viernes, 17 de noviembre de 2017

La posibilidad de una isla: ¿cómo valorar un libro de Michel Houellebecq?



A lo largo de gran parte de su historia, la literatura mundial se ha caracterizado por textos cultos y trabajados que mostraban de forma idealizada las relaciones e impulsos humanos, así como nuestra forma de expresarnos. 

Por ejemplo: "La mayoría de los hombres son como hojas que caen y revolotean indecisas mientras que otras son como los astros: siguen una ruta fija, ningún viento los alcanza y llevan en su interior su propia ley y trayectoria". (Siddharta, Herman Hesse, sacada de Actualidad Literatura).

De este modo, es lógico que surgieran escritores con el objetivo de reflejar lo que había permanecido oculto hasta entonces: el estilo dialectal propio de los barrios marginados, los encuentros sexuales o incluso el libre (y grotesco, claro) fluir del pensamiento.

Así, que partimos de la base de que en el siglo XXI, que alguien hable de genitales en un libro no constituye originalidad ni rebelión ninguna, puesto que está "permitido" desde hace mucho. Hemos leído a J. D. Salinger (El guardián entre el centeno)Charles Bukowski, Chuck Palahniuk... 

El francés Michel Houellebecq nació hace más de medio siglo (1956), pero no publicó hasta 1994 su primera novela, Ampliación del campo de batalla, y en 2005 la que ahora nos ocupa, La posibilidad de una isla.

Houellebecq está considerado como un defensor de lo "políticamente incorrecto", un artista "que siempre da en la llaga". En la página de Libertad Digital, se defiende a esta obra como un análisis de "el problema de la clonación humana, el afán de inmortalidad (...) y la desmitificación de la faramalla feminista, comunitarista e izquierdista"

Tengo la sensación de que hay quienes sólo buscan (y encuentran) en los libros una confirmación de sus propias ideas, aunque su contenido no tenga demasiado que ver. Yo he encontrado estas 400 y pico páginas, a nivel moral, más cerca de un alegato a favor de las relaciones sexuales sin precaución que otra cosa.


                             

El protagonista de La posibilidad de una isla es Daniel, un humorista que hace bromas sobre aparatos reproductores, minorías étnicas y pederastas, pero a lo largo de la trama es aclamado como un gran artista. 

Los capítulos aparecen divididos por los "comentarios" al texto de clones futuros de Daniel, llamados neohumanos, sin emociones. Así que intercalamos básicamente escenas de sexo, redactadas de forma amena, pero continuas (cada vez que una vagina se contraiga, chupito), y monólogos de ciencia ficción, en general tan documentados como infumables. 

Claro que aparecen a lo largo del volumen frases de gran calidad literaria, y sentencias ciertamente astutas, entre otros temas, sobre el sinsentido y la estupidez en la que se cimienta tantas veces la fama:  "Lo que te hace falta es tener a la chusma de tu parte. Con la chusma de tu parte no habrá quien te ataque"; "En cuanto al éxito de público, el arranque fue un poco lento, hasta que Bernard Kouchner se declaró personalmente asqueado por el espectáculo, lo que me permitió terminar la temporada con el cartel de no hay entradas".

Esta última sentencia me recuerda a los vídeos musicales de mierda que critica AuronPlay, los pone a caer de un burro, y por ese mismo motivo aquellos vídeos de mierda multiplican sus visitas. Y al final el catalán monta un espectáculo en el que invita a los susodichos que no saben ni utilizar el auto-tune y todos amigos, porque todos se han ayudado. 

Mientras, obras maestras se pudren en las estanterías de tiendas de discos a punto de cerrar, porque son demasiado buenas como para que alguien se ría de ellas. La culpa no es del youtuber, que hace bien su trabajo y nos podemos reír un rato, sino de una sociedad para la que es más importante la burla de lo malo que la defensa de lo bueno, y al final todos terminamos salpicados con un poco de Belén Esteban. Porque reírnos de unos adolescentes desvergonzados nos hace sentir importantes, pero escuchar a Boards of Canada nos convierte en enanos (aunque gozosos) ante la inmensidad.

