociaciones en el grafiti, contesta: “lo que hay son agrupaciones, como “Writers Madrid” o “Writers Barcelona”, o aquí en Ordes la gente de “Dios que te crew”. Más que nada son eso, crews, en un término coloquial, yo pertenezco a dos, que van creciendo pero mediante vínculos verbales, simbólicos, no a nivel de asociación propiamente dicha. Gente que se mueve junta y hacen cosas pero no de manera oficial.”

El del grafiti es un mundo muy cerrado, y sus practicantes desconocidos para el gran público, pero se controlan entre sí. Cuando pintas grafiti, te fijas. Al caminar, al viajar en autobús, tus ojos se pierden contra las paredes y dialogan con ellas: qué grafitis hay, quién los ha hecho, cuáles podría hacer yo. La ciudad como un gran lienzo, una oportunidad.


 “Cuando realmente te das cuenta de que estás enganchado a esto, es cuando estás delante del juez pensando tu próxima pieza”.


Gatos, al contrario que Talos, nos ha hablado de la vertiente más clandestina del grafiti. “Pintar aquí –en Galicia- son 3.000 euros si te pillan. Los que pintan ilegal son los grupos más cerrados porque se están jugando mucho.” Él nos acerca a la terminología del grafiti: desde insultos como “trollaco” –el que sólo busca la fama- o “toy” –quien pinta en sitios fáciles-; a tendencias. El “Throw up”, o “getting up”, sería pintar en sólo cinco minutos un muro. No importa tanto la calidad sino la cantidad.

El concepto de “toy” no es baladí: muchos arriesgan su integridad para pintar en sitios peligrosos, y no nos referimos sólo al acecho de la policía. Se meten en túneles y hace un año cerca de Oporto murieron dos chavales en los trenes, uno de los más importantes fetiches. Un colega de Gatos tuvo una fractura al caer en un raíl de alta tensión. Dentro de esta cultura, el respeto es muy importante y se gana más rápido pintando en lugares arriesgados que haciendo murales bonitos. Comenta Gatos que “en Nueva York un tío se hizo muy famoso y hacía una basura, churrazos. Se dedicaba a pisar a los demás, es decir, pintar por encima de los grafitis de otros, que es la mayor ofensa que se puede hacer aquí, como declarar una guerra. Al final descubrieron que el tipo medía dos metros… A ver quién se metía con él.”

Gatos trabajaba doce horas al día y luego iba a desconectar con los amigos. Al contrario que Talos, opina que “comerse la olla” con lo que quiere otro no es desconectar, y por eso no acepta encargos. En sus propias palabras, convertir en trabajo algo que era una válvula de escape es un problema.

Niega que haya una gran relación con otras vertientes de la llamada cultura hip-hop: “a la gran mayoría el rap no le importa”. Nos habla de círculos bastante cerrados. Si vas a mirar por casualidad, no te enterarás de nada; porque el grafitero quiere dar a conocer su obra, no a la persona. Que se hable de ti no por quién eres, sino por lo que haces. Banksy sigue siendo alguien indeterminado. Ésta es una gran diferencia con el arte comercial/ formal, donde el artista intenta imponer su personalidad. 

Grafiti de Gatos

 Cuando a Talos le encargan un trabajo, realiza un gran proceso profesional. Analiza lo que el local ofrece, su ubicación, el negocio y su nombre, los ambientes que pueden quedar bien… Lo mira desde una perspectiva de marketing. En base a esto, llega a un acuerdo con el cliente. Al finalizar el análisis, entrega los bocetos y realiza el trabajo usándolos como referencia, pero dejando un poco de margen para la imaginación de cara al resultado definitivo. Hace el trabajo lo mejor que puede, factura y se va.

En cuanto a si el sistema educativo podría favorecer un cambio de la imagen que tiene la sociedad del arte urbano, colabora con el Colegio Santa Apolonia, en el barrio de Conxo; donde hace unos años implantaron un aula dedicada al grafiti. Allí da clases Talos, intentando instaurar una imagen alejada del grafitero “malote”. Enseña el grafiti en su técnica y su faceta de obra artística. Cómo utilizar el spray, dónde puedes hacerlo, dónde no… Lo que quiere es que vean al grafiti no como algo ilegal, sino una parte de nuestras ciudades y su riqueza.

