Hay muchas formas de llamar a la
puerta, cada uno lo hace a su manera. Pero Upside Down es
pasarse. Esto es lo más perturbado que puede escuchar un cuerdo. Echarle una gota más de salvajismo haría imposible volver a tu vida
capitalista y sedentaria como si no hubiese pasado nada. El día en
que todo el mundo escuche este disco, nadie venderá trajes.
“Best friend I've
ever had/Uh-huh-huh/Feels like I'm going mad”; “Doesn't matter to
me/
Doesn't matter to me/Knowing you can't see”
Doesn't matter to me/Knowing you can't see”
Y luego llega
Psychocandy. Unos reconocidos amantes del pop como son los Jesus
muestran aquí su bello cadáver e inmediata resurrección. El mensaje es claro, esencial: para
qué estar triste si puedes estar cabreado. El álbum perfecto para
escuchar en soledad mientras caminas hacia ningún lugar. Con él, las
metáforas vienen solas, te acuchillan por la espalda: la dulzura pop
como una turgente sombra sobre la que se arrojan un montón de cosas
afiladas, el disco definitivo del sonido indefinido, la M80 pillando
interferencias al pasar por el averno. Ruido y melodía. ¿Fomenta la
violencia? No, la mata desde dentro.
Psychocandy
comienza echándose un farol, acariciando tus mejillas antes de
golpearlas. Just like honey es una “preciosa” balada rock, al menos para lo que representan estos tipos: canta Jim Reid
aquello de “I´ll be your plastic toy/yo seré tu juguete de
plástico”.
Esta canción asciende sobre los personajes en un momento culminante de Lost in translation, melancólica obra maestra de Sofía Coppola y que recomiendo más que este disco, la verdad, de una radicalidad tan pura que sólo puede encantarte o espantarte, no caben las medias tintas, y menos cruzando como cruza la frontera de lo insano e incluso doloroso, en un equilibrio que no se volverá a conseguir. En cambio, en la cinta de 2003 yace el reflejo de cualquier alma romántica.
Pero prestemos atención todos y todas al videoclip: eso sí que es puro Jesus and Mary Chain, medicina para jodidos de la mente. Jim Reid aguanta su guitarra simplemente para que no se le caiga, más perchero que guitarrista; el bueno de Douglas Hart toca sólo dos cuerdas de su bajo, para qué más, según él mismo llegó a decir; a los veinte segundos Jim, imagino que agotado tras su gran esfuerzo, se sienta para empezar a cantar, más desganado que la cigarra de aquella fábula, y con tan poco sentimiento que éste parece real (gran hallazgo). Bobby Gillespie, que pasaba por allí, golpea un par de tambores, que eso no es batería ni es nada, de pie y apático, como si no fuera con él. En realidad, las bases rítmicas simples y primitivas, rollo tribu aborigen de Oceanía, son uno de los puntazos del disco.Inevitablemente se repiten a lo largo del disco algunas de las escasas combinaciones posibles. Y mola. De algún modo (habrán vendido su alma al diablo) consiguen que nunca aburra.
Esta canción asciende sobre los personajes en un momento culminante de Lost in translation, melancólica obra maestra de Sofía Coppola y que recomiendo más que este disco, la verdad, de una radicalidad tan pura que sólo puede encantarte o espantarte, no caben las medias tintas, y menos cruzando como cruza la frontera de lo insano e incluso doloroso, en un equilibrio que no se volverá a conseguir. En cambio, en la cinta de 2003 yace el reflejo de cualquier alma romántica.
Pero prestemos atención todos y todas al videoclip: eso sí que es puro Jesus and Mary Chain, medicina para jodidos de la mente. Jim Reid aguanta su guitarra simplemente para que no se le caiga, más perchero que guitarrista; el bueno de Douglas Hart toca sólo dos cuerdas de su bajo, para qué más, según él mismo llegó a decir; a los veinte segundos Jim, imagino que agotado tras su gran esfuerzo, se sienta para empezar a cantar, más desganado que la cigarra de aquella fábula, y con tan poco sentimiento que éste parece real (gran hallazgo). Bobby Gillespie, que pasaba por allí, golpea un par de tambores, que eso no es batería ni es nada, de pie y apático, como si no fuera con él. En realidad, las bases rítmicas simples y primitivas, rollo tribu aborigen de Oceanía, son uno de los puntazos del disco.Inevitablemente se repiten a lo largo del disco algunas de las escasas combinaciones posibles. Y mola. De algún modo (habrán vendido su alma al diablo) consiguen que nunca aburra.
A
lo que íbamos, Just like
Honey era sólo la
trampa para cazar al oso: The
living end comienza a
tiro de escopeta y acaba como atroz apocalipsis, adrenaĺítica,
anfetamínica; una canción sobre pillar tu moto a toda velocidad y
sentirse enamorado de uno mismo, porque “I
cut the road like a sharpener knife”.
Taste
the floor es
algo más lenta, pero a cambio mucho más sucia, guitarras que
chirrían y relampaguean antes de resquebrajarse. La letra es extraña
y deprimente, aunque con estos genios bastardos de la música
contemporánea uno nunca tenga la sensación de tristeza: aquí hay
demasiada energía para ello. A veces, cuando se me da por filosofar
y Heráclito, Parménides y Tales de Mileto despiertan en mí, pienso
en que, en realidad, las únicas diferencias entre la tristeza y el enfado
son cuestiones de aceptación/resignación, la posición subjetiva de
uno frente al problema y la energía disponible.
