domingo, 5 de noviembre de 2017

Pan Sonic: gracias por acojonarme


Disco
Título: Kesto (234.48:4)
Grupo: Pan Sonic
Estilo: Música experimental, minimal techno

Se iban a llamar Panasonic, pero cierta multinacional les sugirió que cambiaran de idea. Y mejor que mejor. 

El prefijo -pan-, tomado del latín, significa "todo". Así, una religión panteísta, según la RAE, es la que afirma que el único Dios posible es el que forma cada esquina del universo. Al grupo de música electrónica Pan Sonic, entonces, lo podemos interpretar como un anuncio de ese "sonido del todo".  

La profundidad y el volumen son las primeras consideraciones necesarias para entender este disco, que es (ni más ni menos) un ataque directo a su oyente. Un ataque en tres dimensiones, que te pilla siempre a contrapié durante cuatro horas de golpes inesperados. 

El conjunto se divide en 33 temas titulados en finlandés, que ya mete miedo de por sí, y sorprendentes, tanto porque podemos escuchar hasta una cisterna, como porque en ciertos puntos es superado el límite de lo directamente incómodo, y cada minuto amenaza con hacerlo. 

Esto es música en el sentido más amplio de la palabra. Una combinación triple de silencios, sonidos agradables y molestia sonora. Siempre con la pregunta de fondo de qué es el arte, y qué es lo que conforma la grandeza de una obra. 

¿El tamaño? Casi de forma burlesca, desde el título se alegran de su propia desmesura, casi 4 horas divididas en 4 discos.

Lo reconozco: escuché un cuarto de hora y paré. Escuché un par de veces más la primera parte de Kesto y después encerré este disco en un cajón perdido, como si tuviese un maleficio. Pero unas semanas después volví a él, sin demasiado ánimo, y fue como si todo encontrara su sitio. 

Efectivamente el comienzo de Kesto es abrasivo y salvaje en plan criba, como una carrera universitaria con un primer año difícilísimo. Y cuando quedan la mitad, los verdaderos fans, digamos, el álbum despliega todo su potencial. Una chistera llena de trucos.


Una pequeña muestra de la vertiente más espacial


Poco más había al principio que los dientes del can en la portada. Pero afortunadamente sus fauces metálicas van abriéndose y tropiezas con ellas, cayendo a un pozo inabarcable. El disco va abriendo sus referencias, suavizándose, pero nunca deja de ser oscuro e inquietante. Los alambres de espino, convertidos en marisma. 

Un flasback: la primera y única vez que me había asustado escuchando un disco fue con el Psychocandy, el debut de The Jesus and Mary Chain, que tengo en poco menos que un altar. Tendría unos 15 años o 16. Y esa gente gritaba con las entrañas y tocaba la guitarra de una manera que no había visto en mi vida, colocando al ruido por encima de todo. 

Al principio, la pregunta con ese disco era ¿por qué me gustan tanto unas canciones tan estridentes? En primer lugar, por la violencia irracional que todos escondemos dentro de nosotros. En segundo, porque aquella avalancha de zumbidos escondía unas canciones de pop muy bien pensadas, de una calidad poco común. 

Es decir, que habían dibujado una bellísima ninfa a lápiz y le habían tirado por encima un tonel de pintura, a lo Polock. Dejadez y precisión, implicación y nihilismo trabajando juntos y creando un 
cóctel molotov de confusión. 

Todo aquello fue para mí un himno adolescente, y discos como Kesto, más inhumano pero a la vez más consciente, como visitar las ruinas de una civilización extinta, pueden ser los que marquen el futuro. 

En una industria que trabaja en bucle, en base a la repetición de lo que funciona, algunos (D.E.P. Mika Vainio) se atrevieron a construir un disco único, desorbitado, imperfecto desde su chulesca concepción que se olvida tanto del espectáculo como del espectador. 

Porque Kesto es inhóspito. Podría engañar a un ingenuo enviándole fragmentos del disco y defendiendo que se trata de ondas alienígenas detectadas por nuestros satélites. 

Esta es una obra imposible, como lo fue el Ulises de Joyce, difícil de tragar y casi imposible de entender y valorar, una gran desesperanza que lo confirma, sí, todavía hay esperanza en el futuro del arte y la originalidad.

NOTA: 8,7

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