Una de las cosas que más se han valorado históricamente en el arte es la capacidad de salirse de la corriente dominante que triunfa en un momento concreto, para construir algo transgresor e imperecedero. Una obra que aguante el paso del tiempo e influya a los artistas de generaciones posteriores, ya preparados para comprender el futuro.
¿Y qué son la inmensa mayoría de piezas musicales que escuchamos a diario sino la sonoridad más o menos editada de unos músicos y los instrumentos/ máquinas que tienen bajo su control... o les controlan a ellos? Pues John Cage en 1952 hizo todo lo contrario a los demás.
La pieza se llama 4.33; pues es lo que dura (y mucha más descripción no se puede extraer de ella). En lugar de tocar él, se paraliza a sí mismo durante casi cinco minutos divididos en tres movimientos; y en ese silencio casi absoluto (remarquemos lo de casi) permanece inmóvil mientras deja que los ruidos externos actúen. Me refiero al señor bostezando de la segunda fila, el taconeo suave y apresurado de una joven tras la puerta, murmullos indescriptibles, los ¿aplausos?...
No existe el silencio absoluto, ni dos iguales o remotamente parecidos. Cada vez que Cage interpretó 4:33, lo sintió como algo distinto, y el resultado también lo fue. Imagina escuchar este tema con los audífonos, por la calle. 4:33, obra inhumana, (in) finita, podría ser el repicar de la tienda de los chinos al entrar alguien, la bocina de aquel camión, el sonido intermitente de la lluvia al caer, el fulgor de los rayos de Sol sobre las hojas de los árboles.
Cage dejó dicho que todo lo que hacemos es música. Tenía razón, pues cualquier mínimo gesto del mundo emite una vibración audible por un oído lo suficientemente fino, y ¿dónde está la frontera entre música y el ruido? Nunca dejará de ser algo plenamente subjetivo. Creo que un Dios, fuera de la prisión de todas las subjetividades, sentiría hasta el más tímido eco como parte de una sinfonía antigua como el mundo; bifurcada hasta lo interminable en el estertor solitario de una mosca, la fricción pequeña de sus patas, el bailar al viento de cada pelo suyo y el desintegrarse átomos de esos pelos. Todo movimiento es un Movimiento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario