viernes, 4 de noviembre de 2016

El Porvenir: sólo somos felices antes de ser felices


Película
 Título original: L´avenir
Año: 2016
Duración: 100 minutos
Dirección: Mia Hansen-Love
País: Francia

La trama es sencilla: Nathalie, una profesora universitaria de filosofía, ve desplomarse los referentes vitales que la mantenían en pie, y sustentaban el rodaje de sus días monótonos. De repente, siente la necesidad de replantearse la vida, mezclar esas filosofías que ama con su propia carne que vagaba. 

Es una película rodada con cariño, donde todo parece ocurrir de forma espontánea, real, olvidándonos de que esconde un guión. Su principal virtud, y a la vez pecado, es la sutileza. Pasa por los temas y problemas de la existencia sin apenas despeinarse, retratándolos fielmente pero como tenues suspiros: el abandono, la muerte, la mercadotecnia, la política. 

Su principal reflexión pivota en torno a las edades del ser humano y sus consecuencias, en todos los personajes: ese marido individualista que lee a Schopenhauer, y una tarde se aburre de ser siempre el mismo; la hija que llega a la madurez; nuestra protagonista abandonada por todo y todos, menos una gata en una jaula. Le provoca alergia y se llama Pandora.

Su madre, a la que los años convierten a la locura, y se enclaustra en una habitación de la Residencia porque: "odia a los viejos", sublime frase que señala cómo esos que vemos hablar en un hilo de voz, arrastrarse con bastones y sumergir la dentadura en un vaso de agua antes de acostarse, no son seres extraños, sólo jóvenes por los que ha pasado el tiempo.





Nathalie, profesora apasionada de Rousseau que podría ser cualquier persona, cualquier mujer, lucha por sentirse válida y plena pese a los estragos de sesenta mil días y noches, dice que "las mujeres a los cuarenta años ya sólo sirven para tirarlas a la basura" y recoge sus cosas sin saber a dónde las va a llevar ahora, cuando recuerda a su "protegido", un joven brillante que no le da ascos a los tratados más radicales.
A pesar de todo -a fin de cuentas, lo ha perdido- escapa con él a su utopía en las montañas francesas: queso, burros, hierba en ambos sentidos de la palabra y anti- autorías de filosofía comprometida. Ella, en realidad, siente que es una mentira, porque ya ha pasado por esos idealismos y ha madurado, ¿o acaso se ha rendido, simplemente? En cualquier caso, aquellos fueron buenos años, porque "sólo somos felices antes de ser felices". Y decide volver. 

La fotografía es deslumbrante, preciosa, y se tratan asuntos profundos con honestidad, pero es difícil evitar el regusto de que nos han puesto delante diez platos y hemos olfateado todos sin llegar a probar ninguno. Se tratan los conflictos como si tuvieran poca importancia, de forma que sólo se emocionarán quienes los hayan vivido. El Porvenir es una buena experiencia, pero deja el sabor agridulce de no querer llegar tan lejos como podría: esperas durante todo el metraje un giro que no termina de aparecer, algunas iniciativas de Nathalie  no llevan a ningún punto; y parece como si en lugar de una película estuviéramos ante... la vida. 

Admitámoslo, haré un ejercicio de humildad: a veces, al admirar una obra, no puedes saber a ciencia cierta si estás ante un error o un hallazgo, y sólo te queda recomendarlo para saber qué luz pueden arrojar los demás sobre ella, y sobre el existir, que, cuando hablamos de arte profundo, tantas veces es lo mismo.

Nota: 7,25

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