Grafiti de Talos

Ve incoherente que hoy te denuncien por pintar en una casa abandonada en las afueras, y mañana te llamen desde el Ayuntamiento para que participes en un evento cultural. “Es todo un poco hipócrita, te […] porque en ocasiones lo haces de manera ilegal pero pese a todo eres guay y mola contar contigo cuando convenga. Por eso, a mí no me gusta este juego, prefiero hacerlo de la manera en que lo hago, tratar con clientes normales sin depender de Ayuntamientos ni organizaciones.”

Le alegra la iniciativa desarrollada por algunos medios de comunicación de dar una mejor imagen del grafiti, como Luar, donde se realizan actuaciones de este tipo cada semana; y la de gente como el mencionado Banksy, que aunque no haga lo que se considera por definición grafiti, ayuda a que se hable de él en los medios de manera positiva.

Talos concluye: “te paras donde concedieron un mural en el que has trabajado durante varios días, y escuchas a la gente decir qué bonito, qué maravilla; y si pasas por la puerta de un garaje en la que hay cuatro firmas y sigue siendo grafiti, la gente ya se queja, aunque fuese la misma persona el que ha hecho el mural y las firmas, y no se paran a pensar en lo que es o lo que significa.”


Por eso dice que depende de quién lo vea, y cómo es todo contradictorio, en la vida o al menos en el arte. “Hay gente a la que le gustan las obras de Picasso y a otros les parece una porquería. O quizás alaban un mal trabajo suyo, por el simple hecho de haberlo creado él  y rajan de otra obra creada por un desconocido, pero que es  mucho mas técnica. En los medios pasa lo mismo, a mí me tienen llamado para tratar el tema de una manera positiva y tener ese mismo día, en la página de al lado, una sección de foto-denuncia en la que se critican los grafitis. Al final, no deja de ser un vaivén, una pequeña locura.”

-CONTINÚA EL LUNES 30-

lunes, 23 de enero de 2017

Suede: Dog Man Star


Disco
Grupo: Suede
Estilo: Art rock, Britpop.
Duración: 57:24
Año: 1994

Aún da coletazos aquel fenómeno llamado Brit-Pop, cuando las Islas Británicas recuperaron su trono perdido, tras el fenómeno norteamericano del grungeNirvana; todo gracias en mayor o menor medida a la influencia de su propia prensa musical, siempre en busca de los siguientes Beatles, Sex Pistols, Pink Floyd o lo que se tercie.

Se suele citar a Oasis y Blur en una batalla simbólica por el liderazgo espiritual y radiofónico de la escena, pero realmente había otros grupos, como The Verve, SuedePulp; demostrando que más que un movimiento musical definido, el Brit-pop era una etiqueta para destacar la efervescencia inusual (y ecléctica) de aquellos años, y proyectarla al mundo: sí, somos los mejores.

Tomando como punto de partida común la tradición pop de las islas, algunos intentaron reflejar la sociedad de su tiempo, como el grupo de Damon Albarn, mientras los hermanos Gallagher cantaban a una juventud eterna; y Suede coqueteaban con el glam o The Verve se zambullían en los efectos más ambientales del shoegazing.

Pasa una cosa interesante con los discos de ruptura/ fractura de grupos: o son una soberana bazofia, o el mejor de todos. A Suede, grupo liderado por Brett Anderson (cantante) y Bernard Butler (guitarra principal); le pasó más bien lo segundo. Ya habían completado una buena colección de temas en su debut, y lo volverían a hacer, por ejemplo en Coming Up, donde un  Anderson con ansias de fagocitar todo lo que no fuera él mismo, ya había sustituido a Butler por Oakes, un fan de diecisiete años, más maleable a las exigencias del vocalista (se supone, y se escucha en la obra posterior).

