En la estación de tren de Santiago, y también en la tuya (que puede ser justo ésa) hay un quiosco. En él, te puedes comprar tanto una tableta de chocolate como el último libro de Belén Esteban. Cuelgan de un estante botellines en plena ola de calor y hojas llenas de “Gay Talese cuando ya nadie cree en el periodismo”.
Doritos, À la recherche du temps perdu en su cuarta parte, revistas de filosofía, colecciones de cromos. Jorge Javier Vázquez y
Julio Cortázar en la misma sección, separados por una portada de Cristina
Pedroche: “recibo cinco o seis ofertas de trabajo al día”.
El mundo se va privando de sus compartimentos
estancos, sus oasis: todo está interconectado. Ninguna pureza puede escapar, ni
natural ni artística ni (...). Tu canción favorita, sale en un anuncio y la utiliza de
tono de llamada el personaje de esa serie.
Me hizo gracia aquel titular que leí hace meses. Celebraba un nuevo récord de visitantes a las Islas Cíes. ¿Soy el único al que le parece algo extraño tomarse a triunfo
que haya conseguido más visitas que nunca un sitio que precisamente y por
razones obvias limita su número de visitantes? Para mí, el titular debería ser: “Las
autoridades se han saltado las normas del Parque Nacional de las Islas
Atlánticas”.
A los parques nacionales no puede ir
mucha gente, por definición: si acudiesen grandes multitudes,
tarde o temprano dejarían de serlo. De hecho, podrían describirse más
o menos así: lugar natural que limita la capacidad humana de echarlo a perder.
¿Quedan montañas vírgenes, fosas marinas que
nadie haya visto?¿Y obras de arte que no estén comentadas todavía por ninguna
página en Internet? Vivimos tan saturados, no sólo de trabajo sino también de ocio, que cuántas veces nos sorprendemos leyendo sobre el
significado de una obra antes de haberla aprehendido… o ni siquiera terminado.
Como no da tiempo a profundizar en
nada, todo es lo mismo. Hay tantos nombres que Belén Esteban y Julio Cortázar
sólo son nombres, se diferencian en que uno es más conocido que otro, ésa es la
única gradación posible en la era de lo rápido.
Siempre voy al tren a toda prisa y nunca me da
tiempo a comprar ni una botella de agua. Al no pararnos, todas las estaciones
son iguales; las personas se distinguen por colores, formas y tonos de voz.
Si lees cien libros sin entregarte a ellos, se
repite una y otra vez esta única historia: tu incapacidad de sentarte
concretado y consciente en una sola cosa de una maldita vez, y leer libros.
No sales de ti. No sales del todo global. Pero hoy el tren va lento. Como ayer,
y el otro día. Pienso decir a los de Renfe que me devuelvan el
dinero. Y por eso me he puesto a escribir esto.
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