domingo, 3 de diciembre de 2017

En Vigo faltan luces



El Ayuntamiento de Vigo se ha gastado este año 636.000 euros en luces de Navidad y no han tenido que pasar las fiestas para encontrar a quien ya ha mostrado su enfado, pareciéndole un despilfarro estúpido.

¿Tienen razón? Diría que estamos ante una paradoja: no es estúpido porque las personas somos estúpidas, y como todo el mundo sabe, en Matemáticas (y casi todo es Matemáticas), negativo y negativo da positivo.

Por sentido común, aunque no lo haya contrastado y tampoco tenga ni idea, parto de la base de que no habríamos pasado de 2 millones y medio de bombillas en 2015 a 6 millones en 2017, y de 400.000 a 636.000 euros presupuestados para ellas, si no hubieran aumentado también las demás partidas del Concello. Digo yo.

En fin, ¡al turrón!: la gente infravalora el poder de las luces de Navidad. Como si no fueran a provocar que la gente vaya en masa al centro y encima tome algo. El ABC del capitalismo moderno: gastar (es decir, invertir) para que se gaste más.

Ya no existe una sola estrella, sino cuantas más mejor. Algo funciona, pues repítelo en serie y gana pasta. Por eso todos los libros de Dan Brown, que tiene que más que ver con Mercadona que con Proust, son más o menos lo mismo. Así que ahora las estrellas son muchas, nunca demasiadas, y ya no se dirigen a Belén, sino a tu caja registradora más cercana.

Pero démosle voz al pueblo. Unas declaraciones, para FARO DE VIGO, de hace dos años. La inversión realizada superaba ampliamente las de años anteriores, como ha vuelto a ocurrir:

"Hay gente que entiende que esto es algo exagerado, que no hace falta ni son necesarias tantas luces, pero yo pienso todo lo contrario. Para nosotros esto es una maravilla",

"Se nota muchísimo si hay luces. Ves al doble de gente por la calle, está más contenta y siempre tienes más posibilidades de que entren en tu local",

"La gente está contenta y a todos nos gusta ver las calles bonitas e iluminadas, por eso cuando se encienden para nosotros como comerciantes es una alegría. El año pasado hubo un aumento importante del consumo. Si este año todavía hay mucho más, imagínate, encantados estamos"

"Estamos en Navidad, ¿no? Pues lo normal es que las calles estén iluminadas. Personalmente las prefiero así, con mucha vida, que no con un par de arcos mal puestos. Ir por la calle de tarde o de noche es mucho más alegre ahora".

De todo esto podemos sacar una conclusión principal:la gente se siente feliz cuando pasea por calles llenas de luces navideñas, o directamente sale a pasear porque hay luces, y entonces gasta más en bares y comercios.

De lo que se deriva fácilmente que no compramos lo que nosotros necesitamos, sino lo que empresarios y políticos necesitan de nosotros.(División innecesaria, puesto que todos los grandes empresarios son políticos y los políticos empresarios). En mi supermercado de confianza, hace más de un mes ya reproducían villancicos por el hilo musical.

Parece claro un proceso paralelo y contradictorio. Por un lado, a un nivel superfluo y exterior, cada vez, como diría nuestro presidente, "Más Navidad, muy Navidad y Mucho Navidad". Acabará durando el invierno entero.

Mientras, en un sentido profundo, con el corazón, la Navidad va importando menos. No sólo como celebración cristiana, lo cual tiene su lógica teniendo en cuenta que casi nadie es religioso ya en España; ni como celebración familiar, de lo más razonable puesto que cada vez nos importan menos nuestras familias, demasiado ocupados con nosotros mismos como para preocuparnos por los demás.

No es solo que el desarrollo de las ciencias, el arte y el ocio hayan destronado primero a la religión y después al de al lado, cada vez menos necesario, así que mando un Whats App y no le hago ni caso a mi abuela; es que también nos hacemos más superficiales día a día, hasta el punto de que la propia palabra, superficial, se utiliza superficialmente.

Porque que valoremos a los demás por su aspecto físico solo es una parte ínfima de lo que quiero decir, la menos importante ahora: me refiero a que nuestras garras se convirtieron en manos limadas y van perdiendo sus uñas, apenas alcanzamos a arañar la sustancia de la existencia.

Estamos tan aborregados que nos tiene que sacar a la calle un árbol que cambia de color, y nos parece triste una calle peatonal sin una bola gigante con millones de leds en la que sacarse selfies.

¿Y si lo triste fuéramos nosotros, que no solo hemos perdido la fe en lo que no se ve, sino que ya pensamos que sólo existe lo que vemos, y vivimos obsesionados con mostrar todo lo que somos y hacemos, entregados al más liviano de los sentidos?

Ahora parece que la Navidad es, visualmente, un falo puntiagudo enorme de colores que crece año a año, ya va por los 24 metros, así a ojo. Vale, está bien, puedo aceptarlo. Pero, ¿es que a nadie le importa a qué huele la Navidad?

Yo le pido al Alcalde que al fin rectifique, o sea, se gasta más de medio millón de euros en solo uno de los cinco sentidos. ¿Y si quiero tocar la Navidad? Porque muchos arbolitos pero luego la nieve falsa ésa que han puesto sirve para poco más que dar el pego y hacer bromas sobre cocaína.

Si tengo hambre, ¿dónde puedo saborear la época más bonita del año, o sea, cuando me regalan más cosas? ¿Cuál es el sonido? Porque la canción del verano es una basura distinta cada año, pero los villancicos los mismos siempre, y, ¿no deberían actualizarse ahora que la Navidad significa algo totalmente distinto o no significa nada?

De hecho: tengo una corazonada. Estoy bastante seguro de que las fiestas hoy día no existen en realidad, sólo les queda un armazón como de fantasma, no se celebran a sí mismas, sino a través de ellas, meras excusas para comprar tonterías unos y rebajarlas otros; emborracharse mucho y muy fuerte. San Juan, por ejemplo. ¿A alguien le importan un carajo los solsticios?

La Navidad es la mayor celebración del año, con tu cumpleaños, porque es una excusa válida para las dos cosas a la vez, pillarse un pedo y abrir regalos.

Y casi se me olvidaba, hablando de los sentidos, del más importante de todos, uno que vive bajo los demás, tan profundo y suave que nos damos buena cuenta de él, pero no cuando lo sentimos, sino cuando dejamos de hacerlo y le sustituye aquel vacío tan amargo. Nadie recuerda lo que fue: sólo estamos seguros de que ahora falta algo.

Una especie de amor, que no tiene nada que ver con el sexo, ni siquiera con las personas. Existe fuera de las necesidades y las palabras humanas; por lo que a pesar de su trascendencia infinita, no tiene nombre y nadie habla de él.

Para encontrar y utilizar este último sentido, al contrario que los demás, no hace falta gastarse un solo euro de presupuesto municipal, ni erigir construcciones faraónicas; porque precisamente entonces se distorsiona el tamaño de las cosas, y olvidamos su finalidad, no se diferencian torbellino y brisa, o una avenida de un callejón; se mezclan como notas iguales los árboles, los pétalos y las flores; y, lo mejor de todo: no estás seguro de si no eres absolutamente nada o el Universo entero empieza y acaba en ti.

 Tu vida pasada y futura resurge en este momento, que significa todo cuanto has vivido, cuanto puede vivirse.


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Fotografía extraída de Photopin, créditos:

Autor: omnia_mutantur 
Título: xmas lights



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