Pero la épica está aquí, en Dog Man Star: somos perros, hombres, estrellas, en un intento de trayecto; y todo a la vez. Hay un surtido (gran palabra, sabe a galletas) de temas cumplidores en el buen sentido, notables por arriba, que podrían estar en otras entregas (y en los recopilatorios del grupo, claro). Luego tenemos a The Wild Ones, según Brett Anderson la mejor canción que han hecho nunca "con diferencia". Y después, para culminar, un puñado de composiciones tan superiores a ésa que hacen olvidarte incluso de que estás escuchando una canción, retrotrayéndote o impulsándote a una catarsis espiritual del alma (esto me lo ha susurrado Bécquer en sueños para que lo escriba). 

Me refiero a The 2 of Us, el llanto desesperado del desamor en una cama -imaginemos la portada del disco-, y recordar y recordar y recordar. De esas cancioncillas diabólicas que si encuentras con quince años te parten el alma en dos. "Alone but not lonely, you and me". Me refiero a Black or Blue, a The Asphalt World, el tema de la prostitución, Butler abriendo el cielo y marchando a lo Mary Poppins tras haber dejado constancia de su valor, con claridad meridiana (siempre quise utilizar este objetivo, permitidme la licencia). Me refiero a Still Life.



Un disco dramático, romántico y doloroso, que puede parecer por momentos algo sobrecargado o impostado, por señalar algún defecto; pero es enorme, con un montón de recursos; suena compacto y además tiene fragmentos de derretirse, sobre todo la brutal "tetralogía final" que hace añicos al disco y a ti, como si tras un par de simulacros el fuego se hubiese encendido de veras. 

Si te gusta la música y tienes sentimientos, ésta es una escucha obligada. Cuando salió Suede, la prensa británica auguró que eran los próximos The Smiths. Se equivocaron. Eran Suede, y punto. Este LP no representa al Brit-pop, movimiento necesariamente vitalista frente al crepúsculo depresivo que fue el grunge, truncado años antes por el hastío o por la muerte de su icono principal. 

Aunque sea el más desolador de todos los álbumes de Suede, Dog Man Star aún presenta atisbos de esperanza e incluso fiesta, eso sí: no rehuye de tratar las angustias más grandes. Puede parecer una paradoja, pero sin representar al Brit-pop, (quizás ni siquiera pertenezca a él), es de los mejores discos del B-p, por resumir un poco y no repetir tanto la palabreja. Queda dicho.

Una lástima que no hayan incluido en Dog Man Star dos canciones que entregaron algo antes y quedaron huérfanas de disco: My Dark Star y Stay Together. Demuestran que estaban en un estado compositivo sin parangón. Sobresalientes. 



VALORACIÓN

Introducing the Band: - 
A ésta no sé si no le pongo nota por funcionar de introducción o por no tener ni idea de cuál ponerle. Cumple con creces su papel. Psicodélica, interesante, te mete de lleno en la propuesta.

We Are the Pigs: 8,5
Típico single de Suede, para un grupo normal sería cénit, pero ellos fueron capaces de dar con la tecla muchas más veces. Redondo pero no tan profundo como los temas conclusivos del álbum.

Heroine: 7,6
No he investigado si se trata de una mujer o de una droga. En los mejores temas destacan Brett y su gran voz, en los medianos Butler ejerce una gran labor dándoles brillo y salvándolos de la indiferencia.

The Wild Ones: 7,8
"Abro paraguas". Para mí, aunque debo reconocer que no poseo unos gustos demasiado pop, el tema más radiable del disco y de los más aclamados está en la parte floja. Comienza con una acústica, lo cual es interesante dentro del barroquismo general; y suena bien de principio a fin, pero no da al oyente (por lo menos a éste) una sensación de emociones tan reales como para destacarla.

Daddy´s Speeding: 7,1
Un laboratorio de efectos de guitarra muy bien ubicado entre dos temas bellos y convencionales. Reflexión, intimismo. Algunos elementos funcionan mejor que otros.

The Power: 8
Languidez encantadora. Déjame tomarte de la mano. Quizás se haga algo larga.

