miércoles, 13 de diciembre de 2017

Terminator 2: para qué hablar si puedes pegar tiros



Película
Título: Terminator 2
Año: 1991
Duración: 2 horas 17 minutos
Director: James Cameron

Hablar de Terminator 2, entrega mejor valorada de la saga Terminator, es hacerlo de americanos. Pero a eso volveré más tarde.

Para empezar, quiero abrir un pequeño paréntesis sobre un aspecto que espero dejar zanjado, y así después obviarlo:el guión de cualquier película comercial que trate los viajes en el tiempo va a tropezarse, inevitablemente, con inconsistencias. 

Eso ya sin mencionar el tema de los múltiples universos paralelos que se generarían al trastear con esta cuarta dimensión, y todas las consecuencias nihilistas en las que terminaría derivando el asunto (cualquier cosa ocurre en algún universo paralelo, nada importa, somos insignificantes), estilo Rick y Morty.

Por tanto el problema, tanto de esta clara imposibilidad física (suelo decir: un día la Ciencia podría conseguirlo todo, menos viajar en el tiempo), como de la forma de ejecutarse en la cinta, lo dejamos de lado. 

Como también voy a pasar por alto el racismo con los hispanos: los únicos latinoamericanos que aparecen en la película viven en un lugar resumible en quince palabras o menos; alcohol (no tardan ni un minuto en sacarlo), armas, bebés, arena, estercolero, todo hecho una mierda en medio de la nada.

Un poco tonto también que precisamente gente tan lista se equivoque así en las fechas para la ciencia ficción. No sé si es que las sitúan cerca para asustarnos o por márketing, pero según el argumento de esta saga estamos a una década de la rebelión, id comprando latas de conserva para el búnker, pero sobre todo recordad: 2001: Una Odisea en el Espacio. ¡2001!

Por no mencionar que un creado (los robots y la tecnología) no va a superar intelectualmente y por que sí a su Dios (los humanos) de un día para otro, y encima intentar exterminarnos. ¿O es que a alguien se le ocurrió programarles como pura maldad?

 Quiero decir, le veo sentido a Yo, robot, una sociedad en la que conviven seres humanos y máquinas cada vez más avanzadas, hasta que su "acuerdo" se rompe, pero no es algo de la noche a la mañana, sin poder hacer nada ni prevenirlo siquiera... Es como si diéramos por hecho que todos los científicos son unos gilipollas como el Doctor Bacterio.

Otra cosa absurda: si tan importante era proteger a aquel chavalín... ¿Por qué participa en todas las misiones peligrosas? Es obvio que lo mejor sería esconderle, pero tiene que aparecer en primerísima línea de fuego, como buen general del siglo XVIII, simplemente para que los espectadores puedan verlo. Por el bien del espectáculo. Prosigamos.

Dos actuaciones principales


 La cinta es protagonizada por el mítico Schwarzenegger. Seguramente, el verdadero artista sea aquel capaz de enfrentarse a escenarios y estilos muy diferentes; pero resulta innegable que el exculturista austríaco queda perfecto para el papel de ser biónico musculado, un poco humano pero sin pasarse. 

El otro actor protagonista, Fulong, interpreta al jovencísimo Connor, futuro líder de la Resistencia. Es uno de esos niños-triunfo meteóricos, a los que el mundo del espectáculo dio fama y riqueza, para quitárselas después. Rápido, rápido encontró las drogas para gastarlo y desgastarlo todo. 

Quizás, como aquel Joselito, Fulong sintió la amargura de que lo que le había hecho triunfar, en este caso su rostro de mozalbete travieso y simpático a lo Bart Simpson, ya no estaba ni volvería nunca. La MTV, surfista de modas, le entregó un premio por su interpretación en Terminator 2, lo más destacado de ella había sido su flequillo. 

Que no se me malinterprete, hace un buen (creíble) papel, pero que le premiaran por él parece un acto de oportunismo por parte de la cadena, frente a una exitosa estrella juvenil por aquel entonces. ¡Aprovecharos, mientras no cae!

Si ahora, más o menos olvidado, más o menos desenganchado de las drogas, completase una actuación muy superior a aquella, ni le invitarían a una gala, salvo que por milagro divino recuperase el tirón mediático, lo cual es improbable.

Quizás opines que una película basada en algo tan profundo como una futura rebelión tecnológica, está desaprovechada si no incluye alguna parte reflexiva, entre tiro de escopeta y tiro de escopeta. Pero es que por ahí no van los tiros, valga la redundancia: lo último que Terminator quiere es que pienses. Antes de que pienses, te mata. Antes de que pienses, se acaba la película.

Porque sí, éste es un ejemplo incuestionable de cine de entretenimiento, la perfecta cinta de acción maniqueísta (hola, estos son los malos, estos son los buenos, vamos a batallar), con el perfecto malvado sin maldad. Porque el bot T-1000, muy lejos de cualquier atisbo de libre albedrío, simplemente hace lo que es y es lo que hace. Tan villano como el iceberg de aquella otra célebre película de James Cameron.

¿Es un villano el Joker? Sí, porque podría estar en casa tranquilamente, jugando a las cartas con Harley Quinn, pero por alguna razón ha preferido envenenar a un juez. Que conste que esto lo digo como una simple observación; no es algo que empeore la película el saber que T-1000 está más cerca, no ya del repartidor de pizza (un "mandado"), sino del volcán, una ola de calor o la gripe por la que quizás estés pasando ahora, querido/a lector/a, que del Doctor Octopus o Bárcenas.

Los americanos


Hay un "fallo" en esta cinta que considero el más grave de todos, pues conlleva ideología, es que en pleno siglo XX, cuando se desarrolla la acción, la Tierra está bien llena de eso, humanos. ¿Por qué no hablar entre nosotros, o con los dirigentes militares y políticos, para entre todos encontrar una solución al problema? 

Podrían ser miles de millones de humanos y un Terminator contra otro Terminator, y salvarnos a todos; pero no, mejor liarse a porrazos un robot, una madre y su hijo contra todo cristo. Ya no es "venceréis, pero no convenceréis", mucho mejor "prefiero vencer (atropellar, bombardear, disparar, etc. a un robot prácticamente indestructible por todo el país, aunque quizás me mate) que convencer (hablar con otra gente).

Donde esté una "familia" con armas, que se quite el resto. Qué pensamiento tan genuinamente americano. Entremos sin avisar y furtivamente en una empresa de altísima seguridad, total, ¡qué puede salir mal! 

Como una apisonadora, se llevan todo por delante. Sin matar a nadie, que queda feo. Pero, en caso de que el tropel de apalizados cuente con el sacrificio y la calidad necesarios, EE.UU tiene asegurado su equipo paralímpico por décadas. 

¿Era necesario tirar bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki? ¿No se podían hacer las cosas de otro modo? Lo más gracioso de todo es que en toda la cinta solo se intenta convencer a un personaje, en lugar de atizarlo y destrozarlo, aunque, eso sí, que son sus tradiciones y hay que respetarlas, ya lo habían atizado y destrozado con anterioridad, disparándole delante de su familia.


Y, aún después de casi asesinarlo, ¡consiguen que se ponga de su parte! ¡Y resulta clave para el triunfo final! ¡Qué maravilla! ¿Por qué no otra vez, con otra gente? Supongo que no debería sorprendernos, viniendo de un país que nació con un motín. Dios bendiga a América.




Tráiler de la remasterización 

NOTA: 7,6

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