lunes, 7 de diciembre de 2015

SIAMESE DREAM (Crítica disco)




Autor: The Smashing Pumpkins
 (es su segundo disco, entre Gish y el doble álbum Mellon Collie and the Infinite Sadness)
Estilo: Rock Alternativo, Indie
Año: 1993
Duración: 1 h 4 min 50 seg

 

Soñé con tener un hermano siamés, y compartir mis penas.

Puede que la voz de Corgan no sea  ortodoxa, pero sí bella, porque nadie más suena así. Un individuo (único y cualquiera), que ha escrito un diario sonoro en trece partes: sus miedos, sus fracasos, anhelos y frustraciones; todo está aquí en pleno esplendor, expuesto a la luz de lo atemporal. No quiere que los descubras; así que pasarán rápidos y rabiosos.
Trece trenes de mercancías cruzan a toda velocidad.
Las enigmáticas letras son incomprensibles, pero la música no miente. El sonido denso, profundo: han ido al infierno y están de vuelta, más cargados que Papa Noel. El característico dolor y guitarras crujientes, lastimosas, del grunge; los chispazos cacofónicos y estructuras a punto de estallar del noise rock, lo más directo y crudo de los Stooges, una gota de shoegaze, para que suene etéreo, lazos con el pop. Tenemos un poco de todo, así que sólo podemos calificarlo como rock independiente o alternativo.

Los nuevos tonos de la portada de la revisión de 2011 dan buenas pistas de de quién son deudores. Influenciado por la visión casi mística de Loveless (My Bloody Valentine, 1991), Billy Corgan intentó darle un color similar al  conjunto, consiguiendo un Loveless furioso, perdiendo abstracción en pos de lo terrenal.  Aquí, aunque ya sabemos qué se está diciendo, aún no sobre qué se habla. Un misterio cuidadosa y meticulosamente inexpugnable: sabed hoy que existo, jamás quién soy. Laberintos donde te van golpeando para que no choques contra las paredes. Basta con ver los nombres de las canciones: Hummer, Rocket, Silverfuck. Pero esto no es todo, amigos.

También hay momentos para ya no sólo la típica calma que precede a la tormenta (Pixies, Nirvana); sino lo ambiental, delicado, una música más visual y contemplativa, la carne se duerme y deja paso al espíritu, sonidos lejanos: como si de repente les hubiesen abducido mientras tocaban. El fluir del  dream pop. Pero no temáis, porque más pronto que tarde las guitarras se solidifican de nuevo. Al final comprendes cómo en esos oasis melódicos se esconde el centro de gravedad del disco, lo que en realidad nos querían contar: tras fatigarse en la rabieta, llega la confesión. Elevarse a partir de fuerza bruta, luego planear y admirar las vistas, como en la alfombra de Aladino. La cabeza de Corgan tiene una mecha: la enciende, explota y el suelo te enseña los trocitos, lo que había dentro, mientras él se agacha avergonzado a recogerlos.
Un disco nacido del dolor, pero que a base de fuerza y vitalidad artística consigue no ser deprimente, excepto en la dolorosa Disarm, acto catártico brutal. Se cosen con grapas las heridas y por poco no mueren. ¿Es necesario el sufrimiento para el arte? Para éste, sí. Como en Nevermind, al final la mayor virtud de todo esto es que es real: “I used to be a little boy”, canta Corgan acompañado con cuerdas en Disarm, la canción perfecta para el fin de año perdido.

Continúa sosegándose un poco (Spaceboy, Sweet Sweet), pero no se resiste a irse sin abofetearte: Silverfuck haría las delicias del metalero más intransigente. También hay algo de heavy aquí. Corgan se vale de todo lo que está a su alcance para completar su sinuoso (maravilloso) puzzle.


VALORACIÓN: 8,8

Cherub Rock:8,2
Quiet:9
Today:8,5
Hummer:8,5
Rocket:8,5
Disarm:8,5
Soma:9,5
Geek USA: 9
Mayonaise:8,2
Spaceboy:8
Silverfuck:7,5
Sweet Sweet:8,2
Luna:7,5

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