Hoy, nosotros nos hacemos
un poco más pequeños, y todas nuestras preocupaciones también; porque ha
llegado Mohamed.
Éste es un viaje, que trae
dentro de él. Sus delgados brazos, al abrazarnos, nos acercan el desierto, los
largos días de Sol, la pobreza y la riqueza.
Cuando aquí el
compañerismo, la amistad, existen tantas veces de cara a la galería; él nos
muestra el verdadero cariño, surgido en un mundo donde se sabe el hoy, pero no
el mañana.
Él es un moderno método para redescubrir nuestras
propias vidas, él nos enseñó, cuando estábamos ya casi
ciegos por la rutina; lo milagroso de que salga agua cuando giras el grifo, los
pájaros cruzando el cielo, las caricias de la lluvia. Lo que a nosotros nos
aburre ya, de tan saciados, a Mohamed le
hace saltar de alegría, y demuestra que nos equivocamos.
***
Hoy, nosotros nos hacemos
un poco más pequeños, y nuestras preocupaciones también; porque Mohamed se
va. Y parece que todos los
colores y emociones que nos ayudó a recordar, cuando el curso de los días y pesares
de la vida nos habían sedado y adormecido, se van con él. La lluvia te empapa y
te hace sentir pesado; los pájaros aún vuelan,
pero somos incapaces de encontrarlos, porque no buscamos como un niño que
descubre el mundo por primera vez.
Marcha en ese autobús,
pero sería estúpido
pensar
que nos deja un vacío
(el pequeño Mohamed)
porque en realidad
somos mucho más,
sentimos muchas más
cosas,
gracias a haberle
conocido.
Hoy te vas,
quizás no vuelvas nunca,
pequeño Mohamed.
Pero yo estoy tranquilo,
admiré tu sonrisa todas
las veces que pude, y una más;
por si acaso
algo cambiaba en ella,
y no lo hizo
porque es eterna.
Te ayudé y cuidé las
veces que pude,
y tú a mí.
¿Qué sentido tendría
reprocharnos algo?
¿Necesitar un abrazo,
si ya nos lo hemos dicho
todo
el uno al otro?
Hoy Mohamed se va, pero
escuchándolo sin que se
dé cuenta,
hablando con sus amigos;
me doy cuenta de que es
lo mejor;
no se puede alargar lo
inevitable
y un niño necesita volver
a casa,
por buenas que hayan sido
sus vacaciones.
Cuando marcha al fin, giro alrededor de él;
para intentar conseguir
un buen recuerdo,
el recuerdo perfecto;
que no me muestre sólo
medio rostro,
ni se difumine con el
tiempo;
un tatuaje bajo la piel.
A mi alrededor familias se deshacen
madres cuelgan sobre
lágrimas
y nada se ve a través de
las ventanas negras del autobús,
pero yo saludo por si
acaso;
porque hay un niño
golpeándolas como un
loco,
desesperado porque le
miren por última vez,
y ese niño
podría ser Mohamed;
y, si no lo es, será
otro;
con su propia historia,
de risas y lágrimas,
a través de los surcos
del tiempo
y las arenas del
desierto.
Adiós Mohamed.
No hay comentarios:
Publicar un comentario