lunes, 9 de mayo de 2016

SÁHARA

Hoy, nosotros nos hacemos un poco más pequeños, y todas nuestras preocupaciones también; porque ha llegado Mohamed.

Éste es un viaje, que trae dentro de él. Sus delgados brazos, al abrazarnos, nos acercan el desierto, los largos días de Sol, la pobreza y la riqueza.
Cuando aquí el compañerismo, la amistad, existen tantas veces de cara a la galería; él nos muestra el verdadero cariño, surgido en un mundo donde se sabe el hoy, pero no el mañana.

Él es un moderno método para redescubrir nuestras propias vidas, él nos enseñó, cuando estábamos ya casi ciegos por la rutina; lo milagroso de que salga agua cuando giras el grifo, los pájaros cruzando el cielo, las caricias de la lluvia. Lo que a nosotros nos aburre ya, de tan saciados, a Mohamed le hace saltar de alegría, y demuestra que nos equivocamos.

                                                                            ***

Hoy, nosotros nos hacemos un poco más pequeños, y nuestras preocupaciones también; porque Mohamed se va. Y parece que todos los colores y emociones que nos ayudó a recordar, cuando el curso de los días y pesares de la vida nos habían sedado y adormecido, se van con él. La lluvia te empapa y te hace sentir pesado; los pájaros aún vuelan, pero somos incapaces de encontrarlos, porque no buscamos como un niño que descubre el mundo por primera vez.  

Marcha en ese autobús,
pero sería estúpido pensar
que nos deja un vacío
(el pequeño Mohamed)
porque en realidad
somos mucho más,
sentimos muchas más cosas,
gracias a haberle conocido.

Hoy te vas,
quizás no vuelvas nunca,
pequeño Mohamed.

Pero yo estoy tranquilo,
admiré tu sonrisa todas las veces que pude, y una más;
por si acaso
algo cambiaba en ella,
y no lo hizo
porque es eterna.

Te ayudé y cuidé las veces que pude,
y tú a mí.

¿Qué sentido tendría reprocharnos algo?
¿Necesitar un abrazo,
si ya nos lo hemos dicho todo
el uno al otro?

Hoy Mohamed se va, pero
escuchándolo sin que se dé cuenta, 
hablando con sus amigos;
me doy cuenta de que es lo mejor;
no se puede alargar lo inevitable
y un niño necesita volver a casa,
por buenas que hayan sido
sus vacaciones.

Cuando marcha al fin, giro alrededor de él;
para intentar conseguir un buen recuerdo,
el recuerdo perfecto;
que no me muestre sólo medio rostro,
ni se difumine con el tiempo;
un tatuaje bajo la piel.

A mi alrededor  familias se deshacen
madres cuelgan sobre lágrimas
y nada se ve a través de las ventanas negras del autobús,
pero yo saludo por si acaso;
porque hay un niño
golpeándolas como un loco,
desesperado porque le miren por última vez,
y ese niño
podría ser Mohamed;
y, si no lo es, será otro;
con su propia historia,
de risas y lágrimas,
a través de los surcos del tiempo
y las arenas del desierto.

Adiós Mohamed. 


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