New Generation: 7,9
Energía. Oasis, Blur, Suede, The Verve; todos unos máquinas sacando singles, al menos antes del cambio de siglo.

This Hollywood Life: 7,7
Fuerza, energía de nuevo.

The 2 of Us: 9,4
No me quiero ni imaginar un disco entero de canciones como ésta. A veces  basta un piano.

Black or Blue: 7,9
¿Donde mejor canta Anderson?

The Asphalt World: 8,3
La despedida de Butler.

Still Life: 8
Arreglos orquestales para terminar con buen gusto

NOTA: 8,6


domingo, 22 de enero de 2017

Sobre snow y esguinces de cervicales con Juan Fernández Comesaña



P- ¿Por qué comenzaste a practicar snowboard?

R- Siempre me gustó el frío, el silencio. La nieve tiene eso y me encantaba estar en ella. El deporte al principio no me decía nada, era muy pequeño. Los años siguientes fui con mi hermana, un colega, amigos suyos... y al estar en grupo lo pasábamos genial. Esos primeros años no teníamos ni idea. Aún así, era una pasada el ambiente, el jolgorio. Después acabas perfeccionando tu técnica y la experiencia sigue siendo interesante, ya no tanto hacer el ganso como intentar trucos.

P- ¿Qué es lo que más te gusta de practicar snow?

R- Es una búsqueda de hacer lo mismo que los profesionales. Deslizarme por paisajes de vértigo, increíbles. Quiero llegar a tocar esas sensaciones, me da igual lo que tenga que hacer para formar parte de este deporte extremo, que es lo que realmente es el snow. Que me dé miedo: amo esoEs para mí una experiencia como la del creyente que va a la Iglesia; mucho más que un deporte. 

P- ¿Mejor momento hasta ahora?

R- En Andorra hace un par de años. Tuve un esguince de cervicales, pero casi logro una voltereta en el aire. Fue brutal, caótico, lo repetiría cada día si pudiera.




P- ¿Por qué te has hecho este tatuaje?

R- Un día vi el documental The art of fly, con Travis Rice, que es una eminencia. Él sale al inicio, también el símbolo que llevo en mi piel. Yo practicaba el deporte de una forma aficionada, iba a las pistas de esquí como tanta gente. 

Pero miro esos documentales y flipo. Rápidamente, lo que quiero es hacerlo yo, ir en helicóptero, hacer descensos libres. Me enganché por Internet a ver descensos todos los días. Gente lanzándose por una montaña. Me propuse que quería tenerlo siempre en mente, conseguir un recordatorio de por qué vivo. En la muñeca, un sitio que vea sí o sí, me apetezca o no. Cuando estoy hasta los huevos, lo miro y pienso: "todo lo que hago, es para esto. Si ahorro, es para esto". 

P- ¿Cómo recomendarías el snowboard a un profano?

R- No solamente es el snow en sí, sino lo que le rodea y la gente que conoces.  Creo que lo mejor es juntarse con un grupo que tenga tus mismas aficiones hacia el deporte. Estar rodeado ayuda, porque si vas tú solo al principio puede ser aburrido. Y lanzarse. Para experimentar la autenticidad hay que vivirla de primera mano. Todo ahora es prácticamente virtual, sin contacto directo con las emociones, a través de una pantalla. Las experiencias hay que ir a atraparlas, no puedes esperarlas quieto. El vuelo, la caída. Realmente la montaña impone respeto. El snow es impacto. Mi recomendación: ahorrar-cuesta dinero- y paciencia, porque este  deporte, llegado a un punto, vicia. Por lo menos a mí. Arde constantemente en mi cabeza. 

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Primera fotografía extraída de Photopin, créditos:

photo credit: Philipp Zieger - www.philippzieger-photographie.de <a href="http://www.flickr.com/photos/97554600@N04/31182637590">Winterwunsch</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/">(license)</a>

sábado, 21 de enero de 2017

NIEVE


Aunque no seamos conscientes de ello, contamos historias constantemente -es inevitable- en la sucesión de nuestros actos. Ahora simplemente voy a dejar una por escrito. 

