viernes, 8 de diciembre de 2017

Un mundo feliz: el futuro según Aldous Huxley



Libro
Título: Un mundo feliz
Autor: Aldous Huxley

Año de publicación: 1932
Género: Novela, distopía futurista.
Dificultad de lectura: Media-baja.
Número de páginas: 200-250.

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Bastante a menudo, las diferentes traducciones del título de una obra generan malestar o rechazo. En el caso de las películas, basta echarle un vistazo a este ránking, por ejemplo. No en el caso de Brave New World, novela más afamada del ya de por sí célebre Aldous Huxley.

Tanto su título adaptado para la edición española,"Un mundo feliz" como el original cumplen de sobra. Brave, que no aporta sólo por su significado (valiente), sino por su significante, tan cerca para nosotros de /bravo/.

Algo así como: enhorabuena progreso, ya has corrompido todo cuanto era vivir. En el adormecimiento del paso de días, apenas percibimos cómo los significantes afectan a las palabras enteras: el insulto zorra, tan sucio e hiriente, lo es aún más por esa mezcla de z y r fuerte, suena casi como un escupitajo que en vez de salirse prefiere sacudirse violento entre los dientes.

En fin, dejemos la filología un rato. El libro de Huxley comienza con un memorable prólogo, ("revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse") sobre la inutilidad del arrepentimiento. No es que haya que huir de él, sino saber llevarse uno mismo a la oportunidad siguiente, más que nada por no convertir los errores en agujeros negros.

En fin, podríamos dedicar una entrada entera a este tema: aquel pretender que por escarbar en las heridas vayan éstas a curarse y no infectarnos enteros, hasta al final pudrirnos. Y entonces deseamos que se acerque la fortuna pero no vienen más que moscas.

¿Habrá gente que se salte los prólogos, que lo sienta superfluos? ¿Por qué cometer un delito así? El prólogo es donde el escritor está más cerca de nosotros, puesto que aquí nos habla por sí mismo y no a través de nada, más tarde se verá esclavizado por la propia historia, siendo obligado a contar, lo que él quiere, sí, pero tal y cómo ello quiera contarse.

Lo más probable es que buscando precisamente el equilibrio en su obra, un escritor se desequilibre, caiga por el camino y quedemos solos nosotros y la historia, poco de él o ella.

Volviendo al ruedo, es en el prólogo cuando Huxley distingue entre la ciencia/tecnología creadas para el hombre o el hombre adaptándose a ellas. ¿No es el de hoy un Homo tecnologicus? Un ser incompleto si se va la luz. ¿Qué pasaría si cayera el Internet mundial durante cinco minutos?

Vivimos en una sociedad materialista, que adora la ciencia, la ingeniería y la tecnología; mientras la filosofía deja de estudiarse en los institutos (total, con lo mal que se impartía o se dejaba impartir, más que un acercamiento a la filosofía, era alejamiento), mientras el número de suicidios aumenta poco a poco.

Una sociedad tan práctica que todo el mundo da por leído el Quijote, pero casi nadie ha terminado de veras una sola página suya, sino las de su adaptación; y no se premia el aprehender una obra sino chaparse el nombre de ciento seis.

Y, ¿qué decir de cómo este mundo moderno convierte paulatinamente aparatos sin los que antes se vivía en indispensables para el día a día? ¿Qué queda, sino un espejismo, de la época en la que no se utilizaban móviles, que ocurrió una vez como si nunca hubiese sido, el devenir lo ha vuelto ilógico?

Un mundo feliz es un libro sublime, quizás no tanto como novela, en el sentido tradicional de la palabra, (acción y personajes que evolucionan con ella), sino como descripción de un futuro posible, aunque no probable. Porque no, el futuro no será tal y como Huxley pregona, pero se trata aún así de una guía para el camino.

Ya la primera frase: "Un edificio gris, achaparrado, de sólo treinta y cuatro plantas". Tras unas pocas palabras, tenemos claro que estamos en una Tierra diferente; y unas páginas después se nos deja en claro también el tono de la obra: "como gallinitas bebiendo agua, los estudiantes levantaron los ojos hacia el elevado techo". Increíble ya el párrafo final, pero no desvelaré el argumento aquí, sino que comentaré un puñado de oraciones aparecidas en la obra, "preñadísimas sentencias", que diría Unamuno.