Retornando al volumen de Houellebecq, también presenta otras ironías certeras, aquí a la insatisfacción como norma central de Occidente: "Aumentar los deseos hasta lo insoportable y a la vez hacer que satisfacerlos resultara cada vez más difícil: ése era el principio único en el que se basaba la sociedad occidental". 



"I dannati" (El Condenado) 
de Lorenzo Paolini

También ha reflejado aquí Michel la inutilidad que conllevan tantas veces las obras de arte reivendicativo, por esa posición tan pasiva que adoptamos sus espectadores: "Era un invierno muy frío en Nueva York, todas las mañanas encontraban en la calle vagabundos muertos por congelación;yo estaba convencido de que la gente cambiaría de actitud en cuanto viera mi trabajo (...) la gente acudía, asentía con la cabeza, decía cosas inteligentes y se iba". 

Pero estas consideraciones son realmente un oasis, la mayoría es sexo, sexo y sexo; además de ciencia ficción muy desarrollada técnicamente pero tampoco te creas a nivel filosófico y moral. La secta que aparece en el libro parece más bien una excusa para ofrecernos escenas pornográficas.

Y esto pone en riesgo la idea del personaje protagonista, Daniel, que comenta durante toda la novela en primera persona lo que se le viene a la mente, y la cuestión es: ¿hasta qué punto no es Daniel un alter-ego de Michel, que se ha introducido en su propia novela para soltar perlas tan suyas como "Empiezas por sentirte un poco incómodo con tu vida, y acabas por aspirar al establecimiento de una república islámica"? 

Teniendo en cuenta que el autor francés ha declarado que "cuando lees el Corán, se te cae el alma a los pies" y ha mostrado ideas muy similares en otros trabajos, para muchos/as será algo bastante claro que Daniel es Michel. Sin olvidarnos de que el escritor mintió sobre su edad, alegando que había nacido en 1958 en lugar de 1956, y escondió que su madre estuviera viva, lo cual va en sintonía con el machismo y fobia a la vejez de su personaje.

Algo que conlleva una serie de problemas. Porque Daniel no es sólo un tipo que atraviesa encuentros sexuales, es que literalmente está OBSESIONADO con el sexo, hasta el punto de reducir a las mujeres a meros objetos: "En el fondo, como todas las chicas guapísimas, sólo servía para follar, y habría sido una estupidez ponerla a hacer otra cosa". Recalco el todas.

Para Daniel, los humanos somos "principal y casi únicamente, cuerpos, y el estado de nuestros cuerpos es la verdadera explicación de nuestras concepciones intelectuales y morales". Bueno, en realidad este apunte es interesante, en el sentido de cómo nuestro estado físico condiciona la forma de mirar más o menos lejos en el futuro, el corto; es decir, medio o largo plazo para nuestras aspiraciones. 

Pero también esconde, claro está, un hondo pesimismo, una atadura imborrable con nuestra biología: "La vida de los animales salvajes no había sido más que dolor, con algunos momentos de repentino alivio, de felices embrutecimientos ligados a la satisfacción de los instintos, alimentarios o sexuales. En conjunto, la vida de los seres humanos había sido parecida, y había estado sometida al poder del sufrimiento, con breves instantes de placer".


Autor: Vanecta

Daniel, quitando alguna otra jovenzuela desprevenida, sólo tiene encuentros con dos mujeres: Isabelle y Esther. Isabelle es de su edad, y, como él y cualquiera, envejece. Así que a Daniel comienza a asquearle (además ella no tenía un gran apetito sexual, al menos en comparación con el suyo). 

En cuanto percibe que sus tetas están comenzando a caerse, la abandona por una chica veinte años menor que él, que nunca lleva bragas y está interesada en poco más que follar. Supongo que esta parte explica sin problemas que el libro venda entre adolescentes y hombres de 40 años en adelante. Aunque la alegría le dura al pobre Daniel hasta que, rodeado de jóvenes, comienza a obsesionarse con cuántos de ellos lo ha hecho ella.

