Desciendo con cuidado las escaleras de la
catedral. De pequeño, amaba bajar aquí, solo, esperando la lluvia,
hasta que un día aprendí la ubicación exacta de columnas, ventanas, estatuas,
todos los ladrillos uno a uno.
Otro día quedé ciego. Pero dentro de mí retumba,
vivo y triunfante, cada grano de polvo de la Catedral de Santiago. Hoy puedo
oler los charcos, las botas de la gente, las paredes milenarias, y puedo
recordarla tal y como estaba.
*Dedicado a Jorge Luis Borges y James Joyce, que acabaron de escribir su revolucionaria obra estando ya completamente ciegos, sin poder ver nada más que su desorbitado ingenio, recuerdos y fantasías.
*Dedicado a Jorge Luis Borges y James Joyce, que acabaron de escribir su revolucionaria obra estando ya completamente ciegos, sin poder ver nada más que su desorbitado ingenio, recuerdos y fantasías.
Muy bueno.
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