domingo, 1 de mayo de 2016

DIÁLOGO TEATRAL EN UN ASCENSOR




(En un principio, no había nadie en el ascensor, cosa extraña para un edificio de ese tamaño. Su viaje comenzó hace mucho tiempo, desde un piso inenarrable y aún se discute quién lo llamó: pero siempre hacia arriba en línea recta, recorre el espacio que le separa del cielo. En la planta -10, subió una mujer morena que es recolectora de bayas, para cuando alcanzaron la -8  había ya 8 personas en el ascensor, hombres y mujeres, algunos hablaban nuevos idiomas. La recolectora y otra persona sin ocupación conocida comenzaron a charlar amistosamente, alguien les tradujo para nosotros, pues su lengua es antigua)


¿Cuántos habéis llegado ahora, verdad?

Alguien debió de haber inventado la agricultura.

Menos mal que este ascensor es muy espacioso. Ni levantando mis talones podría leer lo que está escrito en el techo, o en las paredes.

Hemos llegado a la planta baja. ¿Puedes contar a la gente?

Más de cien seguro, entre cien y trescientos calculo yo, aunque no sé sumar, pero un día vi a una encapuchada hacer algo con sus dedos, se tocaba las yemas y pafrecía pensativa.

Esta planta está bien. Se dice que ha nacido el Mesías.

Y muerto.

Y resucitado.

¿Hasta dónde llegará su influencia?

Preguntémosle a ese ejército que viene, planta 1.

¿Cuánto tiempo van a tardar en entrar? ¡Si son miles! ¡Dos mil, tres mil, cinco mil! ¡Se suceden sin más!

Llevan traje, ha sido ya la Revolución Industrial. No sé lo que es eso ni apenas nada, pero alguien pone las palabras en mi boca: algo así como un escritor torpe.

Pues esto ya está lleno.

Bueno, eso será impresión tuya. Yo no veo que sea para tanto.

¡Si estamos unos encima de otros! Vamos a tocar el techo.

Ni que tuviera espinas.

Entreplanta.

¿Pero cuántos miles son esos? ¡Muerte por asfixia!

Lo cierto es que ahora sí parecen demasiados. ¿Nadie puede parar esto?

Ahora  cada vez más despacio, pero nunca deja de subir.

¿Entonces?

Nos estrellamos. Y eso no es lo peor de todo.

¿Qué es?

Que siento e imagino que cada uno de nosotros somos mil.

Pues somos millones.

No: miles de millones.

Decenas de miles de millones.

Llegamos a la segunda planta.

Me ha golpeado un brazo.

Se me durmió una pierna.

¿Ves alguna luz?

No.

¿Sientes algo?

Se me durmió todo el cuerpo. Perdí la cabeza doscientas personas hacia allí. ¿Cómo decías que te llamabas?

Absalom.

(y en cuanto dijo esto, murieron ambos aplastados entre la tercera y cuarta planta, y no se escuchó una sola queja: tan apretados estaban, entre piernas, espaldas, cabezas, pies, manos, que ya no pudieron siquiera mover los labios)



Fotografía extraída de Photopin

photo credit: <a href="http://www.flickr.com/photos/58922703@N00/15510258570">infinite elevator</a> via <a href="http://photopin.com">photopin</a> <a href="https://creativecommons.org/licenses/by-sa/2.0/">(license)</a>

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