sábado, 16 de enero de 2016

BIRDMAN o (GRACIAS POR UNA ACTUACIÓN SINCERA)



Gracias por una actuación sincera”.


(no leer si no has visto Birdman todavía. No mires nada en general, me refiero. Deja todo lo que estás haciendo y píllala, a qué esperas. Y ya luego, si quieres, vuelves aquí y lees esta reseña).




FICHA
Título original: Birdman or (The Unexpected Virtue of Ignorance)
Año: 2014
País: EEUU
Director: Alejandro González Iñárritu
Guión: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Armando Bo
Música: Antonio Sánchez
Fotografía: Emmanuel Lubezki
Reparto: Michael Keaton, Enma Stone, Edward Norton, Naomi Watts…
Sinopsis: Después de hacerse famoso interpretando en el cine a un célebre superhéroe, la estrella Riggan Thomson (Michael Keaton) trata de darle un nuevo rumbo a su vida, luchando contra su ego, recuperando a su familia y preparándose para el estreno de una obra teatral en Broadway que le reafirme en su prestigio profesional como actor. (FILMAFFINITY)





E
sta nueva entrada versa sobre la película Birdman,  La inesperada virtud de la ignorancia según Tabitha Dickinson, crítica teatral del New York Times. Pero como decía aquel “Post-it”* del camerino de Riggan, una cosa es una cosa y no lo que se dice de esa cosa. Así que me reduciré a Birdman de aquí en adelante. BRDMN, por razones de espacio. Qué va, es broma.

              Un gigantesco solo de batería, poseído por las fluctuantes emociones de sus personajes, nos lleva a lo largo de casi dos horas de metraje mientras las imágenes se van transformando ante nuestros ojos. El ritmo de aquí es una locura como te puedes imaginar.

El protagonista es un actor, ¿o sólo celebridad? llamado Riggan Thomson, encarnado por Michael Keaton- que se interpreta a sí mismo- y muestra cómo tras conseguir popularidad trabajando en Batman/Birdman, alcanza al fin el éxito de la crítica y el elogio público.

¿De qué hablamos cuando hablamos de Riggan Thomson? Es básicamente un hombre que tras triunfar como personaje (un monstruo alado de inenarrables aventuras, o al menos Iñárritu aún no nos las ha contado, sabemos que del ámbito de la pornografía post-apocalíptica), y fracasar como persona y padre; intenta recuperar el prestigio artístico y la familia que nunca tuvo. Un tipo tan torpe que intenta fumar un porro de maría y se quema los dedos, tan encasillado que lo conocen como “el de Birdman”, los niños se hacen fotos con él, los periodistas culturales le odian.

De hecho,tiene que suplicar que le amen. No: necesita suplicar que le amen. Los conflictos centrales de esta película son la necesidad de comunión con el público para continuar a flote en la vida personal, y  la búsqueda de transcendencia.

Además de la hija sin padre y esposa sin marido que Riggan dejó atrás por soberbia y error; tenemos a su representante-mejor amigo-abogado; a su nueva “pareja", entre comillas porque está más a otras cosas, la verdad; y a un actor talentoso, del que hablaré en un par de párrafos porque, como no se está quieto el chaval, desencadena bastantes conflictos.

Por los vestuarios se amontonan un montón de expertos en emociones con carencias emocionales. Sabes que tienen que estar bastante idos de la olla cuando el personaje interpretado por Zack Galifianakis (sí, el mismo de Resacón en Las Vegas), parece el más cuerdo. Por supuesto, tampoco lo está. El Broadway es un barco que zozobra, y la cámara persigue a sus tripulantes a ver cómo lo llevan y qué hacen con sus entrañas.

Como telón de fondo, la confrontación entre arte-producto (Los Vengadores) y arte-vida (El club, de Pablo Larraín); y para este segundo caso… ¿dónde acaba el arte y empieza la vida? Mike Shiner, actor brillante, oscuro personaje, anda perdido en esas fronteras. Dije que hablaría de él.