1- A medida que la libertad política y económica disminuye, la libertad sexual tiende, en compensación, a aumentar. Y el dictador hará bien en favorecer esta libertad".

Vivimos en concepciones menguadas de la vida. Y cuando hablamos de libertad, lo más probable es que se piense en el sexo y derivados. Cuando la sexual es la forma, en realidad, más fácil y más estúpida de la libertad, una hermana menor, muy menor.

Porque uno puede contar con toda la libertad sexual imaginable, y no sólo ser un esclavo en todos los demás ámbitos sin darse la menor cuenta de ello, sino que el propio sexo que practique se convierta en pura esclavitud y alienación, o al menos el atolondramiento perfecto, un desviarse de la ruta prefijada, como aquel "paleto" de Los Simpsons, Cletus.

2- Largos años de madurez superflua y perdida. Si el desarrollo físico pudiera acelerarse hasta que fuera tan rápido, digamos, como el de una vaca, ¡qué enorme ahorro para la comunidad!

El comunismo no puede aplicarse por ser perfecto, y las personas imperfectas; el imperfecto capitalismo es por tanto el único sistema posible, pero como acabamos de decir, presenta carencias y vicios, así que deben ser corregidas en alguna medida.

Porque el sistema capitalista no se contenta del todo nunca y por eso siempre termina cayendo, es un bicho neurótico que intentará con uñas y dientes que la productividad tienda a infinito; hasta que llega un punto en el que todo se contagia, no tratándose ya de la eficiencia y la rentabilidad de las máquinas, sino de las personas mismas.

Y cuando tenemos que adecuarnos irremediablemente a un fin, ¿no es como si fuera dicha utilidad más importante que nosotros?

El padre que obliga a su hijo a conseguir un objetivo en concreto que él no supo materializar, ¿no es este hijo un esperado medio para aquello, antes que cualquier otra cosa? ¿No son todos y cada uno de los individuos no individualizados de la distopía de Huxley tontos útiles para la consecución de fines sociales?

Este mantra: "Todo el mundo trabaja para todo el mundo. No podemos prescindir de nadie. Hasta los Epsilones son útiles", ¿no se trata en realidad de justo lo contrario en este Nuevo Mundo huxleiano, que podemos prescindir de todos; una porque no poseen valor intrínseco como individuos, y otra porque son producidos en serie como cualquier otra manufactura industrial?

Entonces percibimos cuán importante es rodearnos de personas que realmente nos quieran, familiares, verdaderos amigos, parejas; porque solo con ellos, y habiendo buena suerte, aspiraremos a no ser meros instrumentos a los ojos de la codicia y el instinto de conservación humanos, gracias a los lazos que nos unen.

3- Libertad para ser ineficiente y desgraciado, libertad para ser una clavija redonda en un agujero cuadrado.

La libertad posee un altísimo coste, pero es también lo que nos hace humanos. No somos el único animal que sufre, pero ningún otro puede ser consciente en igual manera. La parábola del Edén: sin consumir el fruto del árbol prohibido, no hay pecado, pero tampoco hombre ni mujer. Caímos, pero es que en lo alto éramos un trozo de tela de la túnica divina.

Toca gritar, como el Salvaje, porque el humano verdadero es salvaje y violento; de otra forma caería en la sumisión. No se trata de perder el salvajismo, sino de atravesar un camino todavía más difícil para controlarlo, dominar la propia mente, y conducirla entera y no menguada a la Justicia y el Bien.

Y dijo el Salvaje: Pues yo no quiero comodidad. Yo quiero a Dios, quiero poesía, peligro real, libertad, bondad, pecado. Y le contestaron: En suma-dijo Mustafá Mond-, usted reclama el derecho a ser desgraciado.

Pues sí, a ser desgraciado, el desgraciado lo es porque al menos intenta la Gracia; pero qué triste la vida del mediocre, que no conoce la eternidad, y se cree más listo simplemente porque él ha perdido a hurtadillas, sin que nadie le viese, antes incluso de haber nacido él mismo. 





4- Las palabras pueden ser como los Rayos X si se emplean adecuadamente: pasan a través de todo. Las lees y te traspasan. 

El lenguaje nos acerca a la espiritualidad. Cuántos libros sagrados habrá, tanto de religiones y sectas (a veces, solo las diferencia el número de adeptos); pero de películas sagradas poca gente conoce, aunque estén surgiendo nuevos cultos hoy día. Las palabras nos alejan de lo material, porque no son materiales ellas.