¿Sigue
alguien leyendo o ya se han ido todos? The
hardest walk
fue la primera canción que escuché del grupo. Aún recuerdo cómo
me resultaba jodidamente molesta, y eso que es de las más amables de
todo el disco. Aquellos que no tengan unos oídos inquietos, quizás
incluso algo masoquistas, dudo mucho que logren ver el dibujo que hay
tras las zarzas. Porque eso entiendo que es Psychocandy: un conjunto de
piedras angulares, sólidas e imperecederas de la historia musical
(léase Beatles, Stooges, la Velvet...); sobre las que se superponen
hiedras venenosas y tojos enmarañados, los árboles no dejan ver el
bosque y eso es lo que mola: el bosque ya lo habíamos visitado mil
veces, ahora que alguien nos enseñe las espinas. Así, construyen sus
canciones gracias a las supuestas (¿hay algo absoluto en el arte?) imperfecciones que los demás grupos llevaban evitando desde los anales de la música popular, a excepción de Lou, Cale y compañía; que
en vez de ser hijos de su tiempo son padres de todo lo demás.
Aquí hay más defectos de sonido que sonido, pero sigue estando ahí. Cuando pillas la broma del asunto, y al fin te decides a escarbar, terminas satisfecho por lo descubierto a pesar de tener las manos llenas de sangre.
Aquí hay más defectos de sonido que sonido, pero sigue estando ahí. Cuando pillas la broma del asunto, y al fin te decides a escarbar, terminas satisfecho por lo descubierto a pesar de tener las manos llenas de sangre.
Lo mejor de Psycochandy
es
descubrir al final cómo, después de tanto escándalo, es un disco
muy similar a lo que habíamos visto hasta ahora. Le dan un giro de 360
grados al pop: es decir,
lo retuercen, literalmente lo violan (con consecuencias palpables
décadas después, en una legión de imitadores más inagotable que
los soldados imperiales de Star Wars), pero luego lo
dejan como estaba; aunque destrocen tu habitación, todo lo realmente importante
está en su sitio con una precisión científica. El Método
utilizado es juntar
una base sólida,
melodiosa y perfectamente rítmica con
un mundo subversivo y anárquico
de distorsiones, empalmes y todo tipo de intromisiones ilegítimas al
honor de los instrumentos musicales, y
dejar que se peleen:
de este imposible intento de unión nace la química emocionante y
misteriosa de
In a Hole,Taste of
Cindy, la
nihilista Never
Understand (mi
favorita), o Inside
me,
la más brutal de todas.
La producción de Cut
dead o
Some Candy Talking es
prácticamente limpia, pero se integran sin
problemas en un conjunto musical que nunca dejará de ser un
milagro de la alquimia; cómo con los peores elementos y los errores
del pringao
amateur
conseguir uno de los discos decisivos del fin de siglo.¿La
respuesta? Actitud.
Por
cierto, ¿JAMC triunfaron gracias a asumir que nunca lo conseguirían
y crear música sin preocuparse por nada ni nadie? Qué va. Estaban
tan idos cuando sacaron el Psychocandy
que su objetivo era escucharlo en radios comerciales, lo cual
resultará de lo más sarcástico al que le dedique a esto
quince minutos de su tiempo.
Toda
esta impetuosa construcción se sostiene gracias a un puñado de
caramelos cuidadosamente ubicados: de otro modo, el quinto hit
destrozatímpanos seguido haría claudicar al más testarudo.
Para nosotros, los melómanos de oído menos
refinado, existieron directos como el celebrado en el Electric Ballrroom un 9 de septiembre de 1985 que ya nos queda lejos (está en You Tube). Casi hace justicia a la leyenda
que les precede, referente a entre otras cosas tocar de espaldas tres o cuatro canciones,
crear disturbios y pirarse.La
mecha de una revolución que, habéis adivinado: no lleva a ningún
sitio. Pero es excitante verla.
Luego
también está por ahí el Barber
Wire Kisses, con
caras B de la época, pero eso ya es para viciosos. No se puede
llegar más lejos caminando el anguloso sendero del noise
pop.
Aquí empieza y termina todo.
PUNTUACIÓN:
9,7 AÑO:
1985 DURACIÓN: 43 minutos 10 segundos
Just
Like Honey (9,5)
The Living End (9,7)
Taste the Floor (9,3)
The Hardest Walk (9,2)
The Living End (9,7)
Taste the Floor (9,3)
The Hardest Walk (9,2)
Cut
Dead (9,5)
In a Hole (9,8)
Taste of Cindy (9)
Some Candy Talking (9,5)
Never Understand (10)
Inside Me (9,7)
Sowing Seeds (9,5)
My Little Underground(9,2)
You Trip Me Up (9)
Something's Wrong (8)
It's So Hard (7,5)
In a Hole (9,8)
Taste of Cindy (9)
Some Candy Talking (9,5)
Never Understand (10)
Inside Me (9,7)
Sowing Seeds (9,5)
My Little Underground(9,2)
You Trip Me Up (9)
Something's Wrong (8)
It's So Hard (7,5)
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