Y claro, Esther, qué sorpresa, en cuanto nuestro protagonista envejece un poco más, se marcha también. La última vez que Daniel la ve, está puesta con cocaína haciendo un trío. Así que aquel señor tiene que contentarse con "admirar" de forma obsesiva jóvenes en la playa, vuelve a ver a Isabelle, que se avergüenza de su propio cuerpo, persigue a Esther un tiempo en plan psicópata y después se suicida.

Alguien dirá: qué bella y malvada metáfora de un hombre que se equivocó, que abandonó a alguien que amaba por un pecado (envejecer) y luego fue patéticamente rechazado por alguien que ni siquiera le amó nunca, por ese mismo pecado que él, aunque quisiera ocultarlo, también padecía. Pero no tengo yo tan claro eso. 

Más que nada porque Daniel se siente un héroe, por abandonar a una mujer embarazada, desinteresarse por su hijo y acostarse con aquella chica que podría ser hija suya. "Tal vez éste fuera el único gesto noble, el único acto de auténtica rebeldía (...) la conciencia de mi heroísmo me hizo pasar una tarde excelente".

No contento con eso, encuentra una "terrible" conspiración contra los ancianos: "En cuanto quisieran acercarse al cuerpo de los jóvenes, serían perseguidos, rechazados, condenados al ridículo, al oprobio; y en nuestros días, con cada vez más frecuencia, a la cárcel. El cuerpo físico de los jóvenes, único bien deseable que el mundo ha sido capaz de producir, estaba reservado al uso exclusivo de los jóvenes, y el destino de los viejos consistía en trabajar y sufrir. Ése era el verdadero significado de la solidaridad entre generaciones: consistía en un puro y simple holocausto de cada generación en beneficio de la siguiente". 

"En el mundo moderno podías ser aficionado al intercambio de parejas, podías ser bi, trans, zoófilo, sadomaso; pero ser viejo estaba prohibido (...) los viejos ya no tenían derecho a follar" es otra de sus sentencias. Con no tener derecho a follar, se entiende con púberes, porque en ningún momento muestra Daniel la menor intención de acostarse con una mujer de más de 25 años. Su punto de vista es ridículo. 

Es como si me pasara el instituto pegando a mis compañeros, y cuando llego a la universidad, como los hay más fuertes que yo, condeno la violencia. Su condena al trato negativo a los ancianos es mero capricho tardío e interesado, ahora que ya no está en condiciones para "dar la patada" a nadie.

Además, apela a hacer como él y abandonar a los hijos, retratados como enemigos mortales: "Por mucho que los hombres sean desgraciados, se oponen con todas sus fuerzas a lo que podría cambiar su suerte; quieren hijos, hijos semejantes a ellos, para cavar su propia tumba".



Daniel (y Houellebecq, vamos) muestran en todo momento una concepción patética de la vida, una constante derrota, porque todo se reduce a sexo, entonces cuando no hay sexo, no hay nada, ya toca suicidarse."Toda energía es de orden sexual, no principalmente sino exclusivamente, y cuando el animal ya no vale para reproducirse, ya no vale para nada más. Con los hombres pasa lo mismo; cuando muere el instinto sexual, escribe Schopenhauer, se consume el verdadero núcleo de la vida".

Al menos, reconoce la futilidad de su existencia: "Durante toda mi vida no me había interesado más que por mi polla o por nada; ahora mi polla estaba muerta y yo la seguía en su funesta decadencia, sólo tenía lo que me merecía"; "Es el sufrimiento de ser el que nos hace buscar al otro, como un paliativo".

Porque Daniel es un ser humano terriblemente incompleto, que necesita a otros (encima, a otros que no quiere, simples instrumentos) para ser. Es una pieza de puzzle casi siempre desencajada, excepto por un puñado de minutos. Deambula desesperadamente buscando calmar angustias que no sabe gestionar por sí solo, paranoico, muerto en vida, volvamos a la frase de Sidharta que apunté al principio. 