Tanto en el cine como en una hamaca leyendo interviene el sentido de la vista; pero en un caso el órgano es ya todo y en otro un mero vehículo: la película se va haciendo mientras es mirada; pero el libro unos segundos después, no con la vista sino gracias a ella como podía ser gracias a la oratoria de alguien, mientras la mente se alimenta a pequeños sorbos.

 Lo que significa no es el subrayado físico de los dedos, el bolígrafo o la mirada; sino el intelectual, que hace nuestra mente algo más tarde y fuera del tiempo, dándonos o no dándonos cuenta.


5- La felicidad nunca tiene grandeza.


Porque qué es, resumiendo un poco, la felicidad sino conformismo, y la tristeza sino inconformismo. Tenemos que elegir entre darnos por contentos con el presente, como si no mereciésemos más que él, reconocer ante los demás "yo soy hasta aquí"; u orgullosamente, rebelándonos ante la cruel vida, apostar que si estamos de condes deberíamos ser reyes, y dejarnos un plazo para lograrlo.

La felicidad es contradictoria: por un lado se trata del objetivo último de la vida humana, por tanto  enorme; pero tiene un lado mediocre, puesto que supone el cerrarse a la posibilidad de mejora, o al menos saber olvidarse de ella entre escalones. La felicidad significa plenitud, así que si soy feliz es quizás porque no imagino que pueda sentirme mejor que ahora.

Obviamente, también fracasa quien nunca se acerca a la felicidad; y vive eternamente (estúpidamente) insatisfecho, como un conejo tras la zanahoria, un pobre desdichado ante la trampa de la vida.

Cada uno y por su cuenta debe ser capaz de encontrar su propio equilibrio entre ambos fracasos, saltar hasta la isla que apenas alcancen las puntas de sus pies.


6- Había una cosa llamada Dios 

¡Vaya frase! Dice tanto con tan poco. Un hombre del futuro comenta a sus coetáneos: "había una cosa llamada Dios". Viven tan lejos de las épocas espirituales, si es que alguna vez las hubo, que son incapaces de adjetivar a Dios sino como "cosa", supongo que su alma también la buscarán en cualquier sitio.

Y estar lejos de Dios es grave no porque me preocupe por la religiosidad, que ha traído su parte buena y mala, sino porque ¿qué es Dios, o más bien la religión, sino un medio camino a la espiritualidad pura, sin referencias?

Porque el pueblo llano vive a ras de suelo y hay que tenderle la mano hacia arriba. La religión cristiana, por ejemplo, establece tres escalafones. Al grupo sacerdotal, de carne y hueso (y, según los escándalos de años pasados, demasiado); Jesús, entre lo humano y lo intangible, y al Dios bíblico, ligado todavía a un nombre, incluso un carácter. Según yo lo veo, la divinidad pura aparece cuando desaparece todo lo demás.

Es decir, se trata de cerrar los ojos, o con ellos bien abiertos tomar conciencia del todo, que un día marchará, viajar con la mente y a la vez centrarla en el presente, disfrutar de las cosas pequeñas, imaginar... ¿Qué es la religión sino un puente tendido para quien no puede alcanzar esta conciencia por sí mismo?

Por muchos errores que hayan cometido las religiones, sus miembros y líderes; lo cierto es que cuando la religión marcha la sociedad no se acerca a lo espiritual directamente, sino que se abandona al materialismo y el nihilismo.

Entonces el pueblo piensa que no hay Dios, y que como no hay Dios no hay nada, y la vida pierde profundidad, como una confusa orilla de momentos, interminable hasta que termina.

El ateísmo es tan complaciente como poco esforzado: una simplificación continua. Y tiene que llover, o dejar de llover, tras un mes seguido de una cosa o la otra, para darnos cuenta de que estamos vivos.

La religión, honestamente, y con esto espero que no se ofenda nadie, me parece una muleta, ya que pienso que Dios, precisamente como Dios, si algo caracteriza a su ser, es la inaccesibilidad;  pero el ateísmo ya no es muleta, es sentarse en el suelo del que se parte, y decir, en ese cuadrado ínfimo y a altura de hormiga: esto es todo. Y quedarse contento o triste con ello y ya está.




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Créditos de las fotografías, extraídas de Photopin

Autor: azuaravaconmigo Título: Cyborg M4p1

Autor: Rhox.inK  Título: NU RAVE 

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