Cómic: Persépolis
Autora: Marjane Satrapi
Número de páginas: 366
Año de primeras ediciones: 2000-2004
Género: Autobiografía histórica
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Aunque
aún no ha sido prestado suficientes veces (treinta y ocho en total), al
ejemplar de Persépolis que tengo entre las manos se le caen
las páginas de cinco en cinco. En ellas, Marjane
Satrapi, una artista iraní, nos cuenta su infancia y desarrollo vital, así
como el devenir de su maltratado pueblo; en cuatro libros que se suceden
cronológicamente.
El
primero de ellos trata la llegada del integrismo islámico a su país, tras
derrocar al máximo gobernador, el “Sha”, vendido a las potencias extranjeras,
que acuden a la zona para controlar el “oro negro” de esta región, o sea, su
petróleo. En la segunda parte llega la guerra. En las dos últimas, el exilio y
posterior regreso de Marji (como la llaman sus seres queridos) a Irán,
completando su madurez.
La obra
se divide en pequeños capítulos, nombrados según elementos a veces esenciales y
otras anecdóticos. Ya en el primero, “El pañuelo”, Marjane nos habla de la
irrupción inesperada de una dictadura religiosa; con este trozo de tela como un
símbolo de ese intento constante de las dictaduras por derretir conciencias e
identidades en un todo homogéneo, casto, sin vestigios de más pasión que la
sumisa.
Marjane,
tras descubrir la empatía bañándose durante horas en memoria de su abuelo
príncipe, quiere ser profeta, pero por alguna razón que aún no comprende, todos
los elegidos de Dios han sido hombres. No hay en Persépolis nada dejado al
azar, desde ese dibujo que parece simple y esconde un amor desbocado por el
expresionismo. Cada línea negra transciende, significa y magnifica: las sombras
en el rostro de una madre encontrándose con su hijo muerto de hambre a la
puerta de su casa, aquel trazo grueso para los ojos de una niña que escucha
obnubilada música por la calle, y las ojeras, muchas ojeras; cansancio de las
guerras, los años, la tiranía, las bombas. Proporciones y leyes de la física
dejándose contaminar por la emoción.
Aunque
destaca sobre todo por su guión, hay en esta obra, además de un estilo
uniforme, algunas estampas emocionantes, de una bella crudeza que clama al
cielo: la aturullada “bicicleta de la revolución” (todos pedalean pero nadie
conduce); las niñas uniformadas golpeándose el pecho por los mártires; o la
desoladora, perfecta, capicúa y simétrica página 111 (en la edición de Norma
Editorial): “la llave del
paraíso era para los pobres”.
En
anécdotas inimaginables (poner agua a hervir por la vergüenza social de no
tener nada que comer, tragar nieve para no deshidratarse) asoma la terrible
realidad de un país pleno en recursos naturales, pero destrozado por la
crueldad y la guerra. Sobrevuela
esta narración la férrea denuncia de cómo los errores políticos tienen sus
consecuencias en las vidas de la gente, y no nos libramos los países
occidentales, que vendimos armas a ambos bandos de la guerra entre Irán e Iraq,
y llamamos rescate humanitario a nuestros propios intereses. Dice el padre de
Marjane: “¡Sólo hay que mirar
a Afganistán! Estuvieron en guerra durante diez años. Hubo 900.000 muertos y
aún hoy el país sigue en el caos… ¡Nadie movió un dedo! ¡Porque Afganistán es
pobre!”
Lo más maravilloso de todo es cómo la
autora entrelaza las hazañas particulares de una niña que poco a poco intenta
comprender el mundo con la historia global de un país. Así, el lector avanza de
forma suave en ambas tramas, tan bien hiladas que nunca tenemos la sensación de
alguien contando su vida, sino representando a un pueblo. Todo esto queda
representado en Marjane mirando con desconfianza la plancha de su casa,
sabiendo que con ellas se tortura a los presos políticos. Lo cotidiano y lo
extraordinario, lo personal y lo universal.
Y la reflexión, porque al final Persépolis es todo reflexión, dibujada en blanco
y negro, quizás por respeto a todos los que sufrieron, escrita en frases como “en un país medio analfabeto no se
puede agrupar a la gente alrededor de Marx. Lo único que puede unirla es el
nacionalismo o la moral religiosa". También
sobre el amor, que es una carrera de larga distancia, la más larga de todas,
porque no nos enamoramos de personas sino de imágenes nuestras. Y una carrera
de obstáculos, porque conocer es un camino a lo desconocido.
Aunque sea una obra en defensa de la tolerancia, creo que la mayor
crítica que hace de las dictaduras no es su maldad, sino su inutilidad. Tampoco
funciona el hábito, que no consigue esconder ni las proporciones de una mujer
ni su identidad política, según el número de mechones que deja al descubierto.
Comenta la pequeña Marji sobre las obligaciones religiosas: “Al principio era un poco duro,
pero aprendí a mentir muy aprisa”. Cuanto
más se endurece el régimen, más se diferencian la imagen personal y la vida
privada, fracasando el vano intento por controlar las vidas de todos; que sólo
puede llevar a la sublevación, el engaño o el colapso humano. Anarquía,
apariencia, asfixia. Son las únicas consecuencias finales de convertir por la
fuerza a unos según los ideales de otros.
Respecto a ello, yo tengo un personaje favorito en este cómic,
podríais ayudarme a encontrar su nombre. Es una silueta blanca que avanza por
los tejados, en la noche, escapa de las armas y los hombres armados, intenta
atrapar la luna y cae. Un símbolo eterno de la libertad, aún a costa de la
vida. En fin, que Marji compite con sus compañeros de clase por decir quién
reza más, y todo es una mentira; y aún en la Universidad, asciende hacia el
conocimiento por escaleras diferentes a las de sus compañeros varones, no vaya
a descontrolar sus mentes pecaminosas.
En último término, ésta es la historia de una mujer desolada,
dividida entre culturas impuestas, sintiéndose extraña en todas; la Europa de
consumo y libertades insospechadas; su país bajo el yugo de la opresión; “una
occidental en Irán y una iraní en Occidente”. Pero sobre todo Persépolis es un
canto a la necesidad de formarse para escapar de nuestras circunstancias, y
construir un destino propio. Posteriormente, Marjane elaboraría junto conVicent
Paronnaud una versión cinematográfica que sería nominada al Óscar.
NOTA:
9,1
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