Desde el principio me llamó la atención, y
cada día parece estar más de moda, el insulto por excelencia de la política
moderna. Se utiliza al hablar de Podemos, al hablar de Trump (qué diablos,
algunos periódicos parecen querer decir que son una misma cosa), con el Brexit
de marras, lo del referéndum en Italia, grupos neonazis varios y para el todos
contra todos.
Es el comodín de la llamada (a la hipocresía). Porque me resulta gracioso/ irónico ver a líderes de distinto signo denunciando a sus rivales como “populistas”, siendo el populismo, en su justa dosis pues todo en exceso sobra, base ineludible para el éxito electoral en cualquier democracia. Es imposible llegar a la Moncloa, o a la Casa Blanca, sin algún toque de este ingrediente X. Claro que hay diferencias de grado y unos son más demagógicos que otros, pero no deja de ser como miopes difamando a tuertos.
Todos los partidos mienten, porque el
pueblo llano no se conforma con poco. Preferimos votar a alguien que prometa
diez y cumpla uno, antes que a quien permanece callado. Vamos a por el de
perfil alto.
¿Qué sentido tiene que un partido que ha incumplido la mayoría de su programa, incluso ha mentido sobre su propio eslogan de campaña, acuse a otros de populistas? Es como si un cíclope gigantesco te cogiera del brazo y dijera al oído, salivando: “cuidado con los (...), son monstruos terribles, no te fíes de ellos, deja conmigo esta noche a tus hijos.”.
En cuanto a los grandes medios de
comunicación, me parece bien que acusen a algunos de populistas, porque para
empezar, como acabo de decir, si tienen algún peso en la agenda mediática, en
mayor o menor medida seguro que lo son. El problema es cuando luego defienden
el populismo de "los suyos", copiando a rajatabla las mentiras que escupen
como si fueran una correa que trae y lleva los mensajes del líder.
Al ganar Trump, los medios se mostraron
aterrados. Ahora parece que ya se han calmado un poco las aguas; pero he
llegado a leer, entre las escasamente diversas columnas de opinión de un medio de
cuyo nombre no quiero acordarme; que al día siguiente de ganar el empresario
las elecciones, su hijo -el hijo de quien escribiera esas líneas, se entiende-
lloraba en el colegio porque no quería que le mataran; que los niños en la
escuela lloraban ante la visión apocalíptica de sus compañeros que se iban a
ir; mientras, las niñas se abrazaban aterrorizadas (…) Todo correcto. Lo
malo es que si hubiera ganado su adversaria, lo habrían vendido como una
grandísima victoria "de la democracia"; y no saber realmente si
se critica a Trump desde las páginas de nuestros diarios por su racismo,
machismo, etc. o por simples intereses bancarios, empresariales.
No caeré en el relativismo: sí que hay
políticos mucho mejores que otros, estoy convencido. Eso sí, todos son
populistas. Así que habrá que buscarse otro insulto. Radical está bien. O
extremista. No todos lo son. Pero un partido que no fuera populista
desaparecería a los dos días de nacer, mucho antes de que le saliese barba. Y
usarlo como arma dialéctica: llamar la atención en la fealdad de los demás para
disimular la propia.
Fotografía extraída de Photopin
photo credit: Mike Licht, NotionsCapital.com <a
href="http://www.flickr.com/photos/9106303@N05/25532420181">Trump
Rally: Torches & Pitchforks</a> via <a
href="http://photopin.com">photopin</a> <a
href="https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/">(license)</a>
Pues he de decir que estoy totalmente de acuerdo. De hecho, alguna vez había reflexionado sobre sobre la palabra "populista", y llegué a la conclusión de que, en efecto, la política es un juego de populismo, porque al fin y al cabo (aunque haya que entrecomillar esto que voy a decir) es al pueblo a quien tienes que convencer y al que tienes que prometer, aunque después te lo pases por el forro.
ResponderEliminarCon tu permiso, comparto en Google+.
Saludos!
¡No hace falta que pidas permiso, muchas gracias! Disculpa por tardar tanto en contestar, he estado unas semanas apartado del blog. Hoy he subido una entrada similar a ésta, te animo a verla.
ResponderEliminarY ya respondiendo a tu comentario, creo que el problema es que es casi imposible que rindamos cuentas a los partidos, excepto casos excepcionales (que nos lleven a una guerra sin razones de peso, nos endeuden brutalmente...).
ResponderEliminarEl PP ha tenido muchos casos de corrupción, el PSOE también, pero lo más determinante al final ha sido la aparición de un partido asociado a un target similar al del segundo y con mucha fuerza política; esto castiga más que cien crímenes a cualquier formación.
Votamos más por afiliación que por actuación, somos de un partido igual que somos de un equipo de fútbol. En el colegio tenía un compañero que parecía cambiarse de equipo favorito siempre que alguno destacara: Valencia, Atlético, Liverpool... Supongo que mirábamos mal eso, como un poco de chaqueteros, pero ahora no sé si ésta debería ser la actitud con nuestra clase política: exigir resultados. Sobre todo teniendo en cuenta que aunque vivan de vendernos la diferencia -como cualquier agencia de publicidad- en realidad la mayoría de formaciones no son tan distintas entre sí en su acción política.