lunes, 4 de enero de 2016

The Velvet Underground and Nico


El disco del plátano.

La Velvet fue directa desde el principio. Sonido abrasivo, literatura amoral.

Hay quien considera al primer disco de la Velvet Underground como el más influyente de la Historia.
Cuentan aquella frase míticamente mítica de que todo el que lo escuchó en su momento formó un grupo. Y tened fe de que Sonic Youth, Spacemen 3, The Jesus and Mary Chain o Joy Division no faltaron a esa clase. Difícilmente se puede entender sin la V.U. la mayoría de salidas de tono habidas y por haber en el rock internacional.

La ópera prima de estas bestias neoyorquinas fue la piedra filosofal que convertiría las más surrealistas y deshonrosas historias de callejón en diamantes inagotables (nunca les vi tocar en directo Waiting for the man dos veces igual, en claro desprecio de su existencia y demostración de su esencia)
El eslabón perdido entre la música contenida, hipócrita, controlada artificialmente que siempre harán la mayor parte de los artistas y el aquelarre sonoro que sólo se dignaría a escuchar, por el puro desafío que conlleva, una minoría desquiciada y burguesa con demasiado tiempo libre.

Desde el primer minuto, al igual que James Joyce escribió libros a base de traer a la luz pensamientos oscuros e inconexos con los que  nadie en su sano juicio hubiera osado novelar; Reed, Cale y su gente hicieron música escupiendo al micrófono las mierdas más sórdidas de un inframundo toxicómano y vicioso, que se intenta reír de sí mismo y la existencia humana por no llorar, todo ello sazonado con  avalanchas de ruido efectuadas normalmente por Cale, decidido a profanar la suite del Hilton en que se había convertido el arte sonoro. Sacar a la superficie la crudeza y el salvajismo que reglas no escritas mandaban esconder.

Siempre bajo el mecenazgo de un Andy Warhol que si algo hizo en vida fue investigar (o simplemente destrozar) los límites de lo que es o no arte a partir de lo chabacano y ofensivamente cutre. Bueno, siempre no: sólo hasta 1968. No duró mucho. Tampoco Cale duraría mucho tiempo. Ni el grupo en general. Nada fue, hablando en términos prácticos, muy duradero en la Velvet, si nos olvidamos de cómo hoy día el rock underground sigue erigiéndoles como dioses o al menos visionarios indecentes.

Lou Reed ha muerto, saliendo en televisiones de todo el globo: las mismas que vivo no se atreverían a ponerle. Se une a la liga de grandísimos artistas (reciente el caso de Paco de Lucía, por ejemplo) que sólo he visto como noticia cuando fallecieron. Precisamente morir fue lo menos importante que han hecho. También murió Nico, de un accidente de bicicleta, pronto harán 30 años de ello. 

El disco tiene este nombre  porque a Warhol se le ocurrió añadir una modelo al grupo, intentando que consiguieran mayor visibilidad. Les costó aceptarlo, y aunque la colaboración no se prolongó más allá del LP que estoy comentando, al final el toque de la alemana Nico, en realidad llamada Christa Päffgen, resultó clave. Ni siquiera dominaba el idioma, pasándolo bastante mal en las sesiones de grabación. Pero su voz era única en el mundo. De hecho, más tarde comenzaría una carrera en solitario como cantante.




Si hay algo que me fascina últimamente en el arte, es la disociación entre forma y contenido. En el Ulises del ya mencionado Joyce sirven a su protagonista Leopold Bloom una cerveza, y se narra como si se tratara de un acontecimiento legendario, a la fastuosa manera homérica, y no puedo parar de reír; el disco de la indecencia paranoica comienza con una nana, y da mal rollo. La letra es otro tema. Aquí no hay espacio para la inocencia. El despertar de la vangardia en el pop es Sunday Morning.