“Lo único real en el escenario es este pollo. Así que trabajaré con este pollo”. – Mike Shiner

No le importa el público, sino sentir la actuación: armas que acojonen de verdad y no sean un simulacro, rayos UVA para pillar el moreno adecuado a su personaje, ginebra de la que emborracha de verdad y que no se la cambien, comida que se pueda masticar sin perder un diente.

Ya es comentado en la película: este individuo ni se va ni lo echan, es algo mutuo, un caso Mourinho. Mike, en resumen, llevará una obra inicialmente mediocre, pese al esfuerzo de su director, al éxito o al fracaso: el arte es un intangible gato de Schrödinger; así que todo creador debe pasar por momentos de indeterminación en los que a la vez su obra es joya y fiasco, éxito y fracaso.

Mike, señalemos, es el germen del arte total, una semilla que dará sus frutos en el estallido real y perfecto de la pistola en el rostro de Riggan. Ya en el preestreno se desnudó ante su público, rompió la cuarta pared, fluyendo arte por los recovecos, porque éste, aunque pertenezca al libro, el pentagrama o el escenario, no mana sino de la vida exterior.

Lo que sustancialmente le faltaba entonces no era la pistola, sino un texto sobre el que apoyarse: y caminaba sobre la sombra de la incertidumbre, como ocurre en la vida, donde se acumulan caos, voces, hormanas e instintos sin guión establecido, y los movimientos no se suceden por automatismo, sino improvisación.

Letras surgen en orden alfabético, conforman un mensaje atemporal: el deseo de ser amado, ¿amado?, no nos conformemos, venerado en la tierra. I Wanna Be Adored, que dirían los Stone Roses. Abajo firmante Raymond Carver, de quien proceden estas profundas palabras, y al que se volverá a lo largo de la obra, donde está todo muy bien hilado (menos el final, como comentaré más tarde), y se presenta una aterradora simetría: el ataque cada vez mayor a Tabitha en su bar favorito (o al menos pasa mucho por allí), una escena de amor que se repite hasta surgir el beso, esa obra de teatro a la que cíclicamente volvemos en busca de un verdadero arte que no llega.

Sufrimos el constante deambular de Riggan, atajando las críticas, atajando sus miedos y debilidades humanas mientras intenta abrise paso a través del intrincado laberinto que lleva a la nada o al arte, desesperado por no ver la salida todavía. Se siente artista, pero nadie le cree.

Si lo pensamos bien, la primera vez que aparece la obra teatral en la película, es un ensayo donde un mal actor estropea el trabajo, que se le caiga algo en la cabeza es lo mejor que puede aportar. Luego aparece el actor de método Mike Shiner, un jovenzuelo, al menos en comparación con el ya algo demacrado Riggan Thomson, que anhela realidad sobre el escenario más que al vientre materno. Dice vaciar su alma, lidiar con emociones humanas complejas: lo que la mayoría de los mortales hacemos en nuestra vida diaria y evitaríamos sobre un escenario por vergüenza/ torpeza. Él es justo al revés, y rechaza implicarse en lo cotidiano, de ahí el “arrojo” con el que se lanza a Sam. Mike es un monigote de cartón piedra, engullido como persona por la cegadora visión de su propio talento: sólo se empalma entre bambalinas.

¿Cuándo finge el artista? ¿Cuándo crea y practica el arte, o cuando vive? Chaplin removiendo los cereales del desayuno, Chaplin deslizándose y retorciéndose entre engranajes.

Entonces, tendríamos tres fases en el proceso de conversión de la obra:
1-    PRIMERA ACTUACIÓN. MÉTODO. Frases elaboradas pero antiguas, muchas no significan nada en realidad. No hay riesgo, se representa lo ensayado.
2-     PREESTRENO. Llega el vértigo, representado por Mike. Habiendo fracasado hasta ese momento, Riggan apuesta por un nuevo actor que pondrá el teatro (literal y metafísicamente) patas arriba. No obstante, chocan con su actitud rebelde y llegan los enfrentamientos.
3-     ESTRENO. Riggan al fin asume que debe exponerse al fracaso, incluso al mayor de ellos, que es la muerte, para lograr su victoria: dejar atrás a Birdman, sombra atroz que le persigue allá donde va. Ese salto es del hombre que se vuelve artista.

