lunes, 6 de marzo de 2017

¿Quién cuida a la Seguridad Social?



Ascensión acude al médico. Ha enviudado y ya no quiere o no puede volver a casarse, pesa ochenta kilos y le pesan ochenta años como demonios atorados a su espalda. No se desplaza por su propio pie, sino que la traslada en coche su cuidadora, Sara; porque Ascensión apenas da cien pasos al día, zancadas breves que recorren con timidez los pasillos destartalados de su casa que huele a pasado. La cuidadora debería hacer algo con ello (también para eso le pagan) pero por petición expresa de la anciana se pasan las tardes sentadas frente al televisor, viendo la telenovela; y lo único que hace Sara en su larga jornada es comentar los destinos amorosos de Puente Viejo, cual Roncero un partido del Madrid. Cuando la joven se ha ido, Ascensión resiste durante unos diez o doce minutos y medio; luego le llama para que vuelva y la acerque al médico; duele acá, o allá, da lo mismo, casi nunca ocurre nada físico. A Ascensión le encanta ir al médico porque se siente sola. 

En la sala de espera escruta los rostros de los enfermos, cuenta los bastones apoyados en el suelo frío del Hospital. Y sobre todo disfruta de la cálida atención del médico, que la trata con respeto e importancia. No hay semana que no vaya junto a él y es lo mejor de la semana, una cita para ella (a la que ya nadie visita). Cuando entra en la consulta, siempre lleva colgado el colgante de oro que era de su madre y su abuela y las que las precedieron sin saberlo.

A Jandro le ha salido una erupción enorme en la ingle y le escuece dolorosamente. Corre por la banda, vistiendo la elástica -que a veces se rompe- del modesto equipo de su barrio, y la infección recuerda que está ahí. Se rasca con una uña larga de tocar la guitarra y entonces es mucho peor, y piensa en la gran cantidad de virus que almacenamos en esos trozos translúcidos de queratina como el cuerno de un elefante. El mismo Jandro realizó hace unos meses un experimento sobre ello (estudia Química) pero no aprendió la lección. Lleva cinco días aplicándose una pomada hidratante que no termina de funcionar; así que acude al patrón de los Millennials, San Google.

Escribe “herida roja circular pierna izquierda” y aparecen simultáneamente un puñado de imágenes con extremidades abrasadas, enfermas, desgarradas. Busca durante media hora (más tiempo no, pues ha quedado con su novia); lo más parecido es algo llamado “eccema”. Busca la receta y dónde conseguir el medicamento. Una semana más tarde, la erupción se ha expandido por su cuerpo, y Jandro vuelve a Internet para buscar otra información: a quién y cómo puede denunciar por lo que ha pasado. En cuanto a su enfermedad, ya no sabe cuál tiene y piensa que puede tenerlas todas. Asustado, acude al fin al médico, también en coche, porque las piernas le arden tanto que cuesta caminar.

María suele enfermar bastante y no sabe por qué. Odia el Hospital, le agobia encontrarse de repente entre toda esa gente mayor y enferma, con las más variadas dolencias allí reunidas como para un casting de penurias. Pero hoy ha tenido que venir, porque en la Fiesta de Graduación el sexto cubata le sentó tan mal que ha vomitado ya tres veces. Llevaba un mes y medio sin pisar estos pasillos blancos. En la última ocasión se había mareado en clase. Eran buenos días de pizza y paseos por el parque que terminaron de golpe, con su ingreso en el nuevo centro médico. Cuando al fin salió, echó una carrera de cuarenta metros para alcanzar a sus amigas que la esperaban fuera y volvió a sentirse como si martillearan su cabeza desde dentro, mientras le venían a la mente años lejanos, cuando hacía deporte dos veces por semana y lo mucho que lo odiaba, y el agradable sabor del pitillo de después.

En las primeras conferencias de Comunicación e Saúde, celebradas en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Santiago de Compostela, fue tratada la necesidad de cuidar a nuestro sistema sanitario (amenazado tanto por su mala utilización como por los vaivenes económicos) para que pueda sobrevivir, y cuidarnos después a nosotros. Si no, puede que pille una gripe de la que ya no pueda levantarse. ¿Y después, qué haremos?

 Fotografía extraída de Photopin, créditos
 sponki25 <a href="http://www.flickr.com/photos/147079914@N03/32646216215">Downtown Hospital Ambulance</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by/2.0/">(license)</a>


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