 I´m Waiting for the Man ya pasa a juguetona, con una melodía de piano divertida y amoral, más propia de Alicia en el país de las maravillas  que de este mundo. Tan buena que a ratos Lou prácticamente habla, y no se nota. Y todo queda perfecto, como siempre. Una contagiosa línea de bajo al final. El conjunto cruje, pero aún estamos lejos de White Light/White Heat, donde se acercaron ya tanto al precipicio que casi caen. Luego viene Femme Fatale, una canción tristísima, tan fuera de lugar... pero que de algún modo que no consigo comprender, funciona. 


Vamos "decayendo", no en altura musical, que no cederá ni en los momentos más locos, sino en cuanto a las metáforas sonoras que se transmiten: inocencia, picardía (llaman a su camello, ése es el man por el que espera Reed), tristeza y ahora la sordidez tangible del sadomasoquismo. Venus in furs. No se puede caer más bajo, colocado y sangrando, caen gotas rojas sobre tu frente. Aunque vuelva Lou, tras la fría pero perfecta interpretación de Nico en la canción anterior, el protagonismo aquí es para Cale y su viola eléctrica, creando la atmósfera exacta. ¿Y después que viene? El falso pero real, real pero falso subidón de las drogas: Run run run. El tempo se acelera y todos bailan desnudos. Ya llegará la caída, ya... Pero mientras juegan al trenecito con unos noruegos con camisas hawaianas y un equipo de patinadoras suecas en tanga de leopardo. 

Y el desastre resultante lo canta Nico en All tomorrows parties. No sé que dice realmente porque no he traducido las letras al completo, quizás perdería su magia. Pero sigo con mi interpretación: la viola de Cale me lleva por una sala enorme y destrozada, la gente está tirada por el suelo y la figura fantasmal de Nico intenta despertarles. A la quinta bofetada un tipo despierta y tiene la boca llena de babas. Todos los cuadros están torcidos y alguno roto. Cada fiesta conlleva su resaca. Y también cada éxito su esfuerzo. La pregunta es: ¿hay alguna droga, algún sueño, alguna lucha que merezca la pena? ¿O los efectos secundarios son siempre superiores a las bondades de la dosis? Te responden claramente en la siguiente pista, Heroin. Pero no es la heroína (con sus penosas subidas y bajadas) lo que merece la pena, sino la música. Pocas maneras mejores hay de pasar siete minutos que escuchar esta canción. Las contraindicaciones, mínimas. La tranquilidad y emoción vertiginosa que transmite, una ganga. Comprar este disco, ponerte unos auriculares: conseguir tanto con tan poco. El álbum, tan polémico como fue, al final es hasta saludable: acabas dándote cuenta de que no hay droga como la música. Para cuando llegas a There She Goes Again y ya estás vencido, te ponen un par de coros que suenan celestiales con una melodía otra vez juguetona que despunta antes de desaparecer. 





A ratos parece que entregan su alma, a ratos que están jugando con algo pegadizo y tonto para entretenerse un poco, y el resultado es el mismo. Una ironía tan fina que existe o no dependiendo de la interpretación del lector. ¿Habla en serio Reed cuando dice que la heroína es su esposa y su vida? Puede que sí. Pero a la hora de The Black Angel´s Death Song se vuelve a confirmar que la del arte y la existencia es la única locura que existe, y todo lo demás es tan problemático como accesorio. Patético, sublime, divino, diabólico: los contrarios parecen tocarse. Se han diluido en el pentagrama nuestras ideas preconcebidas.

European son: una estampida de búfalos, un choque y posterior rotura del continuo espacio-tiempo: y luego cada uno que adivine lo que pueda a través de las grietas. Su primer ejemplo de canción-absurdo, empezando desde cero e intentando llegar por casualidad al infinito. Un primer borrador de Sister Ray, orgía de la irracionalidad, culmen de aquel bonito despropósito que será White Light/White Heat. Pero ésa ya es otra historia.
No eran ejemplo para nadie, pero se convirtieron en inspiración para todos.







Sunday Morning 9
I´m Waiting for the Man 10
Femme Fatale 9,5
Venus in Furs 9,5
Run Run Run 9,5
All Tomorrow´s Parties 9
Heroin 10
There She Goes Again 9,5
I"ll Be Your Mirror 9
The Black Angel´s Death Song 10
European Son 9


Puntuación: 9,75



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