El reproche a la industria cinematográfica es constante: les cuesta un riñón y parte del otro contratar a nadie para la obra de teatro porque todo el gremio está protagonizando sagas dudosas, prolongadas indefinidamente por un puñado de (millones de) dólares.

 Riggan preocupado por el desastre que se avecina tras la pérdida de uno de sus intérpretes, y ¿dónde está Michael Fassbender, actor de Shame? En la precuela de la precuela de (…) X-men. Son legión, visten capas, vuelan y destrozan edificios con un dedo. Una voz dentro de Riggan añora eso. Él desprecia ese pasado mientras acaba de fundirse los jugosos beneficios que le proporcionó.

Los críticos de cine/teatro no se salvan de la quema: gente que destroza obras antes de verlas, que etiqueta sin más un contenido discordante con su herencia y gusto personal, renunciando a sumergirse en él por puro prejuicio, o tal vez vagancia como le recrimina Riggan a Tabitha.

Esto me recuerda a cuando de pequeño veía ese grotesco, alucinógeno programa que es Eurovisión, el cual hace honor a su nombre, nunca debería llamarse Euroaudición o similar: importa más la estética del intérprete, su vestimenta y las luces y efectos no aptos para epilépticos, que lo que suena. Un festival que enseña a escuchar canciones con los ojos no puede ser bueno. Porque desde luego tampoco es un concurso de baile. A lo que iba, en mi familia teníamos la costumbre de valorar las interpretaciones país por país. Pues había gente que ponía nota a la canción… ¡antes de que acabase! ¿Cómo puede ser eso?



Ni siquiera debería valorarse una obra artística al momento, porque cuántos discos escuchas una vez y odias, tres y no te disgusta, veinte… Pues estoy seguro de que hay gente que hace esto desde el ámbito profesional. Odio los análisis donde es más largo el “contexto”, que la obra misma. Una reseña de Definitely Maybe donde se dedican 5 párrafos a decir que Oasis no es santo de su devoción y que quien publica prefiere Blur, y uno a hablar de sus canciones…sin dejar de compararlas con Parklife, claro. O una crítica de esta película que durante un cuarto de su extensión hable de la historia del cine mexicano, luego continúe con el pasado fílmico del director, y para acabar despache Birdman en dos o tres sentencias nostálgicas rollo “me gustaba más cómo lo hacía antes”. Así hay gente, así hay críticos.

Sam, la hija de Riggan, se sienta en el bordillo del tejado porque echa de menos el abismo de las drogas. Ella y su padre son contrarios: mientras nuestro protagonista quiere serlo aún más, que todos le miren, Sam trata de ser invisible. Ninguno consigue su propósito, al menos en principio.

El novelista Raymond Carver será un motivo repetido a lo largo de toda la cinta. Ya para empezar, Riggan produce, dirige y protagoniza la versión de un libro suyo, ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?, y en un momento clave abandona la felicitación que el escritor le había regalado en un bar, porque sabe que necesita hacerlo mejor que nunca para transcender, dejar todo su pasado y referentes atrás. Después compra algo de alcohol en la tienda de las luces, y un fulano recita a Shakespeare de memoria, aquellos versos que inspiraron El ruido y la furia de Faulkner… al menos para el título.

¿Es la estrella de cine un actor? Nuestro protagonista se lamenta: “ojalá no hubiese grabado su nacimiento (el de su hija Sam) en vídeo. Porque me perdí ese momento, porque no lo viví”. A mí ésta me parece una verdadera declaración: la superioridad del teatro sobre el cine. El fracasado padre pudo visionar mil veces la cinta, pero nunca estuvo presente donde se gestó la maravilla de la vida. Ahora al menos quiere estar presente cuando se geste el arte, que sólo puede ser cómico, trágico o una mezcla de ambos, una mezcla bien dolorosa: ¡pum!