Daniel está tan necesitado, (aunque tuviera a todas las mujeres del mundo a su alrededor, seguiría estando necesitado) que es incapaz de querer, por mucho que nombre la palabra amor: cuando eres tan incompleto, se hace imposible no utilizar a los demás, no envenenarlos, porque el veneno eres tú.

Define al sexual como el superior de los placeres, y los demás "compensaciones irrisorias y desesperadas, mini-suicidios que no tenían el valor de presentarse con su nombre, intentos de destruir más deprisa un cuerpo que ya no tenía a su alcance el placer único". Es decir, su concepción de la vida es: sexo, y cuando no puedas tener acceso a él, más vale morir.




Los mejores momentos de la novela son precisamente los escasos en los que se olvida de tanta pornografía y se acuerda del amor, o sobre todo de su opuesto: 

"El amor te vuelve débil, y el más débil de los dos acaba oprimido, torturado y finalmente muerto a manos del otro, que por su parte oprime, tortura y mata sin intención de hacer daño, sin sentir placer alguno por ello, con una total indiferencia".

"Paseaba por las habitaciones encendiendo un cigarrillo tras otro, de vez en cuando caminaba hasta el mar, luego regresaba y me daba cuenta de que no había visto el mar, que habría sido incapaz de confirmar, en ese instante que el mar estaba allí".

"Estaban todavía en ese momento encantador en el que uno descubre el universo del otro, en el que uno necesita maravillarse con lo que maravilla al otro, divertirse con lo que le divierte, compartir lo que le distrae, lo regocija, lo indigna".

"Esther seguía sin llamarme y era lo único que parecía tener importancia (...) El amor no compartido es una hemorragia".

Daniel, en fin, es un tipo con tantas carencias emocionales que el ser que más estima ha de ser, como él mismo reconoce, un perro: "por poco agraciado, perverso, deforme o estúpido que sea el ser humano, el perro lo ama".

Daniel vive atrapado en un mundo de seres egocéntricos que sólo piensan en ellos, pero no debería quejarse pues él es tan malo o peor que cualquiera: "Hasta la víspera de mi partida no conseguí hablar con Esther: me explicó que había estado muy ocupada, que había interpretado el papel protagonista en un cortometraje, un golpe de suerte, la habían cogido en el último momento y el rodaje había empezado justo después de los exámenes, en los que además había tenido unas notas excelentes; en resumen, sólo me habló de sí misma".


Autor: Pacian~commonswiki 


En conclusión, éste es un libro que no sé muy bien cómo valorar, puesto que uno duda entre si realmente critica o ensalza lo asqueroso de su protagonista, y su enfermizo ideal de vida. Cuando Michel habla a través de sus personajes, ¿lo hace irónicamente o en serio?

Está claro que Daniel fracasa, pero ¿porque se equivocaba y aprende una lección; o porque la sociedad es cruel y está mal vista la pederastia? No me ha quedado muy claro.

Pero en fin, que interprete la dirección moral del libro como errada no quita que no cuente con grandes aciertos y alcanzara altura artística. Éstos se podrían haber mostrado en menor número de páginas, cierto, pero os dejo con el para mí mejor párrafo de la novela, porque sí existe el amor, pero no es ni una isla en medio de aquel océano depravado, es, más bien, la posibilidad de una isla:

"No es el hastío lo que pone fin al amor, o mejor, ese hastío nace de la impaciencia, de la impaciencia de los cuerpos que se saben condenados y querrían vivir, esos cuerpos que en el lapso de tiempo que les queda no querrían pasar ninguna oportunidad, ninguna posibilidad, que querrían utilizar al máximo ese tiempo de vida limitado, decadente y mediocre que es el suyo, y que por lo tanto no pueden amar a nadie porque todos los demás les parecen limitados, decadentes y mediocres"

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Primera foto (bebés), créditos: 

AUTOR: MUESCA61; TÍTULO: Niños jugando

Las demás fotos han sido extraídas de Wikimedia Commons



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