sábado, 26 de noviembre de 2016

La foto



Ella llegó allí y supo que tenía que sacar la foto.

(Era la fuente /cinco cabezas de piedra oscura/, tierra encharcada bajo su desbordarse;
manchas de Sol en las nubes)

Él la llamaba desde la ventanilla. Le miró tomar la fotografía -lo más rápido que pudo, intentando no ser vista, sin fijar encuadres, determinar la luz-, en medio del parque pequeño, extrañado y casi riendo. Luego subió al coche. No le dio tiempo a más. Percibiera, por un silencio especialmente silencioso de su alma, que había algo alrededor de esa fuente, y que no seguiría allí para cuando volviese.

-¿Qué hacías?
-Sacar una foto.
¿A qué?
-No lo sé.

(La mochila azul abandonada. ¿Qué podría esconder, por qué estaba sobre el banco, en ese lugar y justo en ése y no en otro? // Los árboles, desvalijados por el viento, anunciando su ocaso, el término inevitable y triste del año que nos hace estar tristes. Las hojas caen porque ya no sirven

 /se ha ido la luz/

pagan una nueva vida improductiva siendo abandonadas a su suerte, retiradas del alimento, aplastadas por pies congelados, aceleradísimos, que tiemblan con la lluvia e intentan dejarla atrás pero es imposible: cuanto más corres más te mojas. A veces el sentido común se equivoca).

Él se reía de no ver nada allí; ni una catedral gigantesca, ni celebridades conocidas, siquiera alguna belleza en concreto; la luna en su esplendor mágico, el anochecer sintiéndose eterno. 

A veces el sentido común...

Cualquiera puede admirar un Velázquez, la novena sinfonía de Beethoven, a la persona con los ojos más claros sobre la faz de la tierra. ¿Pero qué mérito tiene eso? ¿Qué hay de uno en ello? Es belleza y sólo belleza, precioso y punto; su importancia es esta: ya está. Implantado, triunfal, establecido y global. Hay quien, al llegar a una ciudad nueva, famosa, siente la imperiosa necesidad de buscar la catedral, o el edificio más grande, el museo más importante, tampoco se suele excusar en ninguna fe.

Pero el delirio que amo no entiende de mapas trazados hace tiempo por otros ni caminos rectos: exige callejear, perderse en (crear) laberintos, incluso sufrir; el Pórtico de la Gloria es de todos pero este cuadro nostálgico sólo suyo, porque es ella.

Explorar, descubrir, imaginar. La verdadera belleza es imperfecta, una obra de arte debe estar siempre inacabada (...) para, en el intento vano de comprenderla, crear mil bellezas, mil obras más.

A veces.



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