¿Cómo se explica que alguien pase de encarnar a un héroe de cómic a adaptar a Raymond Carver para el teatro? ¿Hace esto por amor al arte, o porque quiere volver a ser relevante? Yo mismo… ¿publico aquí por el deseo de expandir cultura y arte bien entendidos (es decir, como yo los entiendo, porque no me es posible salir de mi cabeza, excepto para volver a entrar) o escribo esto para hacerme popular y satisfacer mi ego? ¿Por qué se ha hecho la última película de Jurassic Park o Fast and Furious? No sería mala práctica reflexionar sobre cuál es el motivo que llevó a grabar las películas que hemos visto: un deseo reivindicativo, la necesidad humana de compartir el dolor, un chalet en Ibiza…

Riggan mueve cosas sin tocarlas, pero no tiene La Fuerza, sino delirios. De todos modos, quién no soñó algún día con un poder semejante…Se revela que hablamos de paranoia personal y no suceso paranormal en el inteligentísimo detalle del taxista: vuela el señor R. por un par de avenidas y aterriza en el teatro, como si fuera Dios. Pero sale alguien a toda prisa del típico taxi amarillo norteamericano, su conductor, exigiendo que le paguen.

El bueno de Thomson, (sí, "el de Birdman") acabó comprendiendo que no hay ecuación cerrada en el arte, pues es una ciencia del riesgo, un equilibrio sin equilibrios que valgan.

Y hablemos del final…aquí la historia se desteje y que cada uno entienda lo que quiere: final abierto. Hay  multitud de interpretaciones campando a sus anchas por la red. Yo entiendo que Riggan muere, pero ya en el disparo. Toda la parafernalia que le perseguía se va entonces (Spidermans bailan sobre el escenario), también la alargada sombra del pájaro. Consigue el éxito, el ambiente general parece bastante positivo, y Sam mira por la ventana. ¿Qué mira? Lo que está claro es que la miramos a ella. Gran acierto que la interprete Emma Thompson. Ha habido algo de hipocresía: si se tratara de otra persona, gran parte criticaría un final sin sentido. Pero claro, qué sentido quieres cuando puedes verle los ojos a esta actriz.

Quizás realmente ésa es la enseñanza de Birdman, que el arte no necesita de la lógica.

¿Por cierto, éxito de críticas, incluso alguna que se daba por perdida, gracias a volarse la tapa de los sesos? ¿En serio? Esto ocurre. Tenemos el reciente ejemplo de Charlie Hebdo: aunque nadie lo comentara dada la brutalidad de la tragedia, la verdad es que se trata de una revista de dudoso gusto, mucho peor que El Jueves -que es peor que Mongolia-, con sucesivas portadas totalmente asquerosas, siempre al límite de lo decente y fuera de lo moral. Veamos un par de portadas:





Pero tras el terrorífico atentado, la gente se identificaba con ella, algo así como si cayera una bomba en los platós de Telecinco y la gente gritara: “yo soy Belén”, “yo soy Olvido Hormigos”. El necesario decoro y luto se confunde con admiración, lo cual buscaba desde el principio Riggan. Quizás el suyo fue un gesto artístico, pero al llegar a las masas se tradujo en morbo.

¿Qué miraba Sam? Alguien, o algo, parece volar. Dejémoslo ahí. Desde luego, no es cuestión de repetir el método (ver más veces la película) sino lanzarse, esta vez no en la creación, sino interpretación del arte.

Decía Mike Shiner que nace un imbécil cada minuto. No sé si es cierto, pero desde luego, por mucha gente que habite este planeta o cámaras que se fabriquen, no se hace una película como esta cada minuto. Ni cada hora. ¿La película del año? Mike, no hace falta que compruebes si esta obra está viva. Saludos.

Puntuación: 9


* Por cierto, que a Post-it le coloque mayúscula inicial (y un asterisco) no es cosa de visio, recalco que es una marca registrada, la cual al igual que Klinex ha conseguido el objetivo soñado por cualquier empresa: que su producto se confunda con la totalidad del bien que vende. Klinex es una marca de pañuelos para sonarse los mocos (entre otras cosas, dejémoslo ahí); Post-it, una empresa de notas adhesivas. Pero la gente ya va al Mercadona y se compra unos “Klinex marca Mercadona”. En este contexto, con tanta publicidad gratuita, cuesta imaginarlos cediendo el trono de su mercado. La pregunta es, ¿suerte, saber estar o estrategia?

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