domingo, 16 de julio de 2017

Un dios salvaje


Cine
Título: Un dios salvaje
Título original: Carnage

Duración: 79 minutos
Año: 2001
Director: Roman Polanski 
Actores: Jodie Foster, Kate Winslet,
Christoph Waltz, John C.Reilly


¿Quiénes somos realmente? ¿El nosotros que va a trabajar con un traje bien planchado? ¿La pareja sonriente que saluda cuando llegan las visitas? Esta es una película de Roman Polanski basada en la obra de teatro de Yasmina Reza, a su vez basada en los impulsos que nos dominan, nos construyen y también hacen perder los nervios: ese dios salvaje que enseña los dientes en el momento que él quiera. Y no hay más.

Un dios salvaje es perfecta, no porque lo tenga todo sino porque es redonda: en presentación, nudo y desenlace. No le sobra ni le falta nada, y ofrece un mensaje desde que empieza hasta que termina. 

Cuando los créditos todavía "manchan" la pantalla, vemos a unos niños en los alrededores de su centro escolar. Tras una sucesión de pequeños empujones, uno de ellos golpea al otro con un palo, y le arranca un par de dientes. 

Este pequeño incidente nos introduce en la trama. Inmediatamente después, aparecen los padres de ambos. Han quedado en la casa de la "víctima" para intentar esclarecer lo ocurrido y buscar una manera de que los chavales, que no son unos angelitos, hagan las paces. Tampoco sus padres. Nadie está libre de pecado, aceptémoslo. Y no quiero parecer relativista: hay quien se acerca más y quién menos.



Tráiler de la película


El 90% de Un dios salvaje son cuatro personas encerradas entre las paredes de un piso del centro de Nueva York. Y sí, no digo actores, ni personajes: personas reales, con profundidad. 

Profundidad, término algo desvirtuado, no significa aquí nihilismo ni filosofía complicada, que salga Matthew McConnaughey diciendo "somos pedazos incongruentes de un trozo de tela catapultado a las ramas de un gran árbol seco" o algo así, sino que todo es creíble y espontáneo como la vida misma; y los comportamientos y actitudes tienen una explicación lógica.

Los conflictos son inevitables, al chocar personas con distinto carácter que no se esfuerzan en comprenderse; en los algo menos de ochenta minutos que dura la cinta no hay nada impostado. Es una película para todo el mundo, porque es humana, pero no para todos; porque, para empezar, habrá quien diga que no es ni una película; o critique su forma, cuando es una declaración de amor a la interpretación y también una arriesgada propuesta que entronca con su mensaje.

¿Qué tenemos? Niños al aire libre. Salvajes, sí, pero plenos. Y adultos encerrados. No sólo en una casa, sino en sus propias interpretaciones de la vida, sin darse cuenta de las carencias que poseen, o simplemente de la posibilidad de que existan visiones diferentes. Complicando acciones que podrían ser sencillas; porque las cosas no les van del todo bien, tienen complejos, sueños irrealizables, se contradicen.

Así, el personaje de John Reilly parece un hombre tranquilo que condena lo que ha pasado, pero acaba de dejar morir a un hámster, y de joven fue el líder de una pandilla. Luego descubrimos que es "un hijoputa con muy mala leche". Y el de Jodie Foster está tan bien construido, es tan vívido e increíble, que literalmente no estoy capacitado para comentarlo.

En fin, hay obras que cogen algo majestuoso y lo convierten en rutinario, y otras que transforman la rutina en maravilla. Pensadlo: cada año saldrán 100 películas tan buenas como esta, o mejores. Solo es cuestión de buscarlas. Vete al cine y viva el arte.


NOTA: 8,5



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