jueves, 14 de abril de 2016

ODA A LA PEDANTERÍA


ODA A LA PEDANTERÍA

ó

“EL INTELECTUAL”


A Yago y Matilde:
Disculpad que no os haya escrito durante tanto tiempo, pero resulta que el problema es aún mayor de lo que pensáis: no puedo escribir nada en absoluto. He leído los poemas diez veces. Arrastro noche y día con mi temblorosa mano la estilográfica que me regaló vuestra amabilidad, pero no emerge un tímido verso. ¡De todos modos, seguro que me será útil, gracias! Si algún día soy referente de la literatura imposible en nuestra cálida Historia, será gracias a vosotros.
Descienden horas sobre el cuarto sin que se me ocurra algo de mérito, la nueva historia que espero en vano. Papeles blancos, arrugados, rayas negras y agujeros, por eso hace tanto que no recibís algo mío. A mi favor he de decir que últimamente mi vida es un cúmulo de forcejeos que no llevan a nada, latente, palpitante, nada.

Ayer fui hasta la biblioteca, en la búsqueda precisa de un par de tomos de Garcilaso. Me costó horrores llegar a ese templo, madre mía del amor hermoso, sin pecado concebida, pasaba la barahúnda monstruosa de una manifestación altisonante, reverberando.
Contaminaron mis pasos y mis versos –porque tenía unos en mente, que trataban sobre la arena, y se deshicieron-. Pasaron ellos y un buen rato, antes de que pudiera alcanzar el otro lado de la carretera, como en el juego ese del móvil que está tan de moda, yo no sé como se llama pero vosotros sí. ¿Wallapop?
Gritaban de forma similar a animales enjaulados, pero yo les comprendo, sufro por ellos, simples instrumentos del poder establecido, así dijo Foucault, en otros términos, para otra gente y pensando cosas distintas, pero decadentes, mi corazón sintió piedad por ellos tan apenados, fulgurantes mártires de la libertad.
Adquirí en la biblioteca el pesado volumen, 250 páginas con una bellísima introducción bordeada por rosas color mate. Cincuenta poemas, su explicación, comentarios que buscan el porqué de las explicaciones anteriores, bibliografías razonadas de esos comentaristas con sus trayectorias; y como no hay nada concluido en la poesía, ni siquiera en la de milenos pasados, también se incluyen apéndices, prólogos, nexos, escisiones del material original, añadidos, pentagramas posibles e imposibles, traducciones a muchas lenguas, y versiones de cada verso tal y como los habría escrito Quevedo, Góngora y un hombre común del siglo XVI, XVIII y XXI.
Este vehículo alado de la imaginación pesa muchísimo, elefante cosido por enaguas de plata, porque no le han arrancado más que cinco páginas, he sido yo, de tanto que amé una poesía sobre el oído, la concisión, la claridad ¡oh, claridad! y el ingenio, con la que me sentí muy identificado.
Al romperse las hojas, sonó ese quejido sordo de versos distanciándose, narrado por mis venas y las de los malditos. Entonces, estaba leyendo a la hora postrera, encorvado sobre las angustias y anhelos del Siglo de Oro, expectante de música y latidos cuando golpeó la ventana un meteorito procedente del planeta Mano de Idiota. ¿Quiénes se creen para romper lo que no es suyo, mentes primarias, de estupidez sigilosa pero brutal, turgentes bestias? Abrí la inerte ventana azul y grité: "¡callad, paraos!"
Era la barahúnda, la multitud que nunca duerme y nunca deja dormir. La primera súplica pareciera tímida y volví a sepultar su silencio con palabras de piedra. 
Busco una nueva historia, en mi corazón vacío, en el poemario repleto, o al menos lo intentan mis lozanas energías, porque no dejan de cruzar por aquí manzanas podridas, los encolerizados manifestantes, estos transeúntes más molestos que un demonio. Jodido forcejeo.

Llevaban largo rato molestando, al final les tuve que gritar, lo cual espero que os cause alguna risa:
-¡dejad de hacer ruido, hideputas, trato de concentrarme mongolos de mierda!
Esos en su vida sabrán lo que es una historia.
Estuve toda la tarde allí retenido y fue en balde, de tanto ruido no pude pensar un verso, mucho menos una trama para mi novela o la obra de teatro. Me gustaría hallar en los aledaños de mi mente despierta un cúmulo resplandeciente de personajes, la denuncia de una injusticia, algo así, un final épico, pellizcos de amor, traiciones, desvelos pero bueno adiós;

Yago, Matilde, hermanos de la sabiduría y su  búsqueda innata, de tan poderosa sapiencia,
muchos besos y abrazos para ambos,
de vuestra espiritualidad floreciente preferida,
Verde Pradera Azul


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Explicación:

Eran una historia los hombres y mujeres luchando por alguna razón desconocida, supone otra historia  el desdichado que ni dándose de bruces con sus anhelos puede verlos.
Una mente clara diría que las historias crecen por todos lados, en las briznas de hierba, en unos zapatos deshaciéndose al marchar, en el solitario ir y venir de las olas. Pero es necesaria la humildad para darse cuenta. Desde las alturas no se aprecia ninguna cicatriz. Podamos verlo o no, hay algo que contar en cada rasguño de la existencia (y también delante de tus narices).
Permaneced atentos.


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