Entre ayer y hoy, sin saber muy bien por qué ni para qué, he pasado un día a solas en Zaragoza, ciudad para mí laberinto porque nunca antes la había visitado. Buscaba un milagro. Dificultó este objetivo difuso el hecho de llegar física y mentalmente regular, así que durante la noche no hice nada reseñable: buscar una pensión, acostarme y dormir. Desperté a las diez, soñé hasta las doce y me levantaron a la una dos golpes en la puerta. 

Desayuné y comí en el mismo sitio (la cafetería del hostal) y de una sola vez. Mi intención era pasear -poco-, ver la catedral, perderme por ahí, pero empezó a llover y eso me ató a la silla. Leí todos los periódicos, los regionales celebraban -alguno incluso en primera plana- las victorias de Toni Abadía y Cristina Espejo en sus categorías respectivas del campeonato de España de Campo a través celebrado este fin de semana en Calatayud; y supongo que los márgenes celebraban mis derrotas. 

El Mundo hablaba de una manifestación taurina a la que asistieron 50.000 personas. Coincidencias de la vida, un diario cuyo nombre no recuerdo relataba otra reunión también taurina. Solo fueron 10.000 personas, y se celebró el mismo día en el mismo sitio. El Periodismo es una carrera de letras. 

De repente, comenzó a nevar. Diez años que no cae una así en Zaragoza, dijo el camarero. Yo pensé: vaya cosa, más tiempo hace que no gana 1-2 el Madrid a las Palmas marcando Casemiro en los últimos cinco minutos; y aunque la mitad de las páginas del Marca traten sobre ese equipo, pasará casi una eternidad hasta que vuelva a leer de nuevo en ellas la crónica de este partido, a menos que todo (presente, pasado, futuro; posible, imposible) esté sucediendo a la vez, de forma simultánea, como creen los dioses. La gente se agolpa en la puerta para fotografiar el lento, perezoso caer de la nieve o casi nieve. 

Al final, pasé todo el día en el bar.

La cuestión es que allí había un tipo, pegado a la barra por la fuerza gravitatoria de un par de cervezas... Resulta que el sujeto este cada quince minutos gritaba: "¡que va a cuajar!" O mejor dicho gruñía, porque tenía las cuerdas vocales rotas. Miraba a los presentes con los ojos iluminados, sintiendo esa fraternidad que une a los espectadores de un suceso extraordinario: sí, mientras que para mí sólo llovía/ nevaba, él veía un pequeño milagro en cada supuesto copo, supongamos que al ser blancos encierran todos los colores y lo que uno quiera ver en ellos. 

En fin, ¿qué sentido tiene maravillarse por un fenómeno meteorológico? La cuestión es que al fulano le hacía mucha ilusión. Cuando se marchó, arrastrando la pata de palo, todavía gritaba: "¡ahora, ahora va a cuajar!" Al final salí, para coger el tren. No había cuajado una puta mierda. Pero yo había perdido y él ganado: vivió algo sobrenatural. 

A veces te esfuerzas meses, años, y luego nada. Yo pienso que los milagros no existen, ¡qué cojones!, claro que no existen, pero paradójicamente necesito creer en ellos, así que me vendría bien tener cerca, en lugar de esa voz que me culpa y me castiga, al viejo pirata pata de palo y medio ciego, y que cuando escriba, corra o entregue mi alma a cualquier cosa, grite: "¡que va a cuajar! ¡está a punto de ocurrir el milagro!" Aunque luego, obviamente, no sea cierto.

Entonces pienso: si ya tengo algo parecido, sólo que no les había hecho caso.Toda esa gente que me apoya pase lo que pase, y sigue depositando en mí su confianza sin sentido aparente, como mi madre, que siempre encuentra una excusa cuando pierdo: que si eran mayores, que si había estado enfermo, era muy larga la prueba, era corta, había barro, o curvas, o cuestas, o era jodidamente llano el circuito. Y yo, en vez de agradecérselo, me enfadaba con ella. Querría volver a ser uno de esos niños que construyen por décima vez el castillo de arena que once veces han tumbado las olas.

Así que, en conclusión, esto va por todos mis compañeros, y los compañeros de todos, que no hayan cedido al realismo. Seguid creyendo en milagros, por los que ya no podemos. Os necesitamos.

Fotografía extraída de Photopin

The Jesus and Mary Chain: Darklands


Disco
Grupo: The Jesus and Mary Chain
Estilo: pop, rock
Duración: 36:08

He establecido para este blog una ley no escrita sobre no comentar dos discos de un mismo grupo -al menos hasta que no haya hablado de "todos" los grupos-, pero es que el segundo LP de The Jesus and Mary Chain es tan distinto de su debut, Psychocandy, comentado aquí hace un año y un mes, que bien merece entrada aparte.

Volveré a introducir a la formación, don´t worry. "Los Jesus" son básicamente dos hermanos británicos que se llevan a matar (sí, como Oasis, pero una década antes), y construyeron rápidamente una leyenda entre la escena independiente, al dar conciertos de quince minutos que acababan en disturbios y sacar singles como éste, que envenenarían emocionalmente a un monje budista:



Y ojo, hay temas mucho más bestias o que incluso nos pueden dar algún sustillo, como Jesus Fuck. De todos modos, aunque era difícil de ver bajo los alambres de espino, en realidad The Jesus and Mary Chain siempre fueron unos genios componiendo canciones pop, incluso Psychocandy, bajo su forma de rata mutante medio muerta teniendo convulsiones, en el fondo era un disco pop. Aclaración: uno que espantaría a cualquiera antes de darse cuenta de ello.

De un grupo como Radiohead se suele valorar que después de entregar la obra perfecta o casi que fue Ok Computer, en lugar de repetir ese éxito buscaran nuevos caminos en Kid A y toda su obra posterior. A los hermanos Reid, artífices principales de JYMC, les ocurrió algo similar, aunque en este caso no esté seguro de si porque no quisieron o porque aún intentándolo fueron incapaces de repetirlo. En cualquier caso, Psychocandy es un disco como el que no existe otro igual en la historia de la música, y eso debe valorarse; pero el que os traigo hoy tiene también un gran mérito, porque después de mostrarse tan disruptivos e inaccesibles confeccionaron una obra maestra "para toda la familia", a pesar de que su nombre, portada y precedentes puedan asustar. He aquí la prueba:
Segundo single de Darklands: aún no se habían cortado el pelo, ya habían recortado la distorsión

Darklands es simple: canciones que hablan de amor y del tiempo que hace, días lluviosos sobre la "Pérfida Albión", golosinas que ahora ya saboreas al primer bocado. En general, pienso que el secreto de la felicidad es la mesura. Pues este disco, aunque tenga reminiscencias del estilo asesino anterior (Fall), transmite de forma bastante uniforme una tristeza dulce/ felicidad suave, como planear a cinco centímetros de las baldosas, es el disco perfecto para curar una depresión de caballo (o de persona).

No sé si me explico: diez cápsulas de tristeza para alegres o felicidad para tristes. Un equilibrio sutil y mágico. Si en su debut las canciones más destacables eran las cañeras, aquí lo son esas gemas como Happy When It Rains o Nine Million Rainy Days, que con unos cuantos elementos comunes, una pureza compositiva brutal y un par de punteos de guitarra consiguen sacarte una -tenue, leve, relajada- sonrisa. Dura poco más de media hora, pero queda todo dicho. Y para terminar relajados el viaje, una acústica que entra mejor que una tapa de tortilla. Una decena de temas que no dan vueltas de campana, no son perfectas porque sus oyentes tampoco lo somos (y se agradece), música terrenal, pegada a la tierra, pero no por ello frívola.

Sí, prefiero Psychocandy, pero en un intento de objetividad a través de mi mente subjetiva os aviso de que los cuerdos suelen elegir Darklands. Por algo será.

Y "bicheando" por la red mientras confecciono esta entrada, descubro que dieciocho años después este grupo prepara nuevo disco, Damage and Joy, para este marzo. Si alguien comenta al respecto y me convence, lo reseño cuando salga. Y mientras, los Stone Roses haciéndonos esperar -y sin noticias- desde los dos singles del verano pasado...

Darklands (canción): 9,2
Deep One Perfect Morning: 9
Happy When It Rains: 9,3
Down on Me: 9
Nine Million Rainy Days: 9,3
April Skies: 9,1
Fall: 9
Cherry Came Too: 9
On the Wall: 8,2
About You: 8,7
NOTA: 9,10

George Orwell: Rebelión en la granja



Ser más de Huxley (Un mundo feliz) que de Orwell, -ambos los más célebres creadores de distopías en el siglo XX-, no significa dejar de aceptar que libros como Rebelión en la granja sean pequeñas obras maestras.

No está empleado al tun tun, el adjetivo: la edición que poseo apenas alcanza las sesenta y cinco páginas, ajustándose a las dimensiones de una novela corta. Si tuviera que poner una lectura obligatoria en la educación secundaria, sería ésta; breve y capaz de leerse en diferentes escalas de significado no excluyentes entre sí. 

Un niño interpreta Rebelión en la granja como una aventura entretenida de animales (cerdos, ovejas, perros...). De hecho, existe una adaptación norteamericana a película de dibujos, dirigida por John Stephenson.

Un adolescente se enfrenta ya a la obra como una crítica de George Orwell al comunismo ruso y en general a cualquier sistema que caiga en el idealismo. Es un proceso sublime ir advirtiendo cómo las promesas iniciales de una vida mejor se van convirtiendo poco a poco (porque el poder corrompe, porque la realidad nunca es idílica por demasiado tiempo) en la misma tiranía y penuria de un principio.

Da todavía más valor a la obra que realmente el escritor británico -nacido en la India- fuese un hombre de izquierdas, que advirtió en  sus compañeros profundas divisiones (incluso participó en la Guerra Civil española, escribiendo su Homenaje a Cataluña), hipocresías y deseos del poder por el poder, utilizando al pueblo como excusa.

Finalmente, en un posterior acercamiento, podemos acometer la lectura de este libro analizando su simbología: los hechos históricos reconvertidos, las diferentes especies animales como metáforas de las personalidades humanas...

Rebelión en la granja es también un resumen de las maniobras políticas más "sucias", a saber:

buscar a un contrario al que culpar de las penurias, las tragedias que sucedan: 

"¿Por qué, entonces, continuamos en esta mísera condición? Porque los seres humanos nos arrebatan casi todo el fruto de nuestro trabajo. Ahí está camaradas, la respuesta a todos nuestros problemas. Todo está explicado en una sola palabra: el Hombre. El hombre es el único enemigo que tenemos. Haced desaparecer al hombre de la escena y la causa motivadora de nuestra hambre y exceso de trabajo será abolida para siempre".

crear utopías:

"Eliminad tan sólo al Hombre y el fruto de nuestro trabajo nos pertenecerá. Casi de la noche a la mañana, nos volveríamos ricos y libres."

(...)

Y, además, reflexiona sobre la extraordinaria dificultad de que una sociedad sea realmente igualitaria. Tarde o temprano, unos y otros acaban asumiendo roles diferentes en la granja rebelada, hasta que son tan distintos entre ellos como lo eran del patrón. Sin dejar de lado la descripción de distintos perfiles del ciudadano que recibe las ideologías y estrategias políticas: ovejas que repiten sin más lo que escuchan, cerdos viejos que ya no creen en nada. 

Pero sobre todo es un manifiesto inteligente de cómo la historia la escriben los que están en el poder, y los medios de comunicación pueden distorsionar la realidad y determinar la conciencia que una sociedad tiene de sí misma. Hay que recordar que George Orwell ejerció el periodismo, de ahí su visión tan clara de determinados mecanismos para la manipulación: eufemismos, trampas lingüísticas, discursos, secretos, ocultaciones.

Su muerte a los 46 años en Londres por tuberculosis truncó la posibilidad de que nos dejara más obras después de ésta que nos ocupa y 1984.


Fotografía